Indomable

Capitulo Veintidos

El almuerzo con Beatriz fue de lo más entretenido, tras contar anécdotas y escuchar las hilarantes historias de bruno y sus amigos de universidad, las fiestas y las veces incontables en que regresaron a casa sin tener idea siquiera del día –debido a las impresionantes borracheras- fue turno de la charla femenina; demás está decir que lo primero que la dueña de casa preguntó fue sobre el misterioso sujeto que era perseguido a mansalva por sus propios canes, escuchando la historia a detalle y leyendo de hito en hito los mensajes de texto entre su amiga y el jinete los gritos de felicidad y de “Te lo dije” no se hicieron esperar mucho más.

― Ay, nena, es realmente todo un Don Juan ― ríe. ― Debes ir, te vienes a casa minutos antes de la salida y te prestaré algo bonito para la ocasión.

― ¿Tú crees? ― observa su atuendo.

― Eres preciosa, pero ten cuenta que en una cita las cosas son distintas, ¿No quieres verte tan bella que no pueda ni pensar? ― pregunta con una gran sonrisa, Beatriz es una joven enamorada de la idea del amor, no importa cómo se construya este o como surja ni entre quienes.

― Es verdad ― sonríe. ― Pero, no sé si lo quiero de esa forma, me agrada, sí.

― Pero sonríes como boba cuando te acuerdas de él o algo relacionado a su persona ― asiente segura ― Tal vez no te hayas dado cuenta aún, pero ustedes dos tienen química, feeling y todo lo que quieras ponerle. ― se carcajea.

― Ya ― ríe con ella pensando en sus palabras, ¿Será?

Ayudar a lavar los trastes fue cosa de todos los días, entre ellas se encargaron de ordenar pues Bruno debió irse a medio comer ya que sus clases se habían adelantado unas horas. Una vez terminado todo, la rubia se dispuso a volver a su hogar y prepararse para la cena, sonrió varias veces durante el trayecto recordando lo mucho que había reído con la supuesta “hazaña” de Elijah.

En la casona de los Jenkins una muchacha de cabellos castaños observa por la ventana mientras sostiene en su mano su móvil con algunos mensajes intercambiados con el joven que le roba el sueño, pero en ellos no hay más que un simple cariño de amistad hacia ella confesando también que hay otra mujer que evita que los deseos de la fémina se hagan realidad y ella está segura de que sabe quién es, sabe que se trata de su hermana menor y solo necesita una confirmación o negación para poder pensar con claridad, para dejar de maquinar constantemente.

Catalina corre apenas ve a su hermana llegar a casa, apenas la tiene en frente y antes de que la rubia pueda siquiera articular una palabra la jala en su dirección prácticamente arrastrándola entro de la casona, las escaleras a los cuartos las reciben para darles paso a la confidencialidad de las habitaciones; cerrando la puerta y volteando a ver a Elizabeth suspira pesadamente.

― ¿Vas a decirme que ocurre? ― pregunta.

― Yo… ― vuelve suspirar sin saber bien por dónde empezar.

― ¿Qué? ― se acerca con calma ― ¿Te han hecho algo? ¿Qué pasó?

― Estoy enamorada de alguien, alguien que no tiene ese interés en mi ― solloza entristecida.

― Ay, Cata, no debes llorar por alguien que no siente lo mismo por ti ― la abraza ― Estoy segura de que encontrarás otro muchacho que te quiera y mucho.

― Pero, no quiero otro muchacho, quiero que sea él ― llora. ― No creo que lo entiendas.

― Claro que sí ― rueda los ojos. ― No puedes obligar a alguien a quererte Catalina, está más que claro.

― Podría conquistarlo, ya sabes, conocerlo, saber de él. ― se encoge de hombros.

― Dudo que eso funciones ― rasca su nuca cansada.

― ¿Quién es el hombre que te atrae? ― pregunta viéndola de pronto.

― Bueno, no creo que tenga algo que ver ― se encoge de hombros.

― Sí lo tiene, porque sospecho que ese hombre no se fija en mí por ti ― explica mientras su hermana la ve como si fuera una completa lunática.

― Catalina, tú y yo no tenemos siquiera los mismos gustos como para frecuentar los mismos lugares y conocer las mismas personas ― habla con una sonrisa ― Es imposible que estemos interesadas en el mismo muchacho.

― ¡No lo es! ― masculla ― Porque estoy enamorada de un hombre que pertenece a tu loco mundo de caballos y yo no encajo allí, no hay nada que pueda hacer para poder gustarle…

― Pero… ― la ve con ternura, no debe buscar tener los mismos gustos que él.

― ¡Es Elijah! ― termina molesta ― Creo que le atraes y sé que tu no lo quieres para nada porque lo has rechazado desde el minuto uno en que pisó este rancho pero parece que le gustan las mujeres que lo detestan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.