Inevitable

Capítulo 4- Un nuevo comienzo

No planeaba verlo.
No planeaba escucharlo.
Y, definitivamente, no planeaba que su voz sonara tan igual a como la recordaba.

La reunión era rutinaria, una de esas que solo sirven para hablar de estadísticas, de planes de contenido, de números que ya no me emocionan tanto como antes.
Yo estaba distraída, tomando notas, con una canción de 5 Seconds of Summer aún dándome vueltas en la cabeza, cuando de pronto su nombre apareció en la esquina de la pantalla.
Zade Morgan.
Mi pecho se apretó.

Intenté respirar con calma, fingir que no pasaba nada.
Pero cuando levanté la vista, ahí estaba.
Con la misma camisa oscura, el mismo gesto serio y esa mirada que todavía me conoce aunque no debería.

Fue solo un segundo.
Un saludo breve.
Un hola que me salió más débil de lo que hubiera querido.
Y su respuesta, tan sencilla, tan suya, que por un momento sentí que todo lo que había avanzado en tres meses se desmoronaba.

No sé cómo describirlo.
No fue incomodidad, ni dolor.
Fue… raro.
Como si el tiempo se detuviera y nos diera permiso de volver a mirarnos sin reproches.
Por primera vez desde aquella última discusión, no sentí rabia.
Solo nostalgia.
Una calma triste, pero necesaria.

Después de la reunión, cerré la laptop y me quedé mirando el reflejo de la pantalla apagada.
Mi corazón latía rápido, como si acabara de correr.
Pensé en escribirle, en preguntarle cómo está, en decirle que me alegra verlo bien.
Pero no lo hice.
Porque no quiero abrir una puerta que tal vez él ya cerró.

Y aun así, no dejo de pensar en ese momento.
En cómo sus ojos se suavizaron al verme.
En cómo mi nombre sonó distinto, sin peso, sin culpa.

Quizás fue solo educación.
O tal vez, algo más.
No lo sé.
Pero algo cambió.

Esa noche, mientras me preparaba un té, miré el reloj y me reí sola.
A esa hora, hace unos meses, él solía llamarme solo para saber si ya había cenado.
Pequeñas rutinas que se volvieron parte de mi piel, y que ahora me cuesta soltar.

Miré el teléfono más de una vez.
Nada.
Ningún mensaje, ninguna llamada.
Y aun así, me dormí con una sonrisa tonta en los labios.

Porque, aunque no hablamos más que un par de palabras, se sintió como un nuevo comienzo.
No como el regreso a lo que fuimos, sino como el primer capítulo de algo que todavía no tiene nombre.

Quizás el destino se cansó de hacernos tropezar.
O quizás solo está esperando el momento justo para volver a juntarnos.

No lo sé.
Solo sé que esa noche soñé con él.
Y, por primera vez en mucho tiempo, no me dolió.




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