Un grito se está formando en el interior de mi garganta. Puedo sentir mi corazón martillado con violencia dentro de mi pecho y el sentimiento de estar muy cerca de morir se acrecienta en mi interior. Pero aun así, no puedo hacer nada. Es como si estuviera suspendida en una realidad alterna, donde no soy más que un espectador en mi propia vida.
Malcom sigue jalando de mi brazo con fuerza, acabamos de pasar las entradas dobles del centro comercial y el aire frío de la calle golpea de lleno mi rostro y parece despertar mis sentidos. Con violencia libero mi brazo de su agarre y procuro mirarlo con todo el odio que estoy sintiendo en estos momentos. Los ojos oscuros del chico se topan con los míos y un estremecimiento me recorre entera, pero trato con todas mis fuerzas que no lo note.
―¡Qué demonios crees que estás haciendo! ―le grito a punto de correr, pero sus dedos rodean nuevamente mi brazo.
―Tú y yo vamos a hablar, Manhattan.
Malcom habla sin mirarme, sigue caminando y llevándome a rastras detrás de él hasta encontrarnos casi en el estacionamiento del centro comercial; es entonces cuando las alarmas de mi cabeza comienzan a enloquecer.
―No… No por favor. ―Mis palabras no son más que murmullos, pero al parecer él ha logrado escucharme; frena sus pasos y se gira para mirarme.
Estamos frente a una linda camioneta blanca, y por las llaves en la mano libre de Malcom deduzco que es suya. Sin dejar de observarme abre la puerta del conductor y jala de mi brazo hasta dejarme frente al asiento y con un gesto de cabeza me indica que entre. Mis cejas se juntan en confusión. Intercalo la mirada entre el asiento de conductor y el chico frente a mí. Al parecer él nota mi desconcierto, porque suspira y niega con la cabeza.
―Siéntate Manhattan, no es como si te fuese a comer.
Sus palabras solo hacen que el temor en mi interior crezca y los recuerdos que he estado tratando de mantener a raya desde que vi el vehículo, luchen por salir.
»Solo vamos a hablar. ―Lo vuelve a intentar―. Yo me quedaré afuera del auto ―dice con molestia y desespero, dándome espacio para que me acomode en el asiento.
Con paso lento y cauteloso me voy acercando hasta encontrarme sentada en el asiento del conductor. El vehículo se encuentra apagado y Malcom me observa demasiado serio desde afuera, al parecer esperando que le diga algo. Pero aparte de maldecirlo e involucrar a todo su árbol genealógico en el proceso, ¿que más tendría que decirle? Por lo que me decanto por mirarlo de mala manera desde mi puesto.
»¿No piensas decir nada? —El tinte de molestia que tiñe sus palabras son como un interruptor para mi ira que se había ido calmando.
—¿Te parece que soy yo quien debe decir algo? —espeto enfurecida—. Te recuerdo que eres tú, quien me ha sacado a rastras del centro comercial y mejor ni hablemos de la nota.
Un gruñido de pura frustración y tal vez algo de rabia, brota de la garganta de Malcom y sus ojos distantes y fríos se quedan pegados en los míos.
—¿Qué demonios te hace pensar que soy yo, quien te anda enviando esa porquería? —De acuerdo, es bastante notorio que el chico está molesto, muy molesto—. ¿Por qué gastaría mi tiempo siquiera, en escribirte una nota?
Miles de pensamientos comienzan a aglomerarse en mi mente, y mi cabeza se siente como si pudiese explotar en cualquier momento. «Está bien Gabriel, cálmate y piensa en todo lo que ha ocurrido desde que llegaste para que puedas contestar».
Tomo una respiración profunda y me recompongo para enfrentarlo.
—Desde el primer momento en que llegué, te encargaste de decir que me estaba escondiendo —digo, y trato de que mi voz salga lo más firme posible y que las dudas que ahora siento no se reflejen—. Días después de aquello, apareció el periódico diciendo algo muy similar a tus palabras.
Él me mira como si me hubiese crecido una segunda cabeza o estuviese totalmente loca, un sentimiento de vergüenza me abruma al instante. Pero a estas alturas ya no puedo dejar la boca cerrada.
»¡Hace unas semanas prácticamente me amenazaste en el pasillo, siempre te ves divertido con lo que me pasa!
Mi voz se va haciendo cada vez más baja, cuando me percato del cambio en la expresión del chico, pasa de verse terriblemente molesto a tener una mirada de ¿lástima quizás?
Malcom suelta algo de aire, y pasa sus manos por su cabello antes de acercarse un poco al auto donde me encuentro.
—Lamento mucho decepcionarte, dulzura. Pero no soy yo a quien buscas.
¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! quiero golpearme por mi estupidez. Realmente quería que fuese él. Si hubiese sido él, entonces eso significaba que todo podría terminar.
»Sin embargo. —Vuelve a hablar Malcom—. Creo que todo esto se está yendo un poco de control. —Me mira con el ceño fruncido—. ¿Dónde encontraste esto, Manhattan? No parece haber sido recortado del periódico que circula en la universidad.
Me debato internamente sobre si decirle o no lo que ha estado pasando desde que llegué, hace casi más de dos meses. Malcom me esta viendo con una expresión entre preocupada y molesta pero a pesar de eso, la desconfianza inicial se ha ido disipando poco a poco. Al final, echándole una última mirada al muchacho frente a mí, decido darle una idea general de lo que está ocurriendo. Le hablo brevemente del asesinato de Davis, omitiendo mis sentimientos de culpa al respecto pero si le digo que el altercado se dio porque él me defendía a mi.
#3191 en Joven Adulto
#16793 en Novela romántica
misterio romance secretos intriga, primer amor joven, amistad amor perdidas dolor y venganza
Editado: 12.05.2025