Inevitable

Capítulo 55 - Más...él?

(Perspectiva de Audrey)

No sé qué le pasa a Zade últimamente.
No es que esté distante, ni raro.
De hecho, está más dulce de lo normal, más pendiente, más… él.
Pero lo conozco lo suficiente como para saber cuándo algo le ronda la cabeza.

Hoy, por ejemplo, desperté con el aroma a café recién hecho.
Él estaba en la cocina, sin camisa, con el cabello despeinado y Atlas siguiéndolo como su sombra.
—Buenos días, mi cielo —me dijo al verme—. No te levantes, te llevo el desayuno.
Y lo hizo.
Tostadas, fresas y café con canela, justo como me gusta.

Le sonreí, claro.
Pero lo vi… pensativo, como si estuviera en otra parte mientras hablaba conmigo.

Zade siempre ha tenido esa manera de mirar que parece escanearte el alma.
A veces me mira como si temiera que fuera a desaparecer.
Otras, como si no pudiera creer que soy real.

Últimamente lo hace más seguido.
Y no me molesta.
Solo me intriga.

---

Después del desayuno, mientras recogía la mesa, lo vi revisando algo en su celular.
Tenía esa expresión de concentración que pone cuando planea algo, como si el mundo se detuviera para dejarlo pensar.
—¿Qué haces? —pregunté desde la cocina.
—Nada importante, solo… trabajo —respondió con una sonrisa distraída.
Pero su tono no sonó a “trabajo”.
Sonó a “no puedo contarte todavía”.

Suspiré y seguí lo mío.
No soy de las que presionan.
Si algo he aprendido de nosotros es que las cosas llegan solas cuando deben llegar.

En la tarde, mientras escribía unos informes para NOVA, él se acercó por detrás y me besó la cabeza.
—¿Vas a tardar mucho?
—Un poco. ¿Por qué?
—Porque te extraño —susurró, con ese tono ronco que me derrite.

Lo miré.
Tenía la mirada cálida, pero cargada de algo más… algo que no supe descifrar.
Y ahí lo supe.
Zade estaba tramando algo.

Bien lo acepto, 5 minutos después, ya no estábamos besando y una cosa llegó a la otra y ahora estamos en la habitación.

Lo dejo a su imaginación.

...

Por la noche vimos una película.
Atlas dormía en mis piernas y Chimuelo, como siempre, en el pecho de Zade.
Cuando la pantalla se apagó, nos quedamos en silencio un largo rato.
No de esos incómodos, sino de los que se sienten como un abrazo invisible.

—¿En qué piensas? —le pregunté.
—En ti —respondió sin dudar.
—¿Y qué de mí?
—Todo —dijo, con una media sonrisa, y volvió a besarme.

Sé que algo se avecina.
No sé si una sorpresa, un viaje, una locura suya…
pero lo presiento.

Zade no sabe mentir cuando se trata de amor.
Su silencio lo delata más que mil palabras.
Y ese brillo en sus ojos, esa calma extraña que arrastra desde hace días, me da miedo y paz al mismo tiempo.

Esa noche, antes de dormir, lo observé en la oscuridad.
Estaba acostado boca arriba, con una mano en mi cintura y la otra descansando sobre Chimuelo, que roncaba bajito.
Me quedé mirándolo largo rato.

Y pensé que, si alguna vez el universo planeó algo perfecto, debió ser esto.
Nosotros.
Después de tanto caos, de tantas caídas.

Y aunque no sé qué planea…
algo en mí me dice que está a punto de cambiarlo todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.