Inefable

Capítulo 4

-Me gusta el silencio. –le digo.

Lucas me mira mientras se abraza las rodillas.

Estamos sentados en la vereda de una pista a las 2am, casi no pasan carros.

-¿Por qué?- responde.

-Me hace creer que no existe nadie más, solos tu y yo. –Sonrío y miro al frente, mientras el aire frío de la madrugada golpea mi rostro.

-Eres muy dulce cuando dices esas cosas, solo haces que te amé más. –Me abraza con un brazo y me recuesto en él, sintiendo su calidez. Me besa la frente.

-¿Crees que mi padre se molestará si me quedo más tiempo aquí?- le digo.

Suspira. –Es probable, debemos tomar un taxi antes de que empiece a bombardear tu móvil con mensajes y llamadas. – nos reímos juntos.

-Si. –le digo. Se levanta y me ayuda a hacer lo mismo.

Estamos parados uno frente al otro, abrazados, solo mirándonos, contemplándonos, como si pudiéramos decirlo todo con solo mirar los ojos del otro.

-Podría quedarme así todo el tiempo, sin hablar, solo mirándote y no me aburriría. –Me dice. -¿Sabes por qué? – me pregunta.

Niego con la cabeza.

-Porque a veces no es necesario decir nada, solo sentirte aquí. –me abraza más fuerte. –a mi lado, eso me hace feliz, y no puedo explicar porque no me aburriría, solo sé que hay algo dentro de mí que me impulsa solo a sentirme motivado, podría verte la cara todo el tiempo y no me aburriría nena. –me mira con intensidad en los ojos, como si quisiera decirme todo pero sin saber si todas esas palabras fueran suficientes.

Lo besé, con todo el amor que nacía de mí. Con todo el amor que él lograba sacar de mí, era perfecto, él, este momento, juntos.

Golpee las puertas del lugar como si fueran cadenas queriéndome atrapar, el impacto del frío nocturno golpeo mi cuerpo, mis piernas mucho más, me sentí débil, de pronto los tacones eran demasiado para mí, me los quité y me recosté en la pared más cercana mientras me abrazaba y sentía las lágrimas caer. Estaba en la parte trasera del club, por suerte no había mucha gente, un grupo de chicas paso por el lugar mientras se sostenían unas a otras, estaban algo ebrias y reían y cantaban cosas que no podían ni pronunciar, no me notaron y si lo hicieron no perdieron su tiempo mirando a esta patética chica llorando descalza, en falda de cuero en un maldito callejón del patio trasero de un club.

-Porque rayos estoy aquí. –le dije a la nada. Y esas palabras fueron como un impulso para desencadenar el mar de lágrimas que empezó a salir, ya no lloraba solamente, prácticamente convulsionaba del dolor, sentía que no podía sostenerme más, y empecé a caer, era una cobarde, nunca pensé que sería tan débil, pero lo era, estaba demostrando que no podía sobrevivir al desamor. Descendí por la pared hasta sentarme mientras abrazaba mis piernas y me cubría con los brazos la cara. Quería ocultarme bajo mis brazos y desaparecer a todo el mundo o mejor aún desaparecer yo misma en ese callejón, simplemente cerrar los ojos y desaparecer. Quería el silencio, quería ese silencio que me llenara de paz.

Las puertas del club se abrieron, no, no había silencio... los pasos eran cada vez más fuertes.

-¿Sabías que puedo ver tu ropa interior? –me dijo una voz.

Mierda, junte más mis rodillas, como si eso fuera suficiente, me aplaste más contra mis brazos para ocultarme más de esa voz, no quería ver quien era y no quería estar aquí, solo quería que siguiera su camino y me dejara sola.

Sonrió o rió, no lo sé, pero se sintió como ambos. Lo sentí acercarse más.

-Si tratas de ocultarte deberías buscar una mejor manera. –Su voz era burlona.

-Cuando quiera una opinión la pediré. –Me obligo a responder y mi voz se sintió ronca y aplastada por mis brazos.

Se rió, ahora si se rió, lo sentí claramente.

-No vale la pena denigrarte así por otra persona. –Su voz era seria ahora.

No le respondí, quería que se valla, no sé porque pensaba que iba a entablar una conversación en el estado en que estaba y menos con un idiota que miraba mis bragas.

No dijo nada por varios minutos, solo podía escuchar el viento y los ruidos de la noche. Su respiración también era cercana por lo que asumí que seguía aquí.

-Deberías cambiar de actitud y volver al club o recoger tu dignidad e ir a casa. – Sentí sus pasos alejarse, abrió la puerta de club, lo supe por el ruido que salió de adentro y al segundo fue absorbido. Ya no estaba, me quede sola otra vez.

Saque la cabeza de mis brazos y el frío se aferró a la piel de mi rostro otra vez. Lo respiré.

Las puertas se abrieron, gire al instante en la dirección pensando que era él, pero no. Era James, tenía el rostro preocupado. Me paré y me limpié las lágrimas como pude, era inútil pero aun así lo hice.

-¿Qué diablos te paso? –Me estudio como si fuera un objeto en la clase ciencias. Lo noté, sus ojos estaban rojos.

-Me voy a casa. –Le dije mientras empezaba a caminar.




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