Gabriel
Me despierto con la terrible sensación de pesadumbre en el cuerpo que he venido sintiendo en los últimos días, solo que esta vez viene acompañada de un intenso dolor en mis sienes, siento que la cabeza me va a explotar y todo a mi alrededor parece estarse moviendo; la última vez que me sentí así fue poco después de la muerte de Davis, me encontraba en Manhattan y por poco termino bebiendo todo el licor de la isla. Lentamente me voy levantando de donde me encuentro, sintiendo el mullido colchón debajo de mi cuerpo, mis ojos vuelan de inmediato a lo que me rodea y me sorprendo al encontrarme dentro de la habitación en la que hablé con Jenkins en vez del sótano.
La luz me marea así que cierro los ojos con fuerza y llevo mis manos a mi cabeza tratando de recordar en qué momento me quede dormida, no recuerdo muy bien cómo es que sigo en esta habitación y mi mente se esta haciendo con imagenes que realmente preferiría evitar. La conversación con Jenkins regresa a mi mente, la mención de mi madre y luego... perdí los estribos.
Recuerdo haberme lanzado con furia hacia donde él se encontraba y haberlo golpeado con fuerza en el rostro, golpe que él no dudó en responder con una fuerte bofetada, aún así lo volví a atacar, lo hice hasta que él tiró de mis cadenas y me redujo a un ovillo en el suelo mientras mis manos sangraban; mi vista viaja de inmediato a mis manos y encuentro que las tengo vendadas, la sangre se filtra sobre la venda a causa del maltrato que las cadenas hacen sobre ellas. Vuelvo a cerrar los ojos tratando de recordar en qué momento me curó, pero solo recuerdo que él salió de la habitación dejándome encerrada y no lo volví a ver hasta que entró nuevamente dejando un vaso con agua y un sándwich en la mesa al lado de la cama.
Mi vista viaja de inmediato a la mesa de noche a mi lado donde se encuentra el sandwich intacto, sin embargo, recuerdo haber bebido un poco del agua y después de eso todo está negro.
—Maldito bastardo—Murmuro con furia al darme cuenta lo que ha hecho, me ha drogado.
El pánico se mezcla con la rabia y un sentimiento de impotencia como nunca había sentido se adueña de mi cuerpo al percatarme de lo vulnerable que he estado frente a él, de todo lo que me ha podido hacer mientras me encontraba drogada. Nada me garantiza que no vuelva a hacerlo, nada va a asegurarme que él no intentará hacer lo mismo que Austen y eso me aterra.
Entonces pienso en que esto podría terminar igual que hace un año, pero que en lugar de mi hermano puedo ser yo la que acabe muerta. Un escalofrío recorre mi cuerpo entero al pensar en papá, mi padre no lo soportaría, él no podría con otra perdida, eso lo destruiría. Y aunque pasé muchísimo tiempo pensando que debería haber sido yo en lugar de Davis, desde que llegué a River Hills, he aprendido a vivir con la pérdida, a entender que mi vida vale igual que la suya, y que desear dejar de vivir solo mancha lo que Davis hizo por mí.
Necesito calmarme y pensar qué voy hacer ahora porque muy seguramente Jenkins no confiará en mí tan fácilmente luego de haberlo golpeado, pero no me arrepiento; se sintió tan malditamente bien haber podido descargar un poco de mi frustración en él. Miro mis manos nuevamente y no puedo evitar pensar de nuevo en sus palabras, me niego a pensar que mi madre esté trabajando con él, que ella lo esté ayudando a hacerme todo esto. Soy consciente que ella me culpa de lo de Davis, pero yo sigo siendo su hija y ella estaba recuperándose, los médicos le habían dicho a mi padre que ella había aceptado que había actuado mal, que no debía lastimarme y que esperaba estar recuperada del todo para hablar conmigo, entonces ¿quién está diciendo la verdad? cierro los ojos con fuerza y siento como las lágrimas mojan mis mejillas de inmediato sin poder evitarlo.
Estoy agotada, no sé cuánto tiempo más vaya a seguir fingiendo que esto no me esta destrozando poco a poco.
El sonido de pasos me hace abrir nuevamente los ojos y levantarme de la cama, no quiero ni pensar en lo molesto que debe encontrarse Jenkins conmigo luego de lo de ayer, miro mis manos y recuerdo el dolor que sentí cuando tiró repetidas veces de la cadena para doblegarme. Mi labio inferior tiembla y todo mi cuerpo se tensa en el momento en que la cerradura de la puerta se gira y esta se abre por completo.
Steven Jenkins me observa desde el umbral llevando en mano una bandeja con otro sándwich igual al de ayer y un vaso de agua. Sin decir una palabra ingresa en la habitación y camina hacia la cama; mis ojos siguen cada uno de sus movimientos y mi cuerpo se encuentra listo para defenderse si llega a ser necesario, pero él lejos de dirigirse a mi, mira hacia la mesa de noche. Su ceño se frunce levemente al ver el sandwich intacto y me da una mirada de soslayo que solo hace que mis nervios incrementen.
Sin decir nada toma el plato de comida y lo reemplaza por el nuevo, al igual que el vaso de agua. Su rostro se gira hacia donde me encuentro y la dureza en su mirada hace que quiera buscar un lugar donde esconderme.
—Tienes que comer o vas a enfermar.
Mi lengua pica por decirle cientos de cosas que solo podrían empeorar mi situación, pero haciendo acopio de mi sensatez, me trago mis palabras y contestó con lo que creo puede darme menos problemas.
—No me gusta que me droguen.
Su mandíbula se aprieta y por la manera en que me observa se que está a muy poco de lastimarme. Parece que toda la cordura que había estado mostrando cuando lo conocí se ha ido a la mierda y este hombre violento y desequilibrado frente a mi es el verdadero Steven Jenkins.
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Editado: 12.05.2025