Indomable

Capítulo Cuarenta

El mediodía se ha vuelto bastante fresco, regresar a casa era lo que necesitaba seguido de un buen baño caliente y algo de comer, para posteriormente dejarse caer en su cama y dormir un poco esperando que ese dolor en el pecho desapareciera lentamente al caer en brazos de Morfeo, pero, no sería así puesto que apenas puso los pies dentro del apartamento de su madre se encontró con Elena y Catalina charlando animadamente con su madre; el ambiente parecía agradable para las tres mujeres pero para la rubia era molesto, sentía demasiado enojo como para sonreírles como si nada pasara, como si no las hiciera culpable, como si estar en ese apartamento no fuera el castigo más grande dado antes para ella.

― Cariño ― Lila se pone de pie en cuanto la ve aparecer en la sala de estar.

― ¿Elizabeth? ― Elena frunce el ceño al ver sus ojos enrojecidos y la seriedad en su rostro. ― ¿Has llorado? ¿Qué pasa?

― Nada, necesito estar a sola ― suspira.

― Bueno, puedes usar mi cuarto si gustas ― comenta Lila.

― No, quiero una habitación propia, sabias que vendría aquí y no pudiste siquiera hacer algo para que no pase frio durante las noches. No quiero dormir en tu sofá, no quiero estar expuesta a todos los que vienen a tu casa ― masculla ― Quiero irme de aquí, no soporto este vecindario hipócrita ni tus amistades ni nada por el estilo, odio la ciudad, sus personas, odio la manera en que están arruinando mi vida…

― Lizzy, calma, nadie quiere arruinar tu vida ― Catalina se acerca.

― ¿Ah, no? ― la ve incrédula ― Tu hiciste lo que estuvo a tu alcance para tratar de hacerme sentir mal por querer a una persona que según tú te pertenecía, papá me quitó todo lo que quería y además intenta separarme de la única persona que ha podido entenderme y me envía aquí con una mujer que jamás estuvo presente en mi vida porque amaba poder tener la libertad de vivir en una ciudad donde podía hacer lo que le viniera en gana, ¿Acaso eso no es intentar arruinar la vida de una persona?

Lila abre la boca para decir algo pero calla repentinamente, traga con dificultad puesto que las palabras de la rubia le han calado hondo y es la primera vez que se las echa en cara, sus dos hijas mayores jamás expresaron semejante molestia para con ella y eso es lo que tiene a las tres mujeres sorprendidas a mas no poder; la puerta es cerrada con cuidado y al voltearse la menor de las hermanas se encuentra cara a cara con su padre que ha escuchado absolutamente todo.

― Parece que no estas conforme ― suelta tranquilo.

― ¿Conforme? ¡Odio esto, odio lo que me has hecho! ― masculla ― Elena y Catalina han hecho con sus vidas lo que han querido, estudian, trabajan, se conducen como les place pero a mí me prohíbes cosas, estupideces de tu parte y estoy cansada, no quiero seguir las reglas que me impones porque no las merezco, porque soy infeliz y mucho, ¡Yo tengo una vida y no es esta!

― ¿Y qué quieres? ― Arthur la ve seriamente.

― Quiero mis caballos, mi trabajo, mi familia de vuelta y, ¡Quiero a Elijah conmigo! ― le sostiene la mirada ― No me importa a quien no le guste, si es o no justo, si puede o no darme la vida que tú crees que me conviene. Tu tiempo ya pasó, ya tomaste tus decisiones e hiciste con tu futuro lo que te pareció mejor, ahora me toca a mí vivir y no voy a dejar que nada ni nadie se interponga entre mis metas y yo; voy a ser tan reconocida como tú, sanaré a cuantos caballos pueda y aprenderé de los mejores, me llenaré de lodo y usaré los sombreros que quiera ― observa a su madre y a Catalina ― Voy amar a quien quiera y como quiera y lo haré con o sin tu apoyo papá, pero, no me alejarás de nada más.

― Siempre pensé que tu serías la más difícil de encaminar y no me equivoqué en ello, pero, supongo que en mi afán de evitarte todos los problemas que yo tuve teniendo el rancho olvidé que debías ser primero feliz tú y luego a raíz de eso, yo ― suspira cerrando los ojos. ― Recuerdo que solías ser como esos potrillos recién nacidos intentando caminar y cayendo al suelo incesantes veces para volver a intentarlo, eso no ha cambiado, ahora eres como esos magníficos animales que salvajes se llevan el mundo por delante para ser admirados por personas como yo.

― Ese carácter ― ríe por lo bajo Elena ― Por mí haz lo que quieras, te ayudaré si caes.

― Gracias ― la muchacha la observa aliviada.

― Solo prométeme que no dejarás de lado tu vida personal por querer ser alguien en este medio ― el hombre acorta la distancia entre su hija y él ― Me odiaré eternamente si eso sucede, porque es lo que menos quiero para ti.

― Ten algo de fe en mí, papá ― se echa a sus brazos sollozando, sintiendo que al menos una espina ha sido quitada de su pecho, sintiendo que tiene oportunidad de respirar nuevamente.




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