El despertador suena, la chica que se encontraba recargando su cabeza en el escritorio se levanta de un brinco provocando un mareo repentino y sosteniéndose del mueble.
Eran las 7:50 de la mañana y ella no había podido cerrar sus ojos en toda la noche. Era el tercer día que tenía sin dormir, sus ojeras simplemente empeoraba más su aspecto matutino.
Se dirige al baño y lava su cara para al menos así, persuadir su cara de zombie de todas las mañanas.
Peina su cabello en una coleta alta y lo adorna con un listón de color azul rey como su suéter. Se pone sus jeans y unas convers desgastadas que se rehusaba a tirar.
Baja las escaleras para llegar a la cocina en donde su madre la esperaba con su almuerzo listo.
La adolescente besa su mejilla, toma su almuerzo y recoge su mochila para irse finalmente a la escuela.
—Que tengas un bonito día, hija.
—Gracias, má. Te veo en la tarde.
Cierra la puerta y una sonrisa traviesa adorna su rostro al ver al chico especial esperándola recargado en el volante de su bicicleta.
—Te he dicho que no tienes que venir siempre por mí.
Mintió.
Claro que a la fémina le encantaba poder pasar tiempo con aquel pelinegro de ojos azul cielo que la traía completamente enamorada pero lo disfrazaba con el seudónimo de "mejor amigo".
—¿Bromeas? Mi bicicleta convertible último modelo pasará por ti las veces que sea necesario —este la golpea aterrizando con más seguridad sus palabras.
En eso, un manillar de su transporte cae frente a los chicos provocando que la chica voltee a verlo ahogando una risa burlona.
—¿Lo ves? Convertible.
Anne niega la cabeza sonriendo.
—Prefiero caminar, gracias.
—Vale, esto no debería pasar, la compré hace cinco años. Pero —extiende su dedo índice indicándole que espere un momento.
Toma el manillar y lo coloca nuevamente en su lugar.
—Como nueva. Vamos, sube a tu carruaje, pastelillo. —palmera un par de veces el medio de los manillares indicándole que se siente.
—Dijiste que no volverías a mencionar esa historia.
—La historia no. Pero tu nombre sí, pastelillo.
Esta rueda los ojos en respuesta.
—Ya llévame a la escuela, pantaloncillos.
Sube a su asiento designado por años y recarga un poco de su peso en los brazos de su amigo.
—Que grosera eres.
Ambos ríen y se ponen en marcha para llegar a tiempo a su escuela, claro que en el camino ambos se encontraban escuchando las canciones del reproductor de música de la chica.
La canción de "I don't care" suena y ambos empiezan a cantarla sin temor a nada, haciendo que su viaje sea más placentero que nunca.
—¿Sabes? —habla el varón— Está canción me provoca el llevarte hasta el fin del mundo.
Claro que al chico también se le notaba el gran sentimiento de amor que le tenía a su amiga, pero los dos estaban tan absueltos en no perder esa amistad que preferían el no decir nada.
Cinco metros después, el chico jadeando prefiere hablar.
—Eso de llevarte al fin del mundo, ¿podría ser en otra ocasión?
—¿Ya tan rápido te cansaste de mi?
—Cariño —jadea— jamás me cansaria de ti. —Nuevamente jadea—. Pero si de tu peso, baja un momento y deja que tome aire.
Frena su bicicleta y la chica se baja para mirar al chico sin aire que se encontraba frente a ella.
—Tengo tantas cosas que decir...
—Es solo que, ayer fui al gimnasio y me tocó hacer pierna, es por eso que me encuentro así ahora.
Alza una ceja.
—¿De verdad? —su amigo asiente. Esta toma del bolsillo del pantalón su celular y le enseña una foto— ¿Qué esta no es una foto de ti a punto de devorarte un gran trozo de pastel de chocolate? —lo voltea a su dirección—. Veamos... ¡Oh sorpresa! Es de ayer.
—¡Tenia que hacerlo, Ann! Empezaron a gritar. "¡Scott, Scott, Scott!"
—En esta foto te miras completamente solo.
—El pastel lo gritó —hace un mohín.
Anne golpea amistosamente su brazo.
—Ya vamos a la escuela, pantaloncillos.
Se ponen nuevamente en marcha mientras cuentan cada una de las cosas que les pasaban de niños.
Al llegar a la universidad, Anne se baja de su famoso asiento y voltea a ver a su amigo para despedirse.
—Tengo hora de estudio a la primera y quedé de ayudar a Emma en unos problemas. ¿Nos vemos en la hora de arte?
—Como todos los días, pastelillo.
—Adiós.
Ambos estiran su mano para entrelazarlas juguetonamente, Scott la toma con cuidado de no lastimarla y la acerca a sus labios para besarla con delicadeza.
La mira por unos largos segundos acariciandola con las yemas de sus dedos y finalmente la suelta.
—Qué tengas un gran día.
—Igual tú.
Anne camina soñada por los pasillos de la escuela sin poder soltar su mano como si de un premio nobel se tratase. Claro que aquel varón no tenía las intenciones de llegar a algo más con su amiga, o al menos eso creía ella, pero cada gesto sincero y romántico que le demostraba, hacía latir su corazón como una niña pequeña emocionada por ver sus regalos de navidad.
Al llegar al aula, localizó rápidamente a su amiga, por la cabellera pelirroja que destacaba entre todos los alumnos.
Tomó asiento a su lado y volteo a verla.
—¿Estudiaste?
La chica baja lentamente su libro y voltea a verla.
—¿Sabes qué? Estoy harta. Reprobaré y me tendré que salir de la escuela, viviré en la calle vendiendo chicles y un día tu pasarás y sentirás tanta pena por mí que me llevarás a tu mansión y viviremos las dos solteras y ricas por el resto de nuestras gloriosas vidas.
Anne suelta una pequeña risilla.
—¿Todo eso por no estudiar?
—El maestro es un condenado hijo de... Snow.
—¿Te ayudo en algo?
—No, primero tenemos Biología y necesito aprenderme algunos conceptos, después me ayudarás en calculo.
Asiente.
—Ahora, si me permites —la chica toma nuevamente su libro y lo coloca a la altura de su rostro repidiendo cada uno de los párrafos en voz alta.