Inefable

Capítulo 15

Narra Alai.

Me despierto otro día sintiendo un vacío enorme, con una angustia que me cierra la garganta, que me ahoga y me hace llorar apenas abro los ojos.
La tristeza es tan dolorosa, tan oscura... Es un sentimiento que, si pudiera, eliminaría. Ojalá tuviera un botón para apagar todo este dolor.
Miro el techo de la habitación durante varios minutos, me cuesta levantarme porque duermo unas cinco horas al día. Ya no me hacen efecto ni las pastillas. Me levanto, voy al baño y me veo la cara en el espejo, se nota el cansancio y la tristeza. Cierro los ojos y respiro profundamente. Me imagino a Lucas llegando y abrazándome por detrás, me da un beso en el cuello y me susurra al oído que me ama.
Lo echo muchísimo de menos, aunque lo veo todos los días físicamente, pero su alma no está ahí. No es él.
Después de ducharme, desayuno algo rápido y bajo a avisarle a Benjamín que me voy.

 

—¿Dormiste algo? —Me pregunta sin salir de debajo del coche. 
—Poco, para variar —. Contesto y me cruzo de brazos. —. Julia se va a mudar con Samu la semana que viene, así que tendré otra vez mi apartamento. 
—¿Te vas a ir? —Preguntó después de salir de debajo del coche y me miró a los ojos. 
—Llevo mucho acá… No podés hacer vida por mi culpa. 
—No te vayas —. Me pidió después de ponerse en pie —. Por favor, quédate. No me interesa hacer vida normal, no quiero…—. Me agarró por los hombros y me miró a los ojos —. Te necesito a mi lado, no te vayas… —. Me abrazó con fuerza y empezó a llorar. 
—Ben... Ey... —Lo abracé con fuerza y acaricié su pelo—. No llores, por favor… 
—Lo extraño demasiado…—Susurró en mi oído y lloró más fuerte.

 

Hacía tiempo que no lo veía llorar de esa forma. Estaba destrozado. Acabamos sentados en el suelo del taller, tratando de consolarnos durante varios minutos, hasta que entró Delfina.

 

—Perdón —. Se disculpó, nos pusimos en pie y ambos nos secamos las lágrimas —¿Pasó algo? 
—Nada nuevo —. Le contestó él y se acercó a darle un beso. 
—Me voy al hospital —. Agarré mi bolso —. Chau chicos, pásenlo bien —. Sonreí y fui a por mi coche.

 

Hace varias semanas que hago el mismo recorrido hacia el hospital, aunque cada día que pasa voy sintiendo menos esperanza. El semáforo se pone en rojo y freno mientras suena en la radio "Cuánto me duele" de Morat.

 

Aunque yo sé que hay mentiras prefiero la herida antes que perderte… —Canté.

 

Cuando llegué al hospital, María estaba leyendo una novela. Levantó la vista y me miró sorprendida.

 

—Llegaste temprano —. Me dijo mirando el reloj.

 

Dejé mi bolso en el sillón y me acerqué a la cama para darle un beso en la frente a Lucas.

 

—Hola mi amor —. Acaricié su pelo y después miré a mi suegra —. Tengo cita con el médico, así que vine un poquito antes. 
—¿Cómo va el trabajo? 
—Mi jefa no me da problemas, tengo que ir a la oficina dos veces a la semana para reuniones pero después puedo seguir con el trabajo desde casa ¿Tus chicos? —Sonreí. 
—Roberto preparándose para viajar, la casa lleva mucho sola pero yo me voy a quedar. Y mi hijo vuelve este fin de semana para hacerme compañía. 
—La vida sigue… Él está en esta cama —lo miré —pero la vida no para. Agustín 
tiene su familia, su trabajo… también debe querer estar acá, con su hermano, pero tiene otras responsabilidades. 
—Menos mal que mi marido y yo estamos jubilados… No podría dejar solo a Luquitas.
—Me voy a mi consulta pero después vuelvo y te invito a comer, estás muy flaquita —. Me acerqué a darle un abrazo. 
—Está bien cariño, te espero aquí.

Agarré mi bolso y fui hacia la otra punta del hospital,

—No estás embarazada —. Me informó el médico y sentí un gran alivio —Además de la falta de menstruación, tenés bastantes granos en la cara… ¿Deseo sexual? 
—Sinceramente, nulo. Teniendo a mi pareja en coma… Ni ganas tengo de pensar en sexo. 
—Estás estresada, entiendo que la situación es grave pero tienes que estar bien porque vas a tener que estar sana y fuerte para ayudar a tu novio cuando despierte. 
—Voy a empezar clases de yoga con unas amigas. 
—Te ayudará a controlar el estrés. Te voy a pedir una analítica completa para ver que todo esté bien.

Al acabar la consulta fui a buscar a María y nos metimos en un restaurante cerca del hospital, donde ya éramos habituales.

—Me llamó tu mamá —. Me contó después de que se fuera el camarero. 
—¿Qué? —Levanté una ceja. 
—Dijo que te llamó varias veces pero no le atendés… Hablamos un buen rato. 
—No me interesa hablar con ella. Ni fue capaz de venir a verme ¿Qué clase de madre es? Yo tengo derecho a estar enojada con ella pero ella tiene que portarse como una madre… y hace años que no lo hace. Al menos mis hermanos tuvieron la decencia de llamarme, aunque no hayan podido venir todavía porque tienen su familia, trabajo y viven lejos... —. Me crucé de brazos, ella siempre había intentado que me arregle con mamá. 
—La llamaste y eso es por algo… Cuándo pasó lo de Lucas la necesitabas, deberías hablar con ella… 
—Fue un lapsus —. Suspiré —. Esa mujer no me puede dar ningún buen consejo sobre esta situación, seguramente me diga que haga mi vida y deje a Lucas, se le da bien abandonar a la gente en los peores momentos.
—Nunca le diste la oportunidad de explicarse… Piénsalo, cariño. Te puede ayudar. Por lo general, desde fuera, vemos las cosas fáciles pero tienes que estar en los zapatos del otro para entenderlo.

María se fue a descansar y yo fui al hospital un rato. Benja estaba ahí cuando llegué, lloraba mientras agarraba la mano de Lucas. Me acerqué despacio, apoyé mis manos sobre sus hombros y le di un beso en la mejilla.

—Ben… ¿Qué hacés acá? 
—Necesitaba verlo… —Se secó las lágrimas y se giró para verme —. Necesitaba cortarle que después de mucho… Siento algo por alguien. 
—Que lindo —. Lo abracé —. Delfi es lo más. 
—Si, es increíble… —Me alejé un poco de él —. Podría tener una relación con ella. 
—¿Tenés miedo? 
—Un poco… Nunca compartí tanto tiempo con alguien y me gusta, mucho… Pero no sé si habrá algo más. 
—¿Se lo dijiste a ella? 
—No… —Sonrió —. No sé cómo hacerlo. 
—Es fácil, no des muchas vueltas… Las cosas a veces salen mal pero otras veces salen de maravilla. Anímate a vivir lo que sentís. 
—Gracias La —. Sonrió y se acercó para volver a abrazarme. 
—Ya no me molesta que me llames La —sonreí.
—¿Escuchaste amigo? —Lo miró —. Ya no le importa que le diga La ¿Gané puntos, verdad? 




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