Indomable

Capítulo Treinta y Tres

Baja del automóvil con esfuerzo, aun duele su cuerpo pero al menos el alta médica le ha sido dada, aunque si lo piensa mejor no es precisamente lo mejor. Richard la recibe con una sonrisa, la estrecha con sumo cuidado ganándose el afecto de la rubia, rápidamente Elena le tiende los brazos recibiéndola y apremiándola a entrar en la casa.

― Preparé algo de comer, unos sándwiches de los que te gustan ― sonríe la castaña.

― Te lo agradezco mucho, quisiera subir a mi habitación primero, necesito cambiarme ― suelta desanimada pasando por su lado.

El matrimonio se observa curioso, preocupado y con pena por el ánimo de la muchachita pero, ¿Qué pueden hacer? Las ordenes de Arthur han sido claras y la verdad es que algo de verdad sienten que llevan, lamentablemente el espíritu de Elizabeth no se lo permite ver su cabeza tiene demasiado en estos momentos.

Suspira una vez dentro de la alcoba, el sol entra por la ventana de manera avasallante y la brisa fresca típica de cada mañana mese las cortinas en una danza hipnotizante y lenta a la vez, sonríe, extrañará esas peculiares cosas que solo el campo puede darte; cierra la puerta, con lentitud comienza a tomar sus posesiones, vaciar las alacenas y su armario mientras busca con calma las maletas que alguna vez su madre le regaló y que por vez primera usará… Cierra los ojos, solloza un poco debido a la inconformidad, a la impotencia… No solo por tener que irse, sino porque siente que falló rotundamente, que no logró ayudar a Tempestad, que no habrá forma de evitar su sacrificio y que, en definitiva, el animal y ella se encuentran en la misma situación, con los mismos sentimientos de pérdida total y completa del rumbo.

La puerta es tocada dos veces, frunce el ceño pero no contesta, no tiene ganas por lo que rápidamente la silueta de Catalina se abre paso; ambas se observan en silencio, la mayor toma la iniciativa y camina hasta su hermana para dejar un enorme bolso a su lado.

― Papá me pidió que te lo diera, en caso de que necesites empacar muchas cosas ― suelta seria.

― No la quiero, tengo las mías, gracias ― voltea y continúa con su tarea.

― ¿No vas a hablarme? ― frunce el ceño.

― ¿Debería? ― responde, sin inmutarse siquiera.

― No lo puedo creer ― susurra.

― Yo no lo puedo creer ― se incorpora enfrentándola ― ¿Qué? ¿Crees que te debo algo? ¿Qué debo disculparme por algo en particular y que porque vienes con el rabo entre las piernas te seré condescendiente? Te equivocas, has sido injusta conmigo, cruel al pedirme cosas estúpidas y sé que te sentiste muy bien cuando padre decidió enviarme lejos, no voy a perdonarte nunca Catalina.

― ¿Cómo puedes tener el tupé de creerte la victima aquí? ― farfulla ― ¡Tú, que te acostaste con el hombre que amo!

― ¡No me acosté con nadie! ― Grita ― Jamás me acosté con él, las cosas se dieron así, solas, sin nada que yo pudiera hacer.

― No es justo ― escupe.

― Nada es justo Catalina, pero lo que tu hiciste es aún peor, me has tratado peor que a tus amigas y ni siquiera pudiste confiar en mí. No tenía idea de que lo amabas, de haberlo sabido entonces yo hubiera dejado el rancho con gusto por ti, porque yo te admiraba más que a nadie en el mundo y me decepcionaste ― susurra lo último cerrando la enorme maleta ― No puedes obligar a alguien a amarte, eso es falso, cruel y egoísta, es exactamente lo que has estado haciendo con Elijah.

― ¿Qué ocurre aquí? ― Elena pregunta sería desde la entrada de la habitación.

― He terminado de empacar todo ― responde sin darle importancia a la pregunta.

― ¿Por qué discuten? ― vuelve a preguntar.

― Tu hermanita quiere darme consejos sobre amor después de apuñalarme por la espalda ― Cata contiene las lágrimas, está demasiado enojado como para siquiera intentar analizar las palabras de Lizzy.

― Sabía que ese muchacho traería problemas ― rasca su nuca con cansancio.

― Elena, él no tiene la culpa, no ha hecho nada ― niega la rubia ― Es Catalina quien dejó que su vida girara en torno a un hombre, no la deja pensar con claridad. ― arrastrando sus maletas pasa de ellas dirigiéndose a la salida del cuarto.

― Al menos yo soy capaz de poder enfocarme en personas, no en animales ― escupe molesta.

― No te ama, supéralo ― anuncia saliendo y dirigiéndose a las escaleras, al pie de las mismas Tomas espera por ella habiendo escuchado todo pero no dispuesto a opinar siquiera.




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