Elijah entra en la sala de estar de su casa, suspira sonoramente mientras escucha la radio encendida desde la cocina y a su madre preparar alguno de sus platillos especiales, necesita hablar con ella y darle un pantallazo de sus pensamientos, de lo que desea hacer y de quien es la razón por la que él volverá a las carreras.
Se acerca a ella a paso lento, la mujer de cortos cabellos se mueve ágil y rápido por la cocina disfrutando de la música casual que ofrece el programa de radio, su hijo sonríe, ella no ha cambiado absolutamente nada en todos los años de crianza que recuerda.
― ¿Cuánto más vas a verme en silencio? ― pregunta la mujer sin voltear, dibujando una sonrisa en sus labios que su primogénito no puede ver.
― ¿Cómo sabes que estoy aquí? Ni siquiera he hecho ruido al entrar ― eleva una ceja divertido.
― Soy tu madre, es mi sexto sentido de mujer y mi séptimo sentido de mamá ― voltea a verlo ― ¿Qué tal la mañana?
― Algo extraña ― susurra tomando asiento en la isla de la cocina. ― He estado pensando, he pasado por algunas cosas este último tiempo y he decido volver al departamento que tengo en la ciudad, creo que es hora de empezar mi vida de nuevo.
― Oh ― toma asiento frente a él, sonríe complacida, ver a sus hijos formar sus caminos de maneras tan decididas es la recompensa más deleitante para una madre que se ha esforzado por moldearlos de la mejor forma para ser personas exitosas en todo sentido ― Entonces, volverás a la ciudad, dime, ¿Cómo se llama?
― Mamá has vivido un tiempo en la ciudad, creo que sabes hasta los nombres de todas las calles que rodean mi departamento ― ríe.
― Me refiero al nombre de la mujer que te tiene así ― prueba bocado de un tazón con ensalada de frutas.
Elijah sonríe ampliamente, a su madre no se le escapa nada y francamente no le sorprende, siempre ha sido así.
― Su nombre es Elizabeth, es la hija menor de Arthur Jenkins ― suelta tranquilo ― Se ha marchado a la ciudad porque su padre la obligó a tener otras posibilidades, ya sabes, quiero ir con ella… Sé que es la mujer indicada para mí y la única que puede ayudarme a regresar a las carreras.
― Ya no te queda mucho tiempo ― frunce el ceño ― Recuerdo a la muchacha, la he visto algunas veces montar a caballos en los alrededores, una joven adorable si mes preguntas pero algo solitaria a mi parecer; siempre estaba con caballos, cuando era niña solía ver los amaneceres sola.
― ¿Sí? ― frunce el ceño.
― Sí, conocí a los Jenkins mucho antes de que las muchachas nacieran, se puede decir que Arthur y yo compartimos algo muy importante hasta que cada uno formó su vida ― sonríe, hay cierta tristeza en su mirada ― Cuando Elena y Catalina nacieron fuimos a visitarlas, siempre les lleve un presente y tu padre se hizo buen amigo del dueño de aquel famoso rancho, pero, con el tiempo y por razones de fuerza mayor a nosotros dejamos de lado la amistad, es cuando Elizabeth nació; es irónico que sea ella la que te gusta.
― No madre, no me gusta ― niega lentamente ― El gusto es para los adolescentes, yo sé lo que siento, estoy enamorado de ella.
― Bueno, si estás seguro de ello entonces no hay nada más que hacer ― ríe hasta volver su semblante serio ― Solo ten cuidado, volver a correr no es tan fácil como lo pintan tus colaboradores, a ellos solo les importa poder invertir en ti y sacar provecho pero si tienen que ponerte en riesgo para ello, lo harán.
― Es por ello que Lizzy es mi soporte ― asiente.
Tras haber platicado por un largo rato ambos disfrutaron de las delicias culinarias preparadas, sin embargo, en el joven jinete había cierta duda que por respeto a los sentimientos de su madre y a que estaba casada con su padre no pudo quitar, ¿Por qué ella y Arthur se conocían tan bien como había mencionado en su relato? ¿Qué tan cercanos fueron como para que pudiera ella presenciar el nacimiento de sus hijas mayores? ¿Acaso habían estado enamorados y con el tiempo se vieron en la obligación de formar una amistad? De ser así, ¿Qué fue esa causa de fuerza mayor a ellos que los obligó a separarse? Si tiene que aventurarse a sacar conjeturas de forma rápida es más que evidente, la respuesta es clara y sabe que muy en el fondo es la razón pero, no puede siquiera imaginar decírselo a su madre.
Lejos de los ranchos, Elizabeth llega al complejo de apartamentos en el que su madre reside, la gente va y viene atareada, el ruido de los automóviles y los autobuses no ha cesado desde que llegó y se pregunta que tan bien duerme la gente allí; la ciudad ha cambiado mucho desde la última vez que vino –a sus siete u ocho años de edad-, ahora luce aún más ruidosa que en ese entonces.
Editado: 08.09.2019