Inefable

Capítulo 4

Narra Alai.

Cuando el teléfono de casa suena a las tantas de la madrugada, siempre hay una sensación de pavor que recorre mi cuerpo. El silencio de la noche es bruscamente interrumpido por aquel sonido desagradable, y me despierto sobresaltada, sintiendo el miedo invadirme. Mi corazón late tan rápido que siento que podría salirse de mi pecho mientras cojo el teléfono con manos temblorosas. Es en momentos como este cuando siempre temo lo peor.

 

—¡¿Se puede saber por qué mierda no atendés el puto celular Alai!? —Me pregunta una voz alterada del otro lado, tardo unos segundo en darme cuenta de quien era. 
—Eh pará, pará. ¿Benjamín? ¿Qué te pasa? ¡Lo tengo en silencio! ¿Vos no viste la hora que es? 
—Tenés que venir al hospital... Es Lucas está internado —. Me contó bajando el tono la voz.

 

Cuando escuché aquellas palabras, sentí como si alguien me hubiera arrancado el corazón. Sin pensarlo dos veces, solté el teléfono y comencé a buscar ropa en el armario. Me vestí a toda prisa y me subí al coche, arrancando a toda velocidad. Las calles estaban casi vacías a esas horas de la madrugada y el cielo lloraba con fuerza, como si reflejara mi propio dolor. Tuve que bajar la velocidad porque las lágrimas no me dejaban ver bien la carretera. Sentía una angustia inexplicable y una preocupación que me hacía temblar todo el cuerpo.

Llegué al hospital en menos de quince minutos y subí a la última planta. Allí vi a Benja entre la gente, apoyado con la espalda en la pared, llorando desconsolado. Corrí hacia él y, en cuanto me vio, me abrazó con fuerza. Mi cuerpo estaba completamente protegido por el suyo. Sus lágrimas no cesaban y yo quería preguntarle qué había pasado, pero el miedo me paralizaba. Unos segundos después, se alejó de mí y se secó las lágrimas. Me miró a los ojos y me dijo algo que nunca querría haber escuchado en mi vida.

 

—Un conductor borracho se lo llevó por delante.
—¿Ustedes tomaron? 
—Cerveza sin alcohol, ya sabés que ninguno es así de imbécil ni irresponsable.

 

Me sujeté con fuerza a Benja, enterrando mi rostro en su pecho mientras trataba de contener mis sollozos. Aunque mi respiración se estaba haciendo cada vez más agitada, no me importaba. No quería sentir tanto dolor y tristeza sola.
Finalmente, el doctor se acercó a nosotros, con una expresión grave en el rostro. Era evidente que llevaba malas noticias, y eso hizo que mi corazón se llenara de aún más miedo y preocupación. Mis manos comenzaron a temblar y mi respiración se hizo aún más agitada. Benja se dio cuenta así que agarró mi mano con fuerza.

 

—¿Cómo está? —Se adelantó a preguntar sabiendo que yo sería incapaz de pronunciar palabra. 
—Lo lamento... Tiene una lesión cerebral y ahora mismo está en coma —. Hizo una breve pausa —. Puede que despierte en unas horas, en unos días... No se los puedo asegurar. Solo queda esperar. 
—¿Puedo pasar a verlo? —pregunté con apenas un hilo de voz.
—Cuando lo traslademos a una habitación común si, pero ahora está en la UCI. Lo mejor es que vayan a descansar, avisen a su familia y vuelvan mañana.

 

Salimos del hospital y fuimos caminando hacia el coche pero no tenia pensando irme a casa.

 

—¿Podés llamar a María y Roberto? —Le pedí, incapaz de enfrentarme a la tarea de contarles la terrible noticia.
—Ya hablé con ellos antes de llamarte. No tienen vuelo hasta mañana —me respondió con una voz suave, comprensiva.
—¿Cómo sucedió? —Pregunté entre sollozos, sin necesidad de aclarar a qué me refería.
Benja suspiró antes de hablar.
—Salimos juntos del bar, él se subió a su coche y yo al mío. Iba detrás de él... y de repente me quedé atrás, detenido en un semáforo. Cuando arranque, gire una esquina y vi como un coche lo chocaba de lado. Los policías dijeron que el que conducía iba muy borracho... 
—Que hijo de puta... ¿está muerto? 
—Si, murió en el acto.

 

Saber que había muerto me había echo sentir un poco aliviada y no me sentía para nada culpable por eso.

 

—¿Los demás? —Pregunté extrañada por no verlos ahí. 
—Al final con esto de la tormenta, bajamos los dos solos. Ya mañana les aviso... 
—No quiero ir a casa Benja. No puedo ir a dormir a nuestra cama... no seré capaz. 
—Te podés venir a mi casa, sino te molesta entrar en mi cueva de perversión —Me dijo con una sonrisa y lo miré avergonzada. 
—¡No puedo creer que te haya contado que dije eso! —Reí. 
—Es mi amigo, si su novia me detesta, me lo dice. 
—Tampoco te detesto pero sos demasiado mujeriego. Me sorprende que no tengas un hijo por ahí escondido o alguna enfermedad sexual. 
—Te puedo asegurar que mi casa está libre de enfermedades sexuales y tampoco tengo niños escondidos. 
—Gracias. En serio... 
—¿Por?
—Por ser capaz de sacarme una sonrisa... Sé que esto es más difícil para vos que para mi.

 

Dejamos mi auto en el aparcamiento del hospital y fuimos en el suyo. Benja vivía cerca de nuestra casa, bueno, de la casa de Lucas, en la que me había instalado este último año en un intento por salvar nuestra relación. 
Hicimos el camino en silencio. 
Cuando llegamos, entramos por el taller. Benja vivía en la parte de arriba y a pesar de que lo conocía hacía ya seis años nunca había subido. 
El taller era enorme y detrás tenían una pista para probar los coches, así que ocupaban toda la manzana. La familia de Benja vivía en el edificio de al lado, cada uno tenía su propio apartamento pero él había mencionado varias veces que se había mudado al taller porque cuando necesitaba desconectar, se ponía a arreglar algún coche adelantando trabajando. Eran una familia muy rica, ya que se movían en el mundo de las carreras profesionales, pero Benja se dedicaba más a los que acababan de empezar en pequeñas competiciones a nivel nacional y nunca lo había visto irse de viaje con su padre y sus hermanos, cuando había competiciones internacionales.




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