Indomable

Capítulo Treinta y Cinco

Camina por las calles abarrotadas, no ha tenido una buena noche puesto que no pudo conciliar el sueño y se vio obligada a desvelarse presa del insomnio, observa a un grupo de jóvenes esperando en una esquina y deduce que allí para el autobús; toma los horarios de sus materias, su madre se tomó la libertad de inscribirla en la universidad utilizando algunos de sus contactos –debido a que ya va algunos meses tardes- y eso la puso de mal humor. Agradece el gesto pero esperaba poder tener tiempo hasta el siguiente año para ponerse al corriente con los demás, ahora será la rezagada de la clase por no comprender temas técnicos…

Espera paciente, observa con cuidado a las muchachas delante de ella, la manera en que visten –quizás demasiado provocativas o desentonando con el lugar al que se dirigen, no comprende cómo es que esos zapatos pueden dejarlas caminar con libertad, tampoco como es que una mochila tan diminuta es más cómoda que una que pueda albergar todas tus pertenencias sin problema; suspira, parece que hace años se quedó en el tiempo y es que parte de su adolescencia aprendió en casa debido a la lejanía de su hogar –no era nada practico ni económico ir y venir varias veces al día de la ciudad al campo solo por unas horas de clase- y su padre no vio mal que aprendiera lo mismo que los demás jovencitos pero en casa –con profesores particulares-. En ese entonces no parecía una mala idea, es decir, no tendría que dejar el rancho y todas las aventuras que tenía.

― Oye, ¿estas perdida? ― pregunta un joven viéndola interesado.

― No ― responde saliendo del mar de sus pensamientos, se alejó ligeramente de la realidad por un segundo.

― Tienes pinta de que no eres de por aquí ― le sonríe amable.

― No lo soy, llegué ayer ― comenta desanimada. ― ¿Tanto se nota?

― Bueno, no es tan malo cuando lo conoces  a fondo ― le tiende la mano ― Mi nombre es Lucas, y sí, se nota bastante por la forma en que te conduces.

― Elizabeth ― la estrecha sonriendo. ― Estaba segura de que dirías que me visto raro.

―Para nada, creo que te ves cómoda y casual, eso no es un crimen ― el movimiento de su mano resta importancia al tema y eso deja algo más conforme a la chica ― Dime, ¿Qué te trajo a esta loca ciudad? ¿Estudio? ¿Trabajo? ¿Padres molestos? ― eleva una ceja divertido al terminar de hablar.

― No ― ríe ― Es algo más complicado que eso, pero, en parte es por estudio. Más precisamente Medicina Veterinaria.

― Bueno, bienvenida colega ― guiña un ojo. ― Somos un grupo bastante grande, variado, te agradará excepto por las llamativas de allá ― señala al grupo que había estado bajo la meticulosa observación de la chica ― Ellas son molestas, no les des importancia.

―  Parece que tienes todo muy claro ― ríe.

― Pues sí, te llevo tres meses de ventaja, he pasado por todos los estados de un primer año en la universidad o al menos quiero creer eso ― niega divertido ― El autobús está a punto de llegar, de camino te daré todos los tutoriales esenciales para la supervivencia en la jungla de cemento.

― Me deja tranquila saber que cuento con usted soldado ― bromea.

― No diga más, sargento ― ambos se echan a reír. ― Me eres algo familiar, ¿Nos hemos visto antes? ― pregunta.

― No que yo recuerde pero quizás conoces  a mi madre, tengo ciertas similitudes con ella ― se encoge de hombros.

― Puede ser ― responde sin querer indagar más, parece ser que la muchacha no se siente bien hablando de su madre o tal vez el hecho de parecerse a su madre le molesta, quien sabe, cada persona es un mundo y cada familia un universo.

Lo que parecía ser el comienzo de una larga semana se vió transformado por la compañía de aquel joven enérgico y parlanchín, una amistad que apareció de la nada para hacer sus días un poco más llevaderos puesto que la añoranza de su hogar, de la rutina, de sus costumbres, de su trabajo amado y sus preciosos caballos le hacían un agujero en el pecho; hay personas que eligen lo que aman por una razón, quitarles aquello es como un delito imperdonable pero ella no estaba molesta con su padre sino desconcertada puesto que pensó que toda la vida sería él quien comprendería su locura y no fue así, o quizás, era ella la que no estaba lista para ver las dos caras de la moneda y poder comprender a su progenitor.

Bajó algunas cuadras antes de llegar a destino, se dejó estar bajo la sombra de un árbol en el parque central y el enorme libro que llevaba en manos cayó al suelo, estaba cansada, no había forma de que sus ojos se mantuvieran abiertos estudiando tantas terminologías; al fin de cuentas, apenas llevaba unos días en la universidad y ya había constatado que aquella carrera no estaba ni cerca de ser lo que ella quería por lo que estaba decidida a dejarla, no estudiaría algo que no le ayudaría en su propósito pero ahora la cuestión era decirle a su madre y a su padre, ¿Cuál sería  la excusa para retenerla allí?




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