Indomable

Capítulo Treinta y Uno

Elena espera en una camilla mientras una enfermera toma su presión arterial y anota los resultados en una planilla, la preocupación por su hermana menor le causó una baja de presión repentina y por poco terminó estrellada en el suelo de no ser por su esposo quien como si hubiera adivinado lo que ocurría logró atajar su cuerpo en el aire; Arthur sostiene la mano de la joven mientras sus nervios son consumidos lentamente por la incertidumbre, apenas llegaron –entre jaleo y gritos de ayuda- Lizzy fue ingresada de urgencia sin perder tiempo y no han sabido nada hasta el momento de su condición de salud por lo que la imaginación deja muchos posibles escenarios en el hombre debido a que no presenció el accidente y no tiene idea de qué especular al respecto.

― ¿Cuánto más debemos esperar? ― pregunta Catalina impaciente suspirando.

― No lo sé ― suspira Elena. ― Debemos ser pacientes, piensa que esos médicos tratan de hacer todo lo posible, impacientarnos no logrará nada. ― la castaña se gana una mirada de reprocho de la menor puesto que esta no comprende cómo es que puede estar tan calmada en una situación así, pero no es algo nuevo en la mayor de las Jenkins –siempre se caracterizó por mantener la cabeza fría en los peores momentos-.

― Sta. Jenkins, todo se encuentra bien y la presión se ha estabilizado pero debe tener cuidado. No es bueno para su embarazo que pase por situaciones de nervios o malestar ― recomienda la doctora que le entrega resultados de análisis y ecografías.

― ¿Qué hay de mi hija Elizabeth? ― pregunta Arthur preocupado.

― No tengo mucho conocimiento sobre el estado de la chica, por lo que pude escuchar de mis colegas fue transferida al piso superior para realizar una tomografía de su cabeza, tenía una gran contusión allí ― responde tranquila ― No se preocupe, está en buenas manos.

Richard suspira, observa su reloj notando que ya van a dar las seis de la mañana, observa a Elena y el cansancio en su rostro es notable por lo que se dirige a ella una vez su suegro se ha apartado un poco para proceder a convencerla de ir a casa, necesita reposo y tranquilidad, necesita dormir…

La castaña se rehúsa a dejar el hospital sin antes tener alguna novedad de su hermanita pero tras la intervención de su padre y Catalina logran convencerla de que lo importante ahora es cuidar de su salud y su estado físico para que nada pueda dañar al pequeño en su vientre por lo que se ve obligada a marcharse y tomando sus cosas asiente decidida.

― Quiero que me avisen apenas sepan algo de ella ― pide seriamente, imponiendo esa autoridad que la caracteriza y que tanto le ha ayudado a la hora de llevar a cabo sus propios negocios.

― No te preocupes, ve tranquila, Arthur y yo nos quedaremos a esperar noticias ― Tomas le sonríe llegando hasta ellos con una pequeña mochila a cuesta.

― ¿Cómo supiste? ― Catalina se acerca a él intrigada.

― En el rancho todos saben, tuvimos que ponernos a arreglar el corral cuando el encargado nos dio aviso ― responde ― Muchos están trabajando allá, tuvieron que sedar a Tempestad y el capataz me dijo que estaban aquí.

― Regresen, probablemente las cosas en casa estén algo complicadas ― Arthur suspira ― Sabes qué hacer Richard.

― Claro, no te preocupes ― asiente ― Cata, acompáñanos.

― Sí ― responde la castaña tomando la mano de su hermana y encaminándose a la salida.

El rancho de los Jenkins se encuentra cerrado al público por un par de días hasta que el dueño del mismo de otras instrucciones, por suerte los empleados esta preparados para cualquier tipo de inconveniente y con Richard supervisando todo no puede salir mal algo; sin embargo, la llegada de Elijah al mismo deja a los ayudantes sorprendidos puesto que se les avisó a todos los clientes que no estarían aceptando visitas de ningún tipo –aunque los caballos recientemente ingresados tendrían sus rutinas como de costumbre-; el jinete baja de su auto, el gran portón de la entrada permanece bloqueando el paso, uno de los más viejos empleados se encamina hasta él cordial como siempre.

― Señor, no estamos recibiendo pacientes equinos ― habla tranquilo.

― Ya veo, pero he venido para hablar con Arthur ― responde.

― Me temo que no está aquí, el señor ha pasado la noche en el hospital central debido a la condición de la señorita Elizabeth ― explica.

― ¿Lizzy? ¿Qué ha pasado con ella? ― inquiere rápidamente.

― No estamos seguros, pero tal parece que tuvo un altercado con Tempestad, fue llevada de urgencias durante la noche ― comenta preocupado ― No hemos sabido nada más, nadie ha dicho nada y la señora Elena llegó unas horas después con Catalina y Richard pero no dieron explicaciones.




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