Inevitable

Capítulo 19 - Equilibrio o (la falta de él)

Audrey

La sala de reuniones del hotel tiene un ventanal inmenso que da a la ciudad. Roma brilla bajo el sol, y yo intento concentrarme en los documentos frente a mí.
Intento.
Porque cada vez que levanto la vista, lo encuentro mirándome.

Zade está al otro lado de la mesa, traje impecable, reloj brillante, expresión serena.
Pero sus ojos… sus ojos no están en los informes. Están en mí.

—Audrey, ¿tienes la propuesta final para la portada de la edición europea? —pregunta alguien del equipo.
Asiento rápido, pasando las hojas sin siquiera recordar si lo imprimí bien.
Mi mente está en otro lugar. O más bien, en otra persona.

Intento no mirar, pero es imposible.
Zade se recuesta en la silla, lleva una mano al mentón, y me lanza una de esas sonrisas suyas, lentas, casi imperceptibles.
Una que nadie más notaría.
Una que solo está dirigida a mí.

Y yo lo odio un poco por eso.
Porque conoce perfectamente el efecto que causa.

—Audrey, ¿qué opinas del diseño con fondo minimalista? —pregunta Thomas, uno de los diseñadores.
—Creo que… —respondo, intentando sonar profesional.
Pero entonces, debajo de la mesa, siento un leve roce.
El zapato de Zade.

No.
No está haciendo eso.

Levanto la mirada apenas y lo veo distraído, revisando algo en su tablet, como si nada.
Mi corazón late más rápido.
Le doy un ligero golpe disimulado con el pie, y él apenas arquea una ceja, divertido.

Sutil.
Perverso.
Inevitable.

—Decía —continúo, carraspeando— que el fondo minimalista permite resaltar mejor el titular.

Zade sonríe.
Solo eso.
Una sonrisa diminuta, apenas curvada. Pero lo dice todo.

Cuando la reunión termina, todos se levantan, recogiendo carpetas y tazas de café vacías.
Yo me quedo unos segundos más, respirando hondo, intentando recuperar mi compostura.

Él se acerca.
Demasiado cerca.
—Excelente presentación, jefa de redacción. —Su voz baja, ronca, justo detrás de mi oído.
—Gracias. Intento mantenerme profesional —respondo, sin girarme.
—Oh, lo estás consiguiendo… aunque tus mejillas digan lo contrario.

Lo miro.
Esa sonrisa.
Ese tono.
Y solo puedo decir:
—Zade, no empieces.
—¿Empezar? Audrey, si supieras lo mucho que quiero continuar.

No sé si quiero abofetearlo o besarlo.
Y eso, probablemente, es el problema más grande de todos.

—★‹🖊️ · ⚔️›★—

Zade

La vi entrar esta mañana, puntual, con el cabello suelto y esa expresión decidida que usa cuando intenta convencerse de que no me piensa mirar.
Lo logra durante unos minutos.
Luego, inevitablemente, lo hace.

Me divierte su forma de fingir distancia.
Porque yo también lo hago.
Pero no tanto.

Durante la reunión, no escuché ni una palabra del nuevo informe.
Solo observé cómo movía el bolígrafo entre los dedos, cómo mordía su labio cada vez que estaba nerviosa.
Y me odie un poco por disfrutarlo tanto.

La provoqué, claro.
Un simple roce bajo la mesa, lo justo para verla contener el gesto, para que se enderezara en su silla y me lanzara esa mirada suya que mezcla furia con deseo.
La mirada que me persigue desde que la conozco.

Cuando todo termina, camino hacia ella despacio.
Su perfume me golpea antes de llegar a su lado.
Esa mezcla de lavanda y vainilla que ahora se siente como una adicción.

Le hablo al oído, solo para verla reaccionar.
Porque hay algo casi poético en la forma en que intenta resistirse.

Ella se gira, su rostro tan cerca del mío que casi puedo sentir su respiración.
Por un instante, se me olvida el lugar, la gente, todo.
Solo existe ella.
Audrey, con su fuego, con su elegancia, con su maldito autocontrol que me saca de quicio y me atrae en partes iguales.

Cuando se aleja, dejando atrás el eco de sus tacones, sonrío.
Porque lo sé.
Esto no terminó aquí.
No con nosotros.
Nunca termina.




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