Traté de soltarme de su agarre, pero fue en vano porque cada vez estábamos más y más cerca.
Nuestras miradas se encontraron, mis labios se entreabrieron deseosos y...
—¡Sol! Levanta tu trasero y llévalo abajo a la camioneta.
Cierro mi diario de inmediato y le pongo fin a mi fantasía.
—¿Es que no hay privacidad en esta casa como para que no toques la puerta?
—Puedes reclamar sobre tu espacio personal otro día que no sea hoy.
—¡Agh!
—No me murmures, soy tu hermana mayor.
—Solo por cuatro años, Marina.
—Sigo siendo mayor.
Mi hermana levanta unas cajas del suelo y las carga.
—Creí que ya habías llevado esto.
—Solo nos iremos por unos meses, tampoco es que vamos a vivir donde la abuela como para querer empacar también nuestro ataúd.
—Guarda tus chistes para después, ahora levántate.
—¿Es necesario que vaya?
—Si.
—¿No puedo quedarme con nuestros papás?
—No, porque van a su segunda luna de miel.
—Y tuvieron que escoger las vacaciones en donde soy libre de cualquier tipo de estudios para hacerlo.
—No te quejes, es peor quedarte.
—¡Irán a un lujoso hotel y nosotras viviremos en la casa de la abuela Sarah en donde estaremos alejadas de todas esas comodidades!
—La abuela Sarah es muy considerada al recibirnos, no te expreses así de su buena intención.
No me malinterpreten, amo a la abuela, pero ella es algo... ¿rara?
—Cinco minutos y te quiero en la camioneta ¿oíste?— Marina sale por la puerta y escucho sus pasos alejándose.
Volteo los ojos y sostengo mi diario.
—Esto será horrible, pero no hay nada que pueda hacer para impedirlo.
—¡Sol!
—¡Ya voy!
Con mucho peso en mis pies salgo de mi habitación y de la casa.
—¡Buenos días, Sol!
Doy un brinco.
Es Rick, el novio de Marina.
—Rick, no esperaba verte tan de mañana.
—Pues es porque voy con ustedes, tontita.
—¿Eh?
—Rick irá a conocer a la abuela.—Marina cierra la cajuela y se coloca ambas manos en la cintura.
—¿Viajarás por horas para regresarte hoy mismo?
—Me quedo el tiempo que ustedes se queden, Sol.
Pongo una cara de disgusto en cuanto veo que ambos se besan llenos de entusiasmo.
Estaré alejada de casa, viviendo con la loca de mi abuela y este par que parecen conejos en cuanto los dejan a solas.
—Creo que ya está todo, ¿listos para irnos?
—¡Oh!, me duele la barriga, Marina.—cierro mis ojos en un intento pésimo de actuación.
—Se te quitará en el camino, ahora sube a la camioneta.
—Pero...
—Es una orden.
Volteo los ojos y hago lo que dice.
—Esto será muy divertido, Sol.— dice Rick al sentarse en el asiento de conductor.
—¿Tú conducirás?
—Obvio.
Marina se sienta en el asiento de copiloto y le indica a Rick que arranque.
—¡Escucha, Rick!, es nuestra canción en la radio.
—¡Súbele, Marina!
Ay no.
—Dicen que se sabe si un amor es verdadero, cuando duele tanto como dientes en el alma.—cantan en coro.
Llevo ambas manos a mi rostro y murmuro groserías en silencio.
***
—Y ese es un árbol, y otro árbol, y otro...
—Ya entendí que son árboles, Rick.—hablo.
—No seas grosera con Rick; él nos está haciendo el favor de traernos.
—A un viaje al que no quiero ir.
—Si no querías venir me hubieras dicho.
—¡Lo hice!
—¿Lo hiciste?, ah, lástima.
—Y llegamos. La casa de la Abuela Sarah Barnes.
—¿Seguros que es aquí? se siente muy silen...
—¡Llegaron!, ¡mis reinas llegaron!
—Si es aquí.
La abuela Sarah corre torpemente, sujetando su sombrero de día y levantando parte de su largo vestido.
Marina sale de la camioneta y la recibe con un abrazo.
—¡Pero si estás bellísima!, ¡Mírate, Marina!
La siguiente en bajar soy yo.
—¡Solecito!
Antes de que pueda dar un paso, la abuela me abraza.
—No puedo respirar...
—Es por el mucho afecto que te doy.
—No, es que me estás apretando y no recibo oxígeno.
Rápidamente me suelta y siento que recupero el aire.
—Y tú debes Rick.— se cruza de brazos al verlo.
—Mucho gusto, señora Sarah. ¿Cómo me reconoció?
—Me dijeron que eras feo, pero no pensé que tanto.
Rick se queda inmóvil sin saber qué decir hasta que la abuela suelta una carcajada.
—Solo bromeo.
—¡Ja!, iré sacando las maletas, Marina.— murmura, apenado.
—¿Lo ves?, la abuela ya lo está incomodando.— le susurro a Marina.
—Ella solo bromea y Rick lo sabe.
Los volvemos a mirar; la abuela hace un chiste al ver que Rick no puede levantar algunas maletas y éste solo se rasca una oreja.
—Y bien... ¿qué les parece la casa?
—Está muy bonita, me encanta lo bien cuidado que está el jardín.
—Un chico me ha estado ayudando a mantenerlo así de lindo.
—¿No me habías dicho que era un señor?
—Así era, pero el pobre enfermó y su sobrino vino a reemplazarlo.
—¿Escuchaste, Sol?, hay un chico trabajador por aquí.—Marina levanta ambas cejas.
—Bien por él.
—De hecho es muy apuesto, pero no vendrá hasta la otra semana.
—¿Y hay alguna forma de entretenerse aquí?
—Sol...
—Solo pregunto.
—Hay muchas, Solecito. Pero preferiría que hoy descansaran y luego nos dediquemos a la diversión.
Una respiración agitada toma nuestra atención y miramos a Rick con todas la maletas encima suyo sin poder quitarlas.
—¿Me echan una mano?
Marina corre a ayudarlo y luego seguimos a la abuela hacia dentro de la casa.
—Y ésta será la habitación de Marina y su novio débil.
—Rick.—la corrige él.
—Espera...—interrumpo—¿los dejarás dormir juntos?
—Pues no pienso arreglar otra habitación más.
—¿Sabes qué pasará sí mis padres se enteran de eso?
—¿Andan condones?—les pregunta.