Inevitable

Capítulo 48 - Touché

(Narrado por Audrey)

No lo había contado.
No porque no quisiera hacerlo, sino porque hay cosas que una simplemente… guarda.
Esta mañana, antes de ir a la sede oriental de NOVA, pasé por el cementerio.
No fue planeado, pero mis pies me llevaron ahí.
Como cada 13 de septiembre.

Llevaba en las manos un pequeño ramo de flores azules —las mismas que a mi hermano le gustaban cuando éramos niños— y un nudo en la garganta.
El cielo estaba nublado, el aire olía a tierra húmeda, y por un segundo pensé en dar media vuelta e irme.
Pero no lo hice.

Caminé hasta su tumba, pasé los dedos por su nombre grabado en la piedra fría y sonreí con tristeza.
—Hola, Ethan… —susurré.
No había nadie alrededor, solo el sonido del viento y el canto de los pájaros a lo lejos.

Me quedé ahí sentada un largo rato, hablándole como si aún pudiera escucharme.
Le conté que ahora trabajo en lo que siempre soñé, que soy feliz, que tengo a alguien que me hace sentir segura y viva.
Le dije que me gustaría que lo conociera, que sé que se llevarían bien, porque Zade tiene esa misma calma que tú tenías —le dije entre lágrimas—.
Esa forma de mirar el mundo como si siempre valiera la pena quedarse un día más.

Lloré.
No de dolor, sino de nostalgia.
De esas lágrimas que no arden, solo liberan.

Antes de irme, dejé el ramo sobre la lápida y susurré:
—Te extraño, Ethan. Pero estoy bien… por fin lo estoy.

Me quedé ahí unos minutos más, hasta que el sol empezó a salir entre las nubes.
Y por alguna razón, sentí que él me escuchaba.

—★‹🪦·🎬›★—

(Narrado por Zade)

La tarde fue sencilla.
Exactamente como a ella le gusta.

Después de su sorpresa, Audrey se cambió a su ropa cómoda —una camiseta blanca enorme y sus pantalones de algodón—, y nos instalamos en el sofá con mantas, palomitas y chocolate caliente.
Había puesto toda la saga de Harry Potter en la televisión.

No me quejo, me gusta esa historia.
Aunque Audrey dice que solo las ve porque “en la del Cáliz de Fuego sale Robert Pattinson”.
Lo dice muy seria, pero no puede ocultar la sonrisa cuando lo menciona, y yo solo me río.

—¿Así que lo ves por él? —le pregunto, dándole una mirada fingidamente celosa.
—Obvio —responde, mordiéndose el labio—. Cedric Diggory fue mi primer amor literario.
—Bueno, dudo que él te prepare desayuno y te aguante viendo Crepúsculo mil veces —respondo riendo.
—Touché, señor controlador.

La escucho reír, y se me olvida todo lo demás.
A veces no entiendo cómo alguien puede tener tanto brillo y tristeza al mismo tiempo.
Hoy la noto más callada, más suave.
Pero también más en paz.
No sé qué habrá hecho en la mañana, solo que sus ojos cargan algo diferente… algo que no necesita explicación.

Atlas está dormido en su cama, hecha un ovillo enorme de pelo.
Y, por alguna razón que todavía no entiendo, Chimuelo —ese minino negro que vive trepándome los pantalones— decidió usarlo como almohada.
Literalmente está encima de él, acurrucado, como si Atlas fuera una manta gigante.

Audrey los mira y se ríe bajito.
—Sabía que terminarían llevándose bien.
—Sí… el perro que me odia y el gato que me araña. Un dúo perfecto.
—Ay, no exageres. —me lanza una palomita—. Chimuelo te adora.
—Claro, por eso cada vez que quiere que lo alce me destroza el pantalón con esas uñas afiladas. Es un descaro de animal.

Ella se ríe tanto que se le escapa un pequeño sollozo de risa, de esos que iluminan todo.
Me acerco y le beso la mejilla, despacio.
Su piel huele a jabón y vainilla.
A hogar.

Terminamos la maratón de películas a la medianoche.
Ella se queda medio dormida sobre mi pecho, con los dedos entrelazados en mi camisa, mientras Chimuelo se acomoda exactamente encima de mí, robando el espacio que antes era de ella.
Atlas sigue a su lado, roncando suavemente.

Y ahí estoy yo, inmóvil, con un gato en el pecho y una mujer dormida en mi brazo, sintiéndome el tipo más afortunado del mundo.

Porque aunque no entiendo del todo por qué hoy parecía tan frágil, sí sé que no hay nada que no haría por verla sonreír así todos los días.
Si algún día decide contarme qué hay detrás de esta fecha, estaré ahí para escucharla.
Pero por ahora… solo quiero quedarme así.
Con ella.
Con ellos.
Con este caos perfecto que, de alguna forma, se siente como el verdadero hogar.




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