Indómito

capitulo 6

CAPITULO 6

 

La cena transcurrió entre alegres murmullos y risas. Varios sirvientes se ocupaban de servir la inagotable variedad de platillos que se sucedían lenta pero incansablemente.  Foie gras, selecciones de quesos, empanadas, fiambres caseros, escabeches y conservas fueron primero.  Todo acompañado con pan casero y una envidiable cantidad de botellas de un vino excelente, que un par de atentos jóvenes se encargaban de ir sirviendo en las copas de todos sin permitir que los niveles de bebida alcancen el vacío.

Luego vinieron las carnes: carnes rojas, cerdo, pavo, verduras abundantes y finalmente los postres y tortas y el pastel de cumpleaños con las velas para que la agasajada pida sus tres deseos. 

Adrián estaba más intenso que de costumbre y Pilar no veía la hora de que terminasen de cortar el pastel y se volviera a armar el baila para deshacerse de él y para invitar a bailar al doctor.  Así que una vez que se acabaron los aplausos y los deseos estuvieron pedidos, la orquesta recomenzó la música para bailar y ella se acercó rauda a su invitado.

-¿Baila conmigo, doctor?

-No soy buen bailarín, me temo

-Por favor, no me desaire, quiero decirle algo

El no pudo negarse y ofreciéndole el brazo se encaminaron al medio del salón y comenzaron a bailar.

-Quería expresarle mis disculpas por el comportamiento de mi madre.    Yo le ofrecí sentarse conmigo y ella…

-No tiene que disculparse, su madre tuvo razón en sentarla con el caballero, ustedes iban a tener más temas de conversación.  Conmigo se hubiera aburrido terriblemente

-No lo creo- dijo ella poniendo su manito en el brazo de él.

Automáticamente la retiró sobresaltada, la fuerza de la musculatura que sintió bajo su diminuto guante fue un latigazo, como la fuerza de un relámpago.  Él también lo había sentido.

Ella lo miró desconcertada.  Nunca le había pasado algo así antes.  Había ido a docenas de bailes cuando estudiaba en la capital y jamás había sentido algo igual.

-Creo que será mejor que me retire- dijo él.

-Oh – dijo ella compungida  -adiós, entonces- y sin decir más caminó a paso firme fuera del salón.

El buscó al anfitrión para despedirse, adujo que tenía una buena distancia hacia su hogar y que no acostumbraba trasnochar tanto.  Agradeció la invitación a Adolfo y su esposa y se retiró.  Los criados estarían en algún lado tratando de comer algo de todo lo que había vuelto a la cocina desde la mesa.  Era tanta la comida que no llegaban a vaciarse las bandejas cuando ya eran reemplazadas por otras, así que imaginó a los criaditos arremolinados en la cocina comiendo manjares que nunca estaban a su alcance.

Los carruajes y caballos estaban solos.  La noche era realmente oscura y apenas un resplandor mostraba el camino hacia su cabalgadura.  El aire de la noche era fresco, tirando a frío.  La amplitud térmica en esa zona solía ser importante.  Muchísimo calor durante el día cuando el sol brillaba y frío intenso cuando el sol se escondía.  Se ajustó el cuello de la chaqueta.  La ropa de fiesta no estaba pensada para personas que debían cabalgar 10 kilómetros hasta sus casas.  Era para ir en carruaje o quedarse en los grandes salones de baile junto a la chimenea.

-Se va por algo que hice o dije, ¿verdad?

En la oscuridad fue sobresaltado por esa voz angelical que salía de algún lugar al que no lograba identificar.

Un paso más adelante y la punta de zapatito de raso dio lugar al bajo de un vestido rosa grisáceo por la penumbra y más arriba unos hombros blancos y suaves, una naricita pequeña, una cabecita llena de bucles.

-¿Qué hace aquí afuera?  Se va a helar

-¿Por qué se va?

-Porque ya es tarde, ande, vuelva a dentro, sus invitados la esperan y ese vestido no es adecuado para estar en el rocío de la noche.

Ella se adelantó más y la tela de su vestido rozó las piernas de Orellana.

-No le gusta mi vestido- le dijo acercando su cara al pecho de él.

-Por supuesto que sí, me gusta.  Me gusta mucho.  Parece usted un ángel.

Ella comenzó a temblar y la tenía tan cerca que sus temblores se le transmitían. 

-Está muerta de frío, pequeña- se quitó el saco y lo puso sobre los hombros de ella –vuelva adentro, por favor, se va a enfermar.

Entonces se dio cuenta de que no temblaba de frío sino que eran espasmos de llanto.

-Por favor, llevame contigo- le dijo, tuteándolo.  Sacame de acá, llevame a tu casa, contame tu historia, quiero saber.

-Pero ¿qué dice? Como cree que la voy a llevar conmigo y a exponerla a las habladurías.  ¿Imagina lo que la gente diría? No está pensando con claridad. ¿se siente bien? ¿por qué llora?

Ella levantó la carita empapada hacia él y Raúl sintió como si lo estuvieran apuñalando.

-Puede decirme, soy su amigo…

-Mi padre me informó hoy que dentro de un mes anunciará mi compromiso con Adrián Lezama y yo no puedo casarme con él.  Esto último lo dijo en un suspiro.




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