Indomable

Capítulo Veintiocho

Elena coloca los últimos detalles a la mesa, el aroma del pollo asado inunda la cocina, las salsas para acompañar están más que listas y las varias ensaladas que Richard y Elizabeth sazonaron por ella reposan en la nevera esperando obtener la temperatura fresca adecuada para su degustación; los cubiertos están impecables, el mantel floreado con sutiles colores da un toque hogareño a la sala –regalo que su madre le hizo a su hija mayor el día de su boda-, sonríe, está satisfecha y espera que la cena sea propicia para algo más que solo negocios, para poder entrar en una atmósfera familiar y perfecta, para dar anuncios y cerrar tratos  –y también reza porque las cosas salgan de la mejor manera para su hermana, aunque no sea a su favor exactamente-.

― Siempre te esmeras por dar lo mejor ― Richard la abraza por detrás.

― Es una noche importante para todos ― suspira colocando sus manos sobre las de su esposo.

― Lo sé ― besa su cabeza ― Creo que voy a comer todo ahora mismo, no puedo esperar.

― ¡Ni se te ocurra Sinclair! ― voltea a verlo con reprimenda. ― Haces lo mismo siempre.

― ¡Oh, vamos! ― ríe ― No es mi culpa amar la comida.

― ¿Problemas en el paraíso? ― pregunta Arthur entrando en la sala.

― Su hija se niega a alimentarme ― finge indignación.

― Saldrás rodando de la casa si sigues succionando como un agujero negro todo lo que pongo en la mesa ― golpea su mano con una servilleta al verlo intentar tomar un bocadillo.

― No me molesta ― sonríe.

Arthur ríe sonoramente haciendo pasar al lugar a su invitado, pronto Catalina aparece en escena enfundada en sus propias creaciones, una blusa con transparencias muy sofisticada pero sencilla a la vez y una pollera a juego; recibe halagos de su padre y su hermana, el joven Greggor secunda tales piropos solo por no ser descortés y no quedar mal delante de quienes le han hecho tan bonita invitación.

― Siempre tan original ― Richard le sonríe a su cuñada.

― Bueno, es lo que he apredndio, debo sacarle provecho, ¿No creen? ― observa a Elijah sonriente.

― Suponog que sí ― responde el aludido con aprobación.

― Lamento mucho la demora, no podía encontrar algo para ponerme ― ríe Lizzy ingresando en la sala, lelgó hasta donde su padre se encontraba y besó su mejilla ocn cariño para hacer lo mismo con su cuñado y dirigirse a su hermana ― Estás preciosa.

― Gracias ― le sonrió ― Tú igual, aunque no pueod creer que lleves puesto un vestido.

― Nunca tengo ocasión de usarlo ― se encoge de hombros mientras obserbva el vestido rosa palo de verano que su madre le regaló hace algunos meses y es que sería imposible usarlo mientras adiestra los animales, ¡Quedaría arruinado!

― ¡Dios bendiga esta familia! ― Richard finge desespero al verla ― Elizabeth ha despertado.

― ¿A qué te refieres? ― Rueda los ojos la rubia.

― Personalmente creo que se te estupendo ― sonríe Elijah viéndola.

― ¿Lo ves? ― ríe su cuñado ― Si te has puesto tan bonita, aunque siempre lo eres no me malinterpretes, creo que hay un muchacho que te gusta.

Los ojos de Catalina se clavan en su hermana sin darse cuenta, la rubia bromea con el esposo de su hermana pero no niega nada y lleva un ligero rubor en sus mejillas luego de las palabras dichas, la castaña suspira, no sabe bien si lo que siente es enojo o tristeza pero intenta disimularlo.

Pronto Elena trae los platillos, todos le dan cumplidos por la buena pinta que la comida tiene, sin mencionar el aroma embriagador para los presentes; la cena comienza, la plática se centra en algunos comentarios graciosos, anécdotas de Arthur y de Elijah en las  carreras para pasar a hablar sobre el mantenimiento del rancho; para Catalina la conversación no podría ser más aburrida, innecesaria, pero al menos puede sacar algo bueno de la situación y es que no ha dejado de observar al castaño de ojos miel que se ve inmerso en los consejos de su padre… Pero, el verlo tanto le ha dado la última de las pistas que necesitaba para terminar de constatar que Elizabeth es la mujer que le roba el sueño al chico y es que no ha dejado de verla desde que entró, no ha dejado de sacarle temas de conversación y no ha dejado de sonreírle a más no poder, como si intentara con eso terminar de conquistarla.

― Bueno, creo que es momento para hablar sobre la situación amorosa de estas jovencitas ― Richard pica el brazo de Cata con su dedo –como suele molestarla siempre-.

― ¿Qué? ― Elena frunce el ceño.




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