Indomable

40. Nuestro propio lugar.

Entré a mi habitación, Evan estaba sentado en la cama, rascando uno de sus ojos mientras bostezaba, me acerqué a él y con uno de sus brazos rodeó mi cintura. Estaba enamorada, muy enamorada, pero había algo que me hacía dudar en cuanto a mudarme con él, tal vez era porque no estaba lista aún para todas las responsabilidas, o porque tenía miedo.

—Buenos días, cariño —su voz en las mañanas era encantadora —¿Hace mucho estas despierta?

—No mucho —puse una mano entre su cabello y lo acaricie —Tenemos que hablar sobre lo de la mudanza.

—¿Vas a decirme que si? —sonrió y yo negué con la cabeza —Entonces vas a decir que no.

—En realidad voy a decir: tengo miedo —baje la mano hasta su mejilla —Me da miedo aceptar ir a vivir contigo, y no es sólo por el dinero, también me da miedo todo lo que significa una mudanza, tendremos que estar juntos más tiempo, habrán más responsabilidades... Yo no me siento lista.

—Lo entiendo amor, sé que puede ser aterrador salir de tu zona de confort, descubrir un nuevo modo de convivir —acarició suave mi cintura y cadera con sus manos —Entiendo que somos novios hace poco y que probablemente pienses que es algo acelerada mi propuesta.

—Me da miedo que después de unos días me sienta abrumada, que quiera irme, o peor aún, que tú quieras hacerlo —suspire y me senté junto a él en la cama —No quiero que se arruine lo que tenemos por tomar una decisión apresurada.

—Te pedí que vinieras a vivir conmigo porque ya estoy mejorando, mis piernas cada dia se vuelven más fuertes y ya quiero irme de casa de tus padres —iba a decir algo, pero no me lo permitió —Antes de que digas algo, tampoco quiero volver a casa de mis padres, quiero tener mi propio lugar, pero contigo.

—También quiero estar contigo, en nuestro propio lugar —sonreí un poco y abracé su cuello.

—Entonces no lo pienses más, hagámoslo, vivamos juntos, intentemos esto.

—Esta bien, vamos a intentarlo —sonreí y él me abrazó —Pero debes prometerme que nada de esto va a cambiarnos, que nuestra relación continuará siendo como hasta ahora.

—Eso no puedo prometerlo, cariño, cuando vives con alguien, cuando pasas mucho tiempo con otra persona, las relaciones tienden a cambiar, y lo hacen para bien o para mal, depende de ti y de mi que rumbo va a tomar la nuestra.

Evan era joven, pero también sabio, no tenía manera de debatir con él, tenía razón, somos los dueños de nuestro futuro y somos nosotros mismos quiénes nos encargamos de guiar el presente para que lo que sea que venga después sea agradable. Y queria que nuestro futuro fuera agradable, deseaba que todos los errores y cada mala experiencia del pasado se quedará enterrado y fuéramos felices el resto de nuestras vidas.

—Tienes razón —asenti y besé su mejilla.

—¿Que te parece si empezamos a buscar un apartamento, podemos empezar en un lugar pequeño, para nosotros dos? —su sonrisa era radiante, me encantaba que lo fuera, pero me gustaba aún más saber que yo era quién lo hacía sonreir de esa manera.

—Podemos hacerlo —hablé bajito.

—¿Entonces que estamos esperando para hacerlo? —se levantó y tomó su caminador —Vamos a buscar ese apartamento, quiero encontrar algo antes de la terapia de hoy.

Sonreí, me levanté y caminé junto a él hasta la sala de estar, donde nos sentamos con un computador sobre las piernas de Evan, mientras mirábamos y llamábamos para hacer citas en diferentes agencias inmobiliarias.

La mañana había pasado rápido y para después del almuerzo teníamos tres visitas programadas, una pequeña casa para ver en las afueras de la ciudad y dos apartamentos en el centro. El entusiasmo que mostraba Evan mientras nos vestiamos para asistir a dichas reuniones, era mayor a la emoción que había mostrado al dar los primeros pasos hacía mi, al parecer valoraba más la decisión de vivir a mi lado, que caminar.

—¿Estás lista? —se acercó lo más rápido que pudo a mi y tomó mi mano.

—Estoy lista —asenti y apreté un poco su mano —Vamos antes de que explotes y termines llevándome a la fuerza hasta el auto.

—No podría, aunque quisiera —su expresión se ensombrecio un momento, pero sacudió la cabeza y sonrió nuevamente —Mejor vámonos, quiero ver ya esa bonita casa.

Salimos, nos subimos al auto y fuimos hasta el lugar que nos indicó el GPS, la casa era pequeña y alrededor habían algunas casas más, no muy cerca, no muy lejos, el frente tenia hermosas flores que le daban vida al jardín, el hermoso color rojo vibrante de la puerta la hacía aún más llamativa y el hermoso árbol en un costado era el toque perfecto.

Bajamos del auto y caminamos directamente a la puerta, donde nos abrió una mujer de unos cuarenta años, con un traje azul marino, amablemente nos dio un recorrido por toda la casa, nos contó un montón de pequeñas historias a las que realmente no prestaba atención, estaba demasiado ocupada mirando los detalles que tenía, cada habitación a la que entraba me enamoraba y me aseguraba que no era necesario ver más lugares, ese era el correcto, era perfecto para empezar nuestra vida juntos. Solo esperaba que Evan pensara lo mismo que yo.

Al finalizar el recorrido, la amable señora Dawson, nos dejó unos minutos a solas en la sala de estar.

—Te gusta, ¿Verdad? —preguntó mientras dejaba a un lado el caminador que aún usaba de vez en cuando como apoyo, y me abrazaba desde atrás.

—No pensé que fuera a gustarme tanto —sonreí y puse mis manos sobre las suyas —Pero me gusta, me encanta, es perfecta. ¿No crees?

—Para mi es perfecto lo que sea que tu creas perfecto —negué con la cabeza, me giré entré sus brazos y abracé su cuello.

—No es perfecto si ambos no estamos de acuerdo, quiero vivir en un lugar que tu ames tanto como yo, que tú sientas que es tan tuyo como mío, quiero vivir en un lugar que los dos sintamos un hogar.

—Sólo es una casa, cariño, me gusta mucho, sólo que no puedo amar un lugar que aún no tiene recuerdos que me hagan sentir de forma especial hacía ella.




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