Indomable

Capitulo Dieciocho

― ¿Puedes decirme de una vez qué fue lo que pasó? ― Catalina observa a su hermana menor mientras prepara unas tostadas.

― Nada, papá se enojó conmigo porque intenté salvarle el pellejo ― suspira la rubia mientras toma asiento frente a ella.

― Oh ― frunce el ceño ― En verdad creo que es muy peligroso lo que hacen, por ello no me gusta.

― Pero, dijiste que quería aprender a montar ― niega confundida.

― Sí, pero ya no ― se encoge de hombros.

Elizabeth frunce el ceño, los  constantes cambios de idea y de humor de su hermana siempre la dejan confundida, ¿Puede ser tan indecisa?

Suspira, toma la taza de café que le han dado por desayuno, observa como la cuchara revuelve el contenido de la misma al son de sus movimientos de mano, su mente se pierde y al único lugar al que llega es a la clínica médica, los recuerdos solo traen a Elijah al presente y eso le pone los nervios de punta; farfulla por lo bajo sacudiendo la cabeza, intenta dejar de pensar en ello pero en cuanto recuerda lo cerca que estuvieron el uno del otro una sonrisa se dibuja en su rostro; ¡No! ¿Cómo puede sonreír por algo así cuando apenas y lo conoce? No puede ser, debe dejar de pensar como una niña, no eran así las cosas. Elijah Greggor era su trabajo, su forma de mantenerse en el medio con los caballos y poder brindarle ayuda a Galeón en su completa rehabilitación.

― ¿Esa sonrisa, por qué es? ― Catalina sonríe. ― ¿Un muchacho?

― Oh, pues, sí… Quisiera hablarte de ello… ― sonríe avergonzada.

― ¡No lo puedo creer! ¡Elizabeth Jenkins hablando de hombres! ― se escandaliza y salta con entusiasmo ― No digas más, debo ir de compras por unas telas para mi clase de mañana, tenemos en mente realizar un vestido para una gala que habrá dentro de unas semanas por lo tanto, me cuentas en cuanto vuelva, ¿Escuchaste? No te salvas, hablaremos.

― Bien, de acuerdo ― ríe.

Catalina besa la cabeza de su hermana y sale de la cocina rápidamente, Lizzy suspira mientras se pone de pie chequeando su móvil; según Elijah tiene todo preparado en su rancho para poder comenzar con las “clases” que va a darle ella pero lo que el chico no se imagina es que montar a Galeón es lo de menos, por ahora deberán trabajar con un corcel totalmente diferente puesto que Arthur aún tiene al animal bajo observación.

― Elizabeth, tienes visitas en la entrada del rancho, es una chica ― Tomas da aviso por la ventana de la cocina y reanuda sus tareas.

― Claro, gracias ― se dirige a la puerta de casa lista para encontrarse con Beatriz, es la única muchacha que iría en su búsqueda hasta allí.

Mientras, Tomas desempaca los nuevos accesorios para los caballos del rancho, aquellos que son propiedad de los Jenkins y que no están bajo rehabilitación; acomoda varias cajas que ya no tienen utilidad cuando cerca de él puede notar la presencia de Elena, la mayor de las hijas del dueño del lugar y su atención no puede evitar centrarse en ella… la ve como si no hubiera mujer más hermosa que esa y es que la fémina era realmente atractiva, llevaba un color de cabello casi platinado y natural y ondeado hasta la cintura, de cara angular y preciosa, adornada con sus llamativos ojos grises y sus finos labios color durazno; con solo una mirada lograba llevarse la atención de todos los presentes, es así como conquistó sin quererlo en un comienzo a su esposo Richard, pero, años atrás había cautivado el corazón de un jovencito que paseaba a caballo con su hermanita y ya nada fue lo mismo para él...

― Hola, Elena, ¿Cómo estás? ― se aproxima a ella.

― Tommy, cariño, trato de encontrar una encomienda que debía llegar ayer ― le sonríe mientras observa entre las cajas ― Parece que no ha llegado.

― ¿Está a tu nombre? Podemos buscarla ― camina entra las encomiendas mientras busca el nombre o apellido de la joven en los rótulos y etiquetas.

― Gracias, llevo quince minutos buscando, mi padre ha comprado muchas cosas ― ríe.

― Bueno, ya era hora de  cambiar los accesorios de los animales. ― agrega el muchacho viéndola.

― ¡Aquí está! ― la muchacha toma la caja husmeando en su interior por las esquinas rotas.

― Que impaciente ― carcajea.

― Oye, es muy frustrante estar buscando y no encontrar nada ― rueda los ojos pasando por su lado.

― Claro ― la molesta ― Hacía tiempo no te veía así.

― ¿Así como? ― voltea  a verlo elevando una ceja.




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