Indomable

Capítulo Veintinueve

― ¡Catalina, por favor, espera! ― Elizabeth sigue a su hermana hacia el hall de la casona.

― ¿Cómo pudiste? ― voltea a verla sumamente molesta, dolida. ― ¿Cómo pudiste enamorarlo así? ¿Acaso no era obvio lo que yo sentía por él?

― ¿Qué? ― frunce el ceño ― Yo no lo supe hasta que fue tarde, nunca me contaste nada, nunca lo hiciste obvio o al menos no para mí ― explica ― En todo caso, el amor no es algo que pueda ser controlado, solo sucede.

― ¡Oh, ahora la filosófica de la familia quiere dar cátedra sobre el amor! ― ironiza ― ¡¿Qué puedes saber tú de ello?!

― ¿Por qué piensas que no puedo saber lo mismo que tú? ¿Por qué quieres siempre ser mejor que yo? ― pregunta molestándose también.

― ¡Porque tú siempre lo tienes todo mocosa mimada! ― Suelta iracunda ― Siempre has sido tú, si no eran tus recitales, eran tus deportes, tus cabalgatas, tu debut en danza, lo bien que cantabas o que lindos tus dibujos; siempre tenías la atención de Elena, no importa donde fueras sus ojos no se apartaba de ti, lo mismo pasaba con papá… no había nada que yo hiciera que igualara tu magnifica presencia… Y eres tan rara, siempre con animales, ni siquiera eres femenina, ni moderna, vives vestida como un muchacho o como si no te importara tu apariencia, no estudias, trabajas en el lodo como cualquier otro peón y todos te halaban, pero yo, que estoy por recibirme, que soy una mujer con todas las letras y cualidades, nunca obtengo nada… Y ahora, había encontrado un hombre que me gustaba, al que quería con todas mis fuerzas como nunca lo hice antes y llegas tú para quitármelo, de nuevo, siempre eres tú.

― Primero ― se adelanta unos pasos sintiendo la cólera subir por su garganta ― El trabajo que hago no es de peones sino de personas capaces, dedicadas, con un toque para esto que va más allá de coser un par de telas y armar una prenda; es de gente apasionada que tiene conocimientos tanto de estudios como de experiencias propias, no lo desmerezcas solo por ir a una universidad paga que no costeas tú misma, ¿Quién es la mimada y caprichosa? ¿Quién hace berrinches o pucheros porque no consigue lo que quiere? ¿Quién abandona lo que hace cuando se pone difícil? ― eleva una ceja ― Segundo, estudio con cada persona que aquí se gana la vida, con cada cliente que me cuneta su historia y con cada caballo que me da su confianza, y sí, no soy una mujer salida de una pasarela como dices serlo tú pero soy tan mujer como cualquier otra, soy tan femenina como quiero y me gusta serlo y todas esas superficialidades de las que tú gozas solo son los gustos de una niña que vive en una burbuja color rosa.

La castaña abre los ojos, no esperaba que ella contestara de esa manera y siente que esta siendo insultada pero no tiene argumentos para contraatacar…

― Cada cosa que emprendí, cada logro que pude obtener nunca fue para tener la admiración de nadie, si mi padre y mi hermana me halagaban es porque ellos así lo sentían, debes dirigir esas quejas a ellos, no a mí; si Elena me cuidaba tanto es porque yo soy la menor de todas, cuando ustedes eran unas niñas yo apenas caminaba, se trata de lógica. ― Se encoge de hombros ― No te he quitado nada, porque las personas no son de nuestra pertenencia exclusiva, jamás ha sido mi intención que sientas esto pero solo es porque tienes demasiadas inseguridades contigo misma, deja de querer ser reconocida y admirada, date cuenta que ya lo hacen; tienes una admiradora desde los cuatro años y soy yo, te he escuchado, seguido, tomado de ejemplo y amado sin condición siempre, ¿No es eso suficiente? ¿Acaso no te he demostrado lealtad toda mi vida y amor? Cata, estas siendo injusta conmigo solo por un hombre y eso no está bien, somos hermanas no desconocidas.

― No puedo creerlo ― susurra con una sonrisa irónica, el nudo en la garganta está haciendo estragos con ella ― Lo único que sé, que me duele y está matándome es que sabes que siento cosas por él y no te importa, ahí estás, besándolo y teniendo miraditas cómplices frente a mí.

― No es… ― niega.

― ¡Oh, vamos! ― ríe amarga ― ¿Crees que no sé qué sus palaras durante la cena eran por y para ti? ¿Qué no lo has besado ya? Por favor, no podían evitar mirarse mientras comíamos.

― Sabes que nunca te haría algo que te lastime de alguna forma, es solo que… sucedió y no supe en qué momento ― intenta explicar ― En un principio ni siquiera podíamos vernos sin tener una discusión o sin que yo le cantara las cuarenta a mi manera.

― Pero se ve que no hiciste un buen trabajo ― susurra.

― ¿Y qué quieres que haga? ― Rueda los ojos estresada.

― Déjalo ― la ve seria ― Es lo menos que puedes hacer, porque no podría soportar que se amen frente a mí.




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