Me toma un tiempo que acepten lo que propongo hacer, pero tomando en cuenta de que es la única escapatoria que se le ha ocurrido a alguien en el escondite, pues, no queda de otra.
— ¿Y cómo pretendes conseguir el infectado? — La voz de Sky es la primera en curiosear con lo que es, por cierto, una buena pregunta.
Miro alrededor en busca de una respuesta. La mano de un infectado intentando cruzar por la barrera que formamos fue la luz que encendió el bombillo imaginario sobre mi cabeza.
Caminó unos pasos al frente y me agacho en cuclillas frente al brazo movedizo atrapado allí, volteo a ver a Sky y luego al infectado, tomando su dedo con los míos, como si de una cucaracha se tratase. — Fácil — la cara de mi amigo lo dijo todo, no volvería a salir en equipo conmigo después de este trauma y el hecho de que yo dijera que era “fácil” lo que estaba planteando hacía que fuera vista por todos como una reverenda demente.
Con ayuda de Liam – el único con cojones para ayudarme –, tomamos a ese mismo infectado y antes de acercarlo a los demás, le volamos los sesos de un batazo amistoso.
Emma se tapa los ojos ella misma, esta vez abrazada de su hermana. Los demás no se permiten dejar de ver.
Entonces comienza el trabajo desagradable: abro el torso del infectado con un cuchillo de cazador que tenía guardado. El sonido es húmedo y denso. La piel se separa con dificultad, y al romper la cavidad torácica, un olor insoportable invade el lugar. Todos retroceden con arcadas. Sky, Liam y los demás miran con asco evidente, conscientes de que no es nada agradable a la vista lo que está pasando.
Comienzo a sacar órganos – trozos de intestinos, costillas, vísceras – y los colocó en una caja donde almacenaban el maquillaje para poder manipularlos. La sangre oscura y espesa salpica mis manos y la ropa.
Sky no puede contener su repulsión, pero Liam mantiene la compostura. Toman los restos y comienzan a frotarlos por la ropa de ambos y luego de las demás, especialmente en los brazos, el pecho y la espalda. Les repito que se unten bien porque el olor debe ser convincente. Juro que sus miradas de asco valen más que mil chistes, pero no es momento de reír.
Cuando terminan, se ven completamente cubiertos de fluidos y restos orgánicos.
Creo que la parte más difícil es la que viene ahora y no dudo de que estemos todos conscientes de que es así. Maria carga a Emma en sus brazos, Sky se coloca a mi lado y Liam se queda recostado en un estante lleno de bases y polvos de compacto – los cuales a Bella le hubieran infartado en su momento –. La barrera de pronto se ve más segura y cómoda de lo que era y presiento que el grupo completo siente la necesidad de no tentar a la suerte con esta estupidez. Aprieto mis puños a cada lado de mis piernas, puesto que si yo di la idea también tengo que ser la primera en salir.
Doy un único paso adelante como señal de que yo me sacrificaré y espero que al salir vivos de esto me den un premio.
Empujo el primer estante arrimado en la barrera, el otro y luego el que le sigue, dejando un espacio libre para poder salir a la manada de infectados que me espera afuera. Trago grueso y lentamente me agacho para pasar con sumo cuidado y lentitud hacia el exterior. El sonido de los dientes crujiendo me eriza la piel, los pasos me paralizan y el olor – ese maldito olor escalofriante que llama muerte – hace que mi sangre deje de correr por un instante. No puedo prolongar mi parálisis por mucho tiempo así que suspiro y aspiro para calmarme, le hago una seña a los demás de que es seguro, o eso creo ya que todavía sigo viva.
El siguiente en salir es Liam, quien no tiene tanto problema como yo para adaptarse, le sigue Sky y finalmente María con Emma, quien mantiene los labios de la niña apretados con su mano abierta sobre ellos para que no produzca el más mínimo sonido.
Caminamos de puntillas entre los infectados, sudor, sangre, restos de lo que supongo que son personas, todo eso se adhiere a nuestros cuerpos en el acto.
La salida se ve tan, pero tan cerca.
Ese lugar por el que entramos y que ahora me da una alegría que no puedo describir.
Acelero los pasos lo más que puedo hacia la luz del sol.
«¡Rápido, ya casi llegas!» muerdo mi labio inferior con ansias mientras ese pensamiento se repetía una y otra vez con cada paso. No pude evitar que mi vista se nublara en el momento en que estuve a centímetros de tocar las manijas de la puerta…
— ¡Maldita sea! — El grito de Sky no fue nada comparado con lo que vi al retroceder y voltear.
María había caído al suelo y Emma gritó de dolor porque su hermana cayó sobre ella. Liam, con agilidad, tomó el cuerpo desmayado de la chica y Sky a la pequeña que lloriqueaba.
Sin necesidad de palabras me movilizo a abrir las puertas de par en par para que podamos salir corriendo por nuestras vidas.
Todo. En. Unos. Condenados. Segundos.
Gritos que no eran nuestros podían escucharse venir de la plaza. Nos habían pillado. El aire de mis pulmones trabajaba a su máxima velocidad para brindarme suficiente resistencia para correr. Los chicos que cargaban con sus cosas y también con las chicas iban detrás. Sentía cómo nos pisaban las colas y dije “ey, después de todo mi vida fue y terminó como la mierda”.
Estaba en los últimos rezos cuando un pitido de camioneta me hizo saltar el corazón, luego las luces iluminaron mis ojos y la presencia de Alexander nunca me había hecho sentir tanto como cuando nos gritó que subamos. Un frenón y la abertura de las puertas bastó para que nos arrojaramos sin paracaídas al auto. Este arranco sin pedir permiso a nadie, llevando por el camino algunos infectados que nos habían rodeado sin remordimiento alguno.
Las llantas frenaron en el estacionamiento del motel y mi cuerpo actuó en automático.
Salí de los asientos traseros corriendo a abrir la puerta del piloto.
— Muñeca, ¿En cuantos problemas te puedes meter sin-? — No alcance a dejarlo terminar de hablar cuando mis brazos rodearon su cuello, apretando con tanta fuerza que la que sentía que se asfixiaba era yo.