― De acuerdo, ¿Y Galeón? ― pregunta Elijah viendo que la joven no ha llevado ningún caballo.
― No trabajeros con él ― responde siguiéndolo.
― ¿Qué? ¿Por qué? ― voltea a verla asombrado.
― Por la simple razón de que mi papá aún está tratándolo y no puedo sacarlo del rancho ― suspira ― Pero lo primero que debemos hacer es quitarte ese miedo y nerviosismo que tienes cuando ves un caballo cerca de ti y para ello no es necesario que Galeón este presente, podemos trabajar con cualquier caballo, de todas formas le tendrás miedo igual.
― Espera, no le tengo miedo ― cruza los brazos sobre el pecho ― Solo me ponen nervioso.
― ¿Por qué crees que sea? ― pregunta Elizabeth mientras camina entre los caballos que pastan.
― No lo sé ― miente.
― Ajá ― asiente mientras observa a detalle a los sementales de los Greggor, son cerca de una docena y todos de raza. ― No veo mestizos aquí.
― Los mestizos no son tan rápidos en las carreras ― responde serio.
― Eso es tan cruel, quiere decir que los crías para un beneficio propio ― lo ve con molestia.
― Claro que no, mi papá los adora como si fueran hijos propios ― rueda los ojos ― Galeón es mestizo, el mejor de todos. ― sonríe orgulloso ― Que sean de raza no significa que los discriminamos Elizabeth, todo tiene un porque nena, verás, existen multitud de razas de caballos de competición que destacan por su potencia, arranca y velocidad, algunas de esas razas han sido desarrolladas para la competencia por ejemplo los pura sangre, Quarter Horse o Cuarto de milla, Árabe, Appaloosa y American Paint.
― ¿Hay de esos aquí? ― pregunta acariciando el lomo de uno de ellos.
― Creí que eras una amante de los caballos señorita sabelotodo ― le sonríe de lado.
― Los soy y los amo tanto que no distingo razas ― le devuelve la sonrisa.
― Ya, algunos de estos son de carreras y otros, no ― responde.
― Bueno, entonces, este será nuestro compañero de terapia ― toma la crin del pecoso animal –pelaje corto y blanco manchado con peculiares círculos negros- y llevándolo con calma hasta el ex jinete.
― No creo… ― retrocede un paso.
― Tranquilo, estoy contigo ― toma la mano del joven jalándolo hacia ella.
― ¿Ahora vas a besarme? ― pregunta coqueto viéndola de cerca.
― Sueña Greggor, pon atención a la clase, ¿Quieres? ― Rueda los ojos colocando la mano del chico sobre la nariz del corcel, este relincha por lo bajo mientras olisquea la camisa de la rubia buscando el premio que allí se esconde ― ¡Bien hecho! Lo encontraste ― toma un trozo de manzana y se lo tiende al animal con suma confianza mientras que el muchacho parece tener un colapso nervioso pensando que va a arrancarle el brazo. ― Es increíble que habiendo tenido contacto con sementales y hayas montado durante tantos años tengas tantos nervios.
― Bueno, he perdido un poco de práctica, hace casi un año que no puedo montar ― desvía la mirada.
― ¿Por qué no me cuentas que fue lo que te pasó? Así quizás tenga una visión más clara de que es lo que te pasa y como ayudarte ― la muchacha lo observa con tristeza.
― No, no quiero ― se aparta de ella bruscamente y el caballo se aleja al trote.
― Cálmate ― pide suspirando ― No puedes pretender que los animales no huyan de ti si te comportas de esta manera.
― Creo que no quiero seguir con esto, no por hoy ― carraspea.
― No te des por vencido ― le sonríe ― Si dejas de intentar pierdes tiempo.
― No me importa ― se aleja, los recuerdos nuevamente se acercan a su mente.
― Pero… ― intenta razonar.
― Ya basta Elizabeth, no quiero, no puedo, por favor respeta eso, ¿No sabes cuándo parar? ― masculla molesto mientras toca su cabeza, le duele intensamente.
La rubia frunce el ceño sorprendida, no esperaba que le dijera eso y no es la primera vez que lo escucha por lo que no responde nada, pasa por el lado de Elijah igual de molesta que él; es decir, intentaba ayudarlo, quería realmente poder devolverle la facultad de volver al ruedo sin temores y la trataba de esa forma, que desperdicio, sentía que estaba perdiendo el tiempo con él, pero, no quería dejarlo solo, no del todo.
― Eres un cobarde, puedes cambiar esto que te sucede pero no eres capaz de afrontar los recuerdos, si no hablas sobre lo que ocurrió ni aceptas ayuda jamás podrás volver a montar; estas siendo hipócrita contigo mismo. ― escupe alejándose sin darle una mirada siquiera, dejándolo allí algo mareado por sus palabras.
Editado: 08.09.2019