En mis cortos años de vida, escuché muchas mujeres hablando acerca de lo maravilloso que era el proceso de organización de las fiestas, en repetidas ocasiones decían:
—"Lo mejor de esto no es la fiesta en sí, lo que más se disfruta es organizando todo, escoger la comida, los manteles, los cubiertos..."
Para ser sincera, durante años creí que eso era cierto, hasta que me tocó organizar una a mí. Escoger el lugar era un martirio, todo estaba reservado, había pocos meseros disponibles, faltaban cubiertos, era demasiado costoso.
Escoger la comida no era mejor, pues debías tener en cuenta las posibles alergias de los invitados y que los manteles combinaran con las cortinas, las flores, las servilletas, los centros de mesa, las velas y hablando de velas, ponerlas de manera que no se caigan y empiecen un incendio. Y eso no era todo, además de organizar toda esa locura, debía llegar a la nueva casa que Evan y yo ocupábamos desde hacía una semana para organizar los muebles, las maletas... de solo pensarlo la cabeza me dolía.
Y además de todo lo que ya habia mencionado, tenía que preparar la comida para Evan y todo en cuestión de pocas horas, sentía que necesitaba unos siete clones para poder hacer todo lo que debía.
Mi madre, Liam, Ava, Marcus, Corey, Dean e incluso Jessica habían ofrecido su ayuda, pero no quería aceptar, sentía la necesidad de hacer todo por mi misma y a pesar de la enorme frustración que sentía, estaba orgullosa de lo que había logrado hasta ese momento, tenía el salón alquilado, los meseros y las decoraciones, faltaba solo la comida, las invitaciones y lo más importante, el vestido, que estaba dejando para prepararlo a última hora, porque no podría tomar una decisión con meses de anticipación, tenía que elegirlo a última hora para no arrepentirme después de mi decisión.
Y una decisión de la estaba segura no me iba a arrepentir de tomar era la de agarrar el teléfono, llamar a un restaurante y pedir comida, debía delegar algunas tareas y esa era la más fácil de todas; mientras esperaba que llegara el domicilio, me dispuse a ordenar todo lo que tenía en cajas, busqué entre el montón todas las que decían cocina, luego las que tenían mi nombre y el de Evan, para después, poco a poco ir llevando cada una a su respectivo lugar, para finalmente empezar la ardua tarea de desempacar. Me había llevado toda la tarde hacerlo, pero mis deberes se habían reducido bastante, solo quedaba esperar que los Hunter se dignaran en aparecer para ayudarme a acomodar los muebles que aún estaban en posiciones extrañas por toda la sala.
Después de esperar un rato, mirando con recelo la sala de estar, no pude más y yo misma empecé a mover los muebles, lento, con mucho esfuerzo y sobre todo con un montón de malas palabras que salían de mi hermosa boca, lo cuál no le gustó nada a un muy guapo, pero enojado Evan Hunter que hizo un ruido con su garganta desde la puerta para avisar que estaba en casa y que además de eso, había escuchado el rosario que acababa de salir de mi pequeña boca.
—¿Que clase de recibimiento es este? —preguntó con los brazos cruzados, mientras que atrás de él mi hermano Liam luchaba por no reír.
—Uno que no estaba pensado en serlo —suspire y caminé hasta donde estaban de pie, mirándome.
—¿Que hacias moviendo los muebles tu sola? ¿Acaso no podías esperar que llegaramos?
—Estaban tardando demasiado en llegar —me excuse — Y ambos saben que en estas cosas no tengo paciencia, me gusta ver las cosas en su lugar lo más rápido que sea posible, la casa esta casi lista, excepto por los benditos muebles.
—Ya la caballería llegó —dijo Liam justo cuando Dean y Marcus entraron en la casa y fueron directo a la sala.
—Gracias por venir —suspire de nuevo y Evan se acercó —Estoy muy cansada.
—Se nota —puso sus manos en mis brazos y luego me acercó a él para abrazarme —Trabajaste mucho estos días, toma un descanso.
—No puedo tomar un descanso, aún tengo que ordenar muchas cosas para la boda y...
—Y nada, Abril, vas a morir de estres y cansancio antes de que puedas quedar atada a mi por toda la eternidad —me reí y él me abrazó más fuerte —Se supone que debes disfrutar de todo esto, no ponerte de esta manera, estas más delgada.
—No ha sido lo más agradable, ni relajante que he hecho en mi vida, pero lo he disfrutado, y lo disfrutaré aún más cuando lo vea todo, tal y como siempre lo quise.
—Realmente espero eso, sería horrible que después de tanto esfuerzo no te guste nada.
Bueno, eso no me hacía sentir mejor, en lo absoluto, pero entendía su preocupación, era algo que sentía cada vez que tomaba una decisión, pero después lo descartaba, porque estaba eligiendo a conciencia, elegía lo que más me gustaba y lo unía todo para crear el ambiente perfecto y soñado.
—Me gustará —sonreí y bese los labios preocupados de quién muy pronto sería mi esposo —Y a ti también.
—¿Cómo estás tan segura? —sonrió y dio un pequeño beso en la punta de mi nariz.
—Porque sin saberlo estuviste haciendo algunas elecciones conmigo —sonreí.
Le había estado preguntando las cosas más simples del mundo durante la mudanza y entre todas esas preguntas habían algunas que me ayudaban a descubrir que le gustaba más y buscaba la manera de hacer que funcionaran con mis ideas, porque la boda era de ambos, así que él también haría parte de todo el asunto, incluso si su deseo era que yo eligiera todo a mi gusto.
Cuando terminamos por fin de arreglar la casa y recibir la comida que había pedido, nos sentamos a comer todos juntos en el suelo de la sala, estabamos todos llenos de sudor y suciedad por estar moviendo cosas que ninguno de nosotros quiso sentarse en los cómodos muebles que habíamos decidido comprar.
Ya que todo estaba terminado, los chicos se fueron y nos dejaron sólos en nuestra casa, ambos subimos a la habitación, nos dimos una ducha y nos metimos a la cama; estabamos agotados, pero no podíamos dormir, así que tome mi celular y empecé a mirar las cosas que aún tenía pendientes, Evan se acercó, en silencio a mirar, después de un rato decidió que iba a señalar una cosa y otra cada cierto tiempo, entendía sin necesidad de que hablara, que me estaba dando opciones, que me ayudaba a elegir entre cuatro opciones en lugar de cien y debía decie que tenía buen gusto, porque sus opciones eran buenas y encajaban con todo lo que ya tenía.