Indómito

Epilogo

EPILOGO

 

Se casaron seis meses después.  Asistieron muy pocas personas.  Del haras vinieron su madre y el padre Oscar.  El doctor de San Ambrosio estuvo ahí feliz por su amigo.  Las chicas de la pensión y la tía Elvira.  Algunos vecinos curiosos.  El regreso del doctor Orellana había sido el chisme de la hora.  Al principio venían a pedir consulta sólo por el morbo de verlo.  Luego fueron comprobando que eran una hermosa familia y todo el pasado fue olvidado por la mayoría.  Era un médico excelente y siempre era un gusto pasar por su consulta donde además la hermosa esposa los recibía con café o té y masitas caseras.

Cuando Adolfo se enteró de lo sucedido amenazó, gritó y despotricó, finalmente dejó de hablar del tema.  No sería fácil que acepte tanta información.  Su nieta ya tenía seis años y su hija se casaba con el villano ese. Ra más de lo que podía soportar.  No sería un hueso fácil pero Pilar no perdía las esperanzas de que algún día la perdonara.  Le resultaba muy triste pensar que su hija no tuviera abuelos y, como los padres de Raúl habían fallecido cuando él era adolescente, Adolfo Hutton era su único abuelo.

Después del casamiento se fueron a París en luna de miel.  Irene Hutton se quedaría con su nieta hasta que ellos regresaran en dos meses.  Aprovecharían a recorrer varias capitales y a descansar y renovar energías.  Se merecían ese tiempo a solas y lejos de todo y de todos.  Escribían a diario.  Extrañaban muchísimo a su hija.  Ella y Raúl se habían vuelto inseparables.

Estaban cenando en un hermoso bistró, cuando ella rechazó la copa de champagne que él le ofrecía.

-¿Rechazando una copa de champagne, señora Orellana?  Que ven mis ojos!  ¿Estás bien?

-Estoy perfectamente doctor, pero ya me gustaría volver a casa.

-¿No estás a gusto en Paris?

-Oh si, y quiero volver a venir siempre que podamos, pero…

-Pero…?

-Pero extraño demasiado a Ángeles y además quiero que su hermanito nazca en nuestra patria.

-Su herman…

Lo entendió todo en un segundo, tomó su mano y la besó.

-¡Qué feliz me hacés, hermosa mía!  ¿Voy a ser padre otra vez?

-Si, amor, y esta  vez no te vas a perder nada!  Desde el primer segundo estaremos juntos compartiendo este hermoso camino.

-¡Garçon! La adición, por favor

-¿Qué te pasa? ¿por qué tanto apuro?  No tenemos barco hasta dentro de por lo menos diez días!

-Lo sé, pero necesito urgentemente llevar a mi hermosa esposa al hotel y –esta última parte se la dijo al oído -hacerle el amor hasta que amanezca.




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