Inefable

Capítulo 13

Narra Benjamín.

Le había llevado las fotos a Alai pero al final ni había tocado la caja. Se había quedado sentada en el suelo de la sala, mirando por la ventana. Tenía la mirada perdida, pagaría por saber que pasaba por su cabeza.

—Tenés que comer algo —. Le dije y le pasé un plato con huevos revueltos, atún y tomate. 
—Gracias... —Lo agarró, empezó a comer y me senté a su lado. 
—Me hicieron el reembolso del viaje, me llegó un email... Pensar que estaríamos paseando por las calles de Italia en estos momentos. 
—Ya lo van a hacer. 
—Ojalá ¿Y Delfina? 
—¿Que pasa con ella? 
—¿Cuándo vas a volver a verla? Me podés avisar y me voy a lo de alguna de las chicas. 
—Me gusta tenerte acá —. Le confesé y ella sonrió —. No me siento solo si estás vos. 
—A mi también me gusta estar acá... Las chicas estarían intentando levantarme el ánimo y no me dejarían mi espacio... Vos me entendés.
—Vamos, levántate —. Me puse en pie y le tendí la mano.
—Estoy en pijama ¿A donde querés ir? 
—Ponte algo cómodo, es una sorpresa.

Se levantó y se fue a cambiar. Después bajamos al taller, hoy estaba cerrado así que no había movimiento. Quité la lona de mi coche y le tiré las llaves para que las agarre al vuelo.

—¿Estas seguro de dejarme hacer esto? —Preguntó con una sonrisa. 
—Este coche es mío así que si me lo destrozas, te mato —. La señalé con el dedo en forma de amenaza.

Alai siempre había querido correr en la pista pero nunca dejaba a nadie hacerlo, no era un lugar para jugar era para el trabajo. 
Nos subimos al auto y ella tenía una sonrisa de par en par. Le brillaban los ojitos. Estaba emocionada y me alegraba poder cumplirle un capricho.

—Arrancá despacio. 
—¡Ben, tengo el carnet, sé conducir!
—Ya sé pero acá vas a ir a mucha velocidad y tenés que hacerlo de a poco, así que vos haceme caso. La primera vuelta es despacio para que conozcas la pista. 
—Cuando le cuente a Lucas que me dejaste, me va a odiar de la envidia que va a sentir —Sonrió y tomó una curva. 
—Céntrate. 
—Estoy centrada, no seas amargado —. Aceleró un poco más al llegar a la meta. 
—Podés acelerar otro poco, hasta ciento sesenta. 
—¿Cuánto es lo máximo que puede llegar un coche de estos? 
—Estos a doscientos o doscientos cincuenta.
—¡Impresionante! 
—Bajá un poco para tomar la siguiente curva y pegate lo máximo que puedas al borde. 
—¿A cuanto puedo poner este coche? 
—No vas a llegar a los doscientos kilómetros, no estás entrenada para aguantarlo pero ya estás llegando a los ciento ochenta, por ahí te podés quedar. 
—¡Es brutal esto! —Aceleró un poco más. 
—Bajá la velocidad porque se te va a ir el coche. 
—Está bien —. Hizo caso y dio la tercer vuelta —¿Vos a cuánto ponés el coche? 
—Me muevo en velocidades de doscientos cincuenta más o menos. Pero voy aumentando. 
—¿Me das una vuelta vos? Ya que no me dejás ir más rápido... —Le hizo pucherito. 
—Está bien. 
—Pero ahora sigo yo —. Dijo con una sonrisa y subió la velocidad al tomar una curva, provocando que el coche derrape pero lo supo manejar bien.

Narra Alai.

Habíamos estado tan entretenidos que se nos había pasado el tiempo volando. No nos había dado tiempo de cenar, así que mientras Benja se duchaba yo había hecho unos sándwiches para llevar al hospital y no morir de hambre. 
Fuimos en su coche, cuando llegamos estaba la familia de Lucas.

—Sigue igual —. Me contó María y me abrazó con fuerza. 
—Vamos a descansar mami —. Le dijo Agustín —. Se queda en buenas manos —. Me dio un beso en la frente y después se acercó a saludar a Benja.

Pusimos la mesita en medio de los dos sofás que estaban bajo la  ventana y nos sentamos a comer.

—¿Te acordás cuando se cayó del techo poniendo las luces de Navidad? 
—¡Que susto me dio! —Abrí los ojos como platos al recordar esa imagen —. Pensaba que se mataba. 
—Estuvo insoportable los tres meses que tuvo la pierna enyesada y encima vos le diste una campanita, la usaba las veinticuatro horas ¡Lo quería matar cuando me tocaba cuidarlo! —Confesó entre risas y dio un bocado. 
—Pero nos hizo reír mucho también —. Me quedé mirando hacia la cama —. Siempre el alma de la fiesta. 
—Cuando despierte y vaya a casa, vamos a darle la mejor fiesta de todas, ya lo voy a ir planeando. 
—Espero que sea pronto... Es muy triste verlo acá. No poder escuchar su risa... No verlo tomar una cerveza en el patio todas las noches...

Después de comer pusimos la tele, aunque Benja estaba centrado en el libro que estaba leyendo, y yo miraba las imágenes pero no me enteraba de nada de lo ocurría.
Se quedó dormido así que le saqué el libro de entre las manos, se lo guardé en la mochila y lo tapé con la manta.

—Gracias Ben... —. Susurré en su oído y acaricié su pelo —. Gracias por no dejarme sola.




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