Llegué a mi casa a eso de las ocho, no saludé a nadie y no comí nada, sólo caminé como zombi hasta mi habitación y me dejé caer en la cama, estaba agotada. El trabajo que había hecho no fue difícil, organice ropa, lleve comida al cuarto y recibí miradas furiosas; pero por otro lado, mi mente daba mil y un vueltas cada minuto pensando en cómo lograr levantar a Evan de la silla pero todas las ideas eran absurdas o imposibles y mientras más pensaba en ello más me dolía la cabeza, tenía que distraerme, así que me levanté, tomé el primer libro que encontré y empecé a leerlo pero no entendía ni una sola palabra, me confundía en el texto porque no podía dejar de pensar en él, en esa mirada, era tan hermoso pero tan descuidado, tan agresivo a pesar de verse tan vulnerable. Dejé el libro a un lado y cerré los ojos, imaginé como habría sido conocer a Evan en otra situación, al Evan de antes, debía ser un hombre coqueto, rodeado de mujeres hermosas que harían lo que fuera por llamar su atención; mientras imaginaba al hombre que ese soldado lastimado podía ser, me quedé dormida.
(...)
Después de una ducha fría y comer el desayuno de mi hermano y el mío fui a tomar un autobús que me dejara cerca de mi lugar de trabajo, camine un par de cuadras y toqué, cuando me abrieron entré y caminé directo a la cocina para llevar el desayuno de Evan pero en lugar de encontrar la comida lista, habían un montón de ojos mirándome como si fuera una rata de laboratorio.
—¿Es ella, Ava? —preguntó uno de los dueños de los ojos que me miraban con atención.
—Es ella —asintió, camino hasta estar a mi lado y abrazo mis hombros; era bastante alta por lo que le tocaba agacharse un poco para hacerlo —Su nombre es Abril Deveraux, es la hermana menor de Liam.
—Es bastante bonita —asintió otro de los muchos ojos que me miraban, eran demasiados ojos y eran muchos hombres parecidos —¿Tienes novio lindura?
—No, no tengo —respondí sin poder dejar de mirar entre ellos, eran cuatro hombres con rasgos muy similares, pero con cortes de cabello y barbas diferentes y muchas tonalidades de cabello rubio.
—Bueno... ¿Y cómo te fue ayer con Evan? —preguntó Ava desviando mi atención.
—No lo sé, hablé con él muy poco —suspire y ella río.
—¿Hablaste? —no pude evitar sonreír —Yo diría más bien que gritaste con él.
—No es mi culpa, estaba comportándose demasiado grosero y tenía que defenderme —la miré —No puedo permitirle gritarme en el modo que lo estaba haciendo, no tiene siete años, no puede tratar a la gente así y esperar gentileza a cambio.
—Tienes toda la razón —hablo la señora Jessica desde la puerta de la cocina —No podemos justificar el comportamiento de Evan un día más.
—No creo que igualarse y responderle del mismo modo sea la solución para sus problemas —uno de los hombres que estaba ahí me miraba con reproche —La solución es llevarlo donde puedan atender todas sus necesidades.
—No estoy comportándome igual que él, estoy comportándome cómo debieron haber hecho ustedes hace tiempo —lo miré sería.
—¿Y según tu como se supone que nos comportamos? Porque desde donde yo sé, nunca has estado aquí y no sabes que hemos hecho y que no —hablaba como si fuera alguien superior a mí, con una arrogancia que daba ganas de pisarle el pie.
—Estudié psicología y tengo ciertos conocimientos sobre el comportamiento humano y en lo que pude ver ayer ustedes se han comportado con él del modo erróneo —empecé a hablar seriamente, este hombre no tenía derecho de venir y hablarme como si fuera el presidente —Están justificando su comportamiento, él en este momento esta auto compadeciéndose y ustedes lo permiten, se comportan de forma más delicada cuando están cerca de él y dejan que él vea la compasión que le tienen, eso molestaría a cualquiera.
—Según eso... ¿Nosotros tenemos la culpa de que Evan este así? —habló con los dientes apretados, al parecer el hombre de la silla de ruedas no era el único con mal carácter —¿En serio van a dejar a esta... niña a cargo de Evan?
—Así es Marcus, esta niña se va a hacer cargo de Evan —habló la señora Jessica —Prefiero poner mis esperanzas en ella que en ese lugar al que quieres llevarlo.
—Mark, ella se ve que sabe de lo que habla, ¿No puedes confiar un poco? —hablo uno de los cuatro hombres que estaban ahí —Es probable que ella logre más que los demás, seamos positivos.
—Dean tiene razón, ¿Qué tal si la dejamos hacer todo a su modo? —Marcus o Mark cómo lo había llamado Dean resoplo —Siempre hemos hecho las cosas de la misma manera, actuando con tacto para que él no se sienta mal... ¿Y eso cómo ha resultado?
—Yo no voy a prestarme para esto —habló de mal humor Marcus y camino fuera de la cocina —Llámenme cuando ella fallé.
—¡No voy a fallar! —sabía que nada se solucionaría hablando con él y que no convencería a Marcus de nada con palabras, pero no pude contenerme.
—Me gusta tu actitud —me sonrió el que me pregunto antes si tenía un novio —Soy Corey.
—Y yo Dean —estiró su mano y la tomé —Pero tú puedes decirme mi amor.
En tan poco tiempo ya había notado lo diferentes que eran todos en su actitud a pesar del enorme parecido que tenían físicamente. Marcus era gruñón, Corey era curioso, Dean juguetón y el otro chico que aún no escuchaba hablar suponía que era tímido o simplemente callado.
—¿Y si mejor dejas de coquetear con la empleada? —habló Evan desde la entrada de la cocina —A ver si de una buena vez empieza a hacer su trabajo.
—Y oficialmente terminó la diversión —dijo Dean, tomó mi mano y dio un beso en el dorso —Suerte... vas a necesitarla con ese demonio.
—Ya dejen de decirle así a Evan —regaño Jessica y no pude evitar reír haciendo que el mencionado gruñera.
Vaya. creo que debí conseguirle un perro mejor, así podrían gruñir juntos.