Audrey.
Han pasado tres meses desde la última vez que lo vi.
Desde esa mañana en la que el sol entraba por los ventanales del penthouse y, sin darnos cuenta, también se llevaba todo lo que fuimos.
Volví a mi antiguo apartamento.
Ese pequeño espacio con paredes color crema y el ruido constante de la ciudad colándose por la ventana.
Al principio dolía —todo.
El silencio.
El café sin él.
La cama que ahora se siente inmensa.
Eva me llamó un par de veces. Siempre con esa voz cálida, intentando no preguntar demasiado. Solo decía que Zade estaba bien, que seguía trabajando sin parar, y luego cambiaba de tema, como si hablar de él todavía doliera, incluso a ella.
Y sí.
A veces me descubro pensando en él.
En la forma en que me miraba cuando creía que no lo veía.
En cómo pronunciaba mi nombre con esa calma que hacía que todo pareciera más fácil.
En cómo, sin querer, terminó enseñándome que el amor no siempre es suficiente si no hay confianza.
La vida volvió a ser simple.
Trabajo.
Café.
Silencio.
Mis plantas sobreviven de milagro y mi buzón sigue lleno de revistas en las que su nombre aparece de vez en cuando.
No las leo.
Ya no necesito hacerlo.
A veces camino por las calles donde solíamos ir, y me gusta pensar que él hace lo mismo en otro lugar, bajo otro cielo.
Quizás también piensa en mí, aunque sea por un instante.
Quizás recuerda mis risas, mis manías, o cómo insistía en ver Crepúsculo solo para hacerlo rodar los ojos.
No lo odio.
No podría.
Amar a Zade fue una de esas experiencias que te cambian, que te rompen y te reconstruyen sin pedir permiso.
Pero también aprendí que a veces amar significa soltar.
Y dejar que el otro encuentre su paz, incluso si no es contigo.
Miro por la ventana, el cielo está teñido de naranja.
Tomo un sorbo de café, cierro los ojos y sonrío, apenas.
Ya no duele tanto.
Y por primera vez en meses, eso me parece suficiente.
—★‹🥀›★—
Zade.
Han pasado tres meses, y todavía busco su sombra en cada rincón del penthouse.
El eco de su risa sigue atrapado entre las paredes, como si se negara a irse del todo.
A veces creo que si me quedo lo bastante quieto, puedo escucharla tararear bajo la ducha, o reírse de mis comentarios sarcásticos mientras revuelve su café.
Pero solo es mi cabeza, jugándome otra mala pasada.
He intentado llenar el silencio con trabajo, reuniones, viajes.
Nada funciona.
La vida se volvió mecánica.
Cada cosa que antes tenía sentido ahora solo... está.
Vacía.
Estéril.
Eva no dice su nombre, pero la veo dejar flores nuevas en el comedor los domingos, justo donde Audrey solía ponerlas.
Es su forma silenciosa de recordármela, o quizá de recordarse a sí misma que ella existió, que no fue un sueño.
He leído todos los titulares, los comentarios, los rumores.
Y cada vez que veo su rostro en alguna portada, sonriente, fingiendo que está bien, algo en mí se parte.
Porque sé que detrás de esa sonrisa hay una parte que todavía me pertenece.
Y lo peor… es que la dejé ir.
A veces conduzco hasta su antiguo apartamento.
No bajo del auto. Solo me quedo ahí, mirando la ventana encendida, imaginando que aún me espera.
Y por un instante, me lo creo.
Que si subiera las escaleras y tocara la puerta, ella abriría, con el cabello despeinado y esa mirada que me hacía olvidar el mundo.
No lo hago.
Porque no sé si tendría el valor de verla y no besarla.
De escuchar su voz y no decirle que todavía la amo.
El orgullo se disfraza de prudencia, pero la verdad es que sigo roto.
Y cada día me cuesta un poco más sostener la máscara de que estoy bien.
A veces me pregunto si me extraña.
Si aún guarda mis camisas en el fondo de su clóset o si ya las tiró.
Si cuando ve una taza de café negra sin azúcar, piensa en mí.
No la culpo por irse.
Yo rompí la confianza.
Y eso, en alguien como Audrey, es imperdonable.
Pero si alguna vez me diera otra oportunidad, no la desperdiciaría.
No la dejaría marcharse de nuevo.
Porque después de todo lo que intenté perder para olvidarla…
me di cuenta de que lo único que quiero ahora es verla.
Y besarla.
Una vez más.
Solo para comprobar que todavía existe algo de nosotros en ese punto donde todo se detuvo.
"Porque a veces el amor no termina...Solo cambia de forma"