Inevitable

Capítulo 15 - Sonrisas complices

El desayuno del hotel estaba lleno de voces, risas y tazas que chocaban entre sí.
El equipo de NOVA parecía más relajado que nunca, celebrando el éxito de la expansión y comentando lo bien que había salido la cena con los inversionistas la noche anterior.

Yo solo sonreía, fingiendo que mi cabeza no estaba en otro lugar.
O, mejor dicho, en otra persona.

Me senté junto a Aimee, mi asistente, y abrí mi portátil para revisar un par de notas antes de la reunión general.
Intenté concentrarme, de verdad.
Pero cada vez que alguien decía “Zade”, mi cuerpo reaccionaba sin permiso.
Y cuando levanté la vista… lo vi.

Al otro lado del salón, con una taza de café en la mano y esa camisa gris que hacía juego con sus ojos.
Zade Morgan.
Conversando con uno de los diseñadores, como si nada, como si anoche no hubiera existido.

Pero entonces, me miró.

Y todo el ruido desapareció.
Su sonrisa fue leve, casi imperceptible.
Pero yo la reconocí al instante: esa curva en los labios que solo aparecía cuando me miraba a mí.
La misma que solía dedicarme en su penthouse, entre papeles, café y madrugadas que siempre terminaban en desastre.

Sentí que las mejillas me ardían, así que desvié la vista.
Aimee me habló de algo sobre un artículo en portada, pero no escuché una sola palabra.
Solo podía pensar en que él seguía ahí.
Observándome.
Jugando a no hacerlo.

Unos minutos después, el equipo se reunió en el salón principal para afinar detalles antes del vuelo de regreso.
Yo intenté mantenerme profesional, firme, fría.
Tenía que hacerlo.

—La campaña de Londres va perfecta —dijo uno de los editores—. El único detalle es coordinar la sesión con la revista italiana.

—Eso lo resolveré yo —intervino Zade, con voz segura.
Y justo en ese momento, sus ojos encontraron los míos otra vez.
Esa mirada.
Casi una caricia.

Apreté el bolígrafo con fuerza para disimular, mientras sentía cómo una sonrisa amenazaba con traicionarme.
No debía sonreírle.
No ahí.
No frente a todos.
Pero lo hice igual.

Fue apenas un segundo.
Un destello.
Una sonrisa pequeña, cómplice, de esas que parecen inocentes… hasta que te das cuenta de que dicen demasiado.

Zade ladeó la cabeza, divertido.
Y, sin pronunciar palabra, me devolvió el gesto.
Una sonrisa idéntica.
Solo para mí.

El resto siguió hablando, ajeno al pequeño universo que habíamos creado entre miradas.
Y yo, que siempre fui tan buena en controlar mis emociones, entendí que con él no podía hacerlo.

Porque no importa cuánto lo niegue…
hay cosas que no se pueden esconder.
Y sonrisas que, por más que intentes fingir, no mienten.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.