Podría decir que he descubierto lo que siente un pluma al volar sin rumbo entre las suaves manos del viento, porque así es como me siento en este preciso momento. Los labios de Derek siguen en los míos y aunque la intensidad ha comenzado a bajar aún me siento levitando.
Lentamente, demasiado lentamente Derek detiene el beso y separa tan solo unos milímetros sus labios de los míos. Puedo sentir su respiración acelerada entrelazada con la mía y cuando me atrevo a abrir los ojos me encuentro que tengo el océano entero frente a mí. Mi cuerpo amenaza con dejarse caer y tengo que hacer un esfuerzo inhumano por no besarlo nuevamente. No logro detener el calor que invade mi piel y se hace presente en mi rostro. Esta vez por motivos diferentes.
De sus labios se asoma una sonrisa y sus ojos brillan con diversión mientras me ven. Tengo que decir algo en este momento, ¡vamos Gabriel habla! Pero mi cerebro parece haber abandonado mi cuerpo hace un tiempo y de mi boca empieza a salir un balbuceo humillante. Oh Dios mío, ¿siempre tiene que ser así con él eh?
Cierro los ojos y respiro profundo antes de intentarlo otra vez.
―¿Por qué… eso por qué fue? ―Mi voz no es más que un hilo tembloroso.
Derek no ha apartado sus ojos de los míos, pero su mirada traviesa se ha vuelto dulce. Con una mano recoge un mechón de mi cabello y me da una sonrisa que amaría poder capturar con mi cámara.
―Preguntaste qué podrías hacer para ayudarme. ―Su voz es ronca, aterciopelada en mis oídos―. Esto es todo lo que necesitaba.
Muda. Me quedo absolutamente muda, mi cerebro parece haber regresado de imprevisto y ahora tengo miles de pensamiento girando por mi mente sin orden alguno.
Derek continúa viéndome con atención, él está… Oh dioses él está esperando que diga algo. Mi boca empieza a abrirse y cerrarse y nada sale de ella. La sonrisa en el rostro del castaño se hace más grande y cuando creo que es una humillación total, la voz eufórica de Mei llega a mis oídos como una plegaria.
―¡Llevamos media hora esperándolos…! ―Los ojos de la asiática se abren de par en par y su vista se intercala entre Derek y yo―. Bueno, pero si necesitan más tiempo siempre puedo ayudarles…
Mei sonríe cual Chesire de Alicia en el país de las maravillas; la emoción se filtra por todo su cuerpo.
―No, no, ya nosotros íbamos para allá ―digo.
Cómo puedo avanzo hacia donde mi amiga se encuentra y entrelazo mi brazo en el de ella. Detrás mío puedo sentir a Derek siguiendo nuestros pasos. Gracias a Dios no hizo ningún comentario.
El viaje de regreso es más que incómodo. Mi cuerpo reacciona involuntariamente ante la cercanía de Derek y el simple roce de su piel hace a mis sentidos enloquecer. Como si eso no bastara, mis ojos me quieren traicionar, están deseando mirarlo con tanta intensidad que me duele no hacerlo, así que al final cedo. No debí hacerlo.
Derek me está mirando, pero no es una mirada cualquiera, él me está detallando, como si estuviese evaluando un lienzo antes de empezar a pintar. Y yo no puedo apartar mi mirada de él. Sus ojos siguen su camino hasta que suben hasta mi rostro y se topan con los míos. Esta vez no hay sonrisa traviesa, ni mirada burlona. Esta vez es solo él.
Es como si estuviera viéndolo a través de un espejo, como si fuese una versión limitada de él mismo. Y me encanta.
―Llegaste Gaby. ―Luke se aclara la garganta luego de hablar.
Incómodo.
A mi lado Luke se ve un poco apenado de haber hablado y es entonces que me doy cuenta que todos están viéndome, y muy seguramente hace algunos segundos que debimos haber llegado a mi casa. Si hubiese un hueco al frente mío ahora mismo, me lanzaría de clavado. Mei me da una sonrisa enorme y me hace un guiño cuando la miro. Solo quiero enterrar mi cabeza bajo tierra.
―Gracias chicos. ―Cómo puedo consigo sonreír a todos, y aprieto mi bolso con la cámara contra mi pecho.
Cuando estoy a punto de decirle a Luke que salga para poder bajarme, Derek abre la puerta de su lado y baja del auto invitandome a salir detrás de él. Vacilo solo un momento pero luego lo sigo afuera. Su típica sonrisa bailando en la comisura de sus labios; de repente empiezo a sentirme nerviosa, mis manos se mueven sin rumbo alrededor de mi cuerpo y mi respiración parece estar corriendo una maratón.
Caminamos juntos hasta la puerta de mi casa, no sé qué esperar cuando Derek inclina su rostro hacia el mío y deposita un pequeño beso muy cerca de la comisura de mis labios. Mi cerebro exploto en ese momento.
―Descansa, mi pequeña acosadora.
Y en este instante, con miles pensamientos rondando mi mente y un centenar de emociones invadiendo mi cuerpo, lo único que mi cerebro es capaz de enviar a mis labios es:
―No soy una acosadora.
La risa de Derek eriza mi piel y me sigue hasta la puerta. Y permanece en mi mente incluso hasta cuando estoy en mi cama y me rindo a Morfeo.
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Editado: 18.05.2023