Inefable, lo que creíamos perdido

33. Voy a darte una lección

108 horas desde el secuestro

El día ha estado más quieto de lo normal, no he tenido noticias de Jenkins ni mucho menos de mi madre desde el día anterior y siento como las preguntas parecen estar arremolinándose en mi cerebro hasta querer hacer explotar mi cabeza en cualquier momento. No estoy segura de que hora puede ser pero mi estómago se ha encargado de avisarme que ya se pasó el desayuno, no se cuantas comidas me he volado desde que estoy aquí encerrada, pero el cansancio y la sensación de debilidad que tengo adherida me indica que han sido muchas más de las que pienso.

Tampoco me ha sido posible llevar un conteo exacto de cuántos días han pasado desde que llegué, porque así como el sótano, esta habitación no tiene ni una sola ventana; la única vez que pude ser plenamente consciente que era de día y ver el sol con mis propios ojos fue cuando Jenkins me subio para que pudiera ir al baño, desde entonces traté de llevar la cuenta con las comida, pero estas no llegan con regularidad.

Puedo sentir que el tiempo se me está agotando, ha pasado demasiado y aún no he podido hacer nada para salir de aquí. No sé qué esté haciendo mi padre para encontrarme, aunque estoy segura que tanto él como Derek deben estar buscándome, ellos no me abandonarían, ni los chicos tampoco; aún así, no puedo confiarme y quedarme sin hacer nada. Con desespero empiezo a caminar por toda la habitación tratando de encontrar algo que haya pasado por alto y pueda servirme para escapar, aturdir un poco a Jenkins y conseguir salir de esta habitación, pero luego de haber dado tres vueltas y revisado en cada rincón, me doy cuenta que es una pérdida de tiempo. Él no es tan estúpido como para haber dejado nada a mi alcance, aparte de la cama solo hay un minúsculo libro sobre la mesa de la esquina junto a la planta, y la mesa de noche donde suele poner el sándwich; incluso el plato en que me lleva la comida es plástico.

El sonido de pasos es lo que me avisa que vienen hacia acá, no alcanzo a llegar a la cama cuando la cerradura de la puerta está siendo abierta y Jenkins entra en la habitación llevando una bandeja con comida. Por un segundo ninguno de los dos se mueve de su lugar, sus ojos no se separan de los míos como si quisiera averiguar con la mirada que estaba haciendo antes que él entrara.

Tratando de desviar la atención, llevo mis ojos a la bandeja que trae en las manos y doy un tentativo paso hacia adelante, justo a donde él se encuentra.

—¿Eso es para mi?

Los ojos de Jenkins siguen fijos en mí por unos segundos más hasta que se desvían a la bandeja y regresan a donde estoy. Su mirada sigue siendo escrutadora y no paso por alto como examina la habitación en detalle.

—Si ¿Tienes hambre?

Su pregunta fue hecha al azar, su atención sigue estando en la habitación como si esperara ver salir a alguien de debajo de la cama y eso está empezando a ponerme nerviosa; aunque no esté ocultando nada, necesito empezar a hacer que baje sus defensas conmigo.

—¡Muchísima!

Mi respuesta y el tono jovial que intente utilizar parece haber dado resultado porque ahora tengo toda su atención puesta en mi. Su ceño se frunce por un instante pero desaparece tan rápido como llegó y una espeluznante sonrisa se abre paso en sus labios. Jenkins se acerca hasta reducir completamente el espacio que nos separa y tengo que inclinar la cabeza para poder verlo a la cara, un escalofrío recorre todo mi cuerpo cuando lo hago. Sus ojos se ven desorbitados viendome con adoración y… deseo; la sonrisa continua ancha y espeluznante en sus labios cuando me habla.

—Entonces vamos a comer— Deposita la bandeja en la mesita de siempre y me toma de la mano hasta que estamos sentados sobre la cama.

Mi corazón empieza a acelerar sus latidos al tenerlo tan cerca y trato por todos los medios de alejar los pensamientos que empiezan a aparecen en mi mente intentando que no se note cuanto me afecta esta situación, necesito que él crea que estoy cediendo; tengo que hacerle olvidar todos los insultos y la desconfianza que le he tenido.

Permanezco en silencio cuando él se estira sobre la cama para volver a tomar la bandeja de la mesa de noche y es allí cuando lo veo: el borde brillante y plateado de una llave se asoma en el bolsillo trasero de sus pantones. El recuerdo de haberlo visto depositando en ese mismo lugar la llave de mis cadenas se revive en mi mente y una emoción distinta a todas las que he sentido antes se empieza a cocer en mi cuerpo. Mis latidos están aún más frenéticos que hace unos minutos aunque esta vez, por una razón totalmente diferente.

Jenkins coloca la bandeja en medio de ambos y quita la tapa de pasta para dejar ver dos platos de lo que parece sopa de pollo, un plato de pan y una barra de chocolate. Puedo sentir sus ojos fijos en mí, así que me obligo a formar una sonrisa en mi rostro antes de inclinar la cabeza y encontrarme con su mirada.

—¡Huele delicioso!— Miento a medias, pues mi estomago empezó a rugir de solo ver la comida, aunque el aroma no sea demasiado prometedor

Mi cumplido parece haber dado en el clavo, su rostro adquiere una expresión satisfecha y con decisión comienza a repartir la comida. Tomo entre mis manos el plato —Obviamente desechable— de sopa que me ofrece y él hace lo mismo con el suyo, pero no la toma. Sus ojos están fijos en mí, viendome con algo de curiosidad y sé que es lo que está esperando. En el pasado lo amenace de querer drogarme con la comida, supongo que debo empezar a comer primero si quiero demostrarle que confío en él.




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