Infectados

O C H O

Nos refugiamos un par de semanas en la ciudad pérdida, abusando de su inmensa estructura que nos sirvió como un lugar seguro el cual nos cuidaría de aquellas bestias llamadas Saitzans. Bajo la luz de la luna y el que desprendía por sí sola la fogata nos encontrábamos sumidos en nuestros pensamientos. Nadie hablaba, solo…nos manteníamos en completa calma mientras que las llamas se consumían.

Después de un rato de ver sus caras sumidas en un solo punto bufe y empecé a jugar con mi nueva adquisición. Extrañamente al estirar mi mano y direccionar mis dedos hacia el suelo nada paso, intente de nuevo concentrándome y por muy loco que parezca ahí estaba eso de nuevo. Dos pequeños y azulados rayos impactaron contra la tierra dejando un pequeño hueco. Sentí de nuevo aquella corriente recorrer mi cuerpo y conectarse a mi ser. El tiempo se paralizo, nada se oía, y fue entonces cuando lo pude ver…una tormenta se acercaba. Vi como en cámara lenta los rayos caían iluminando por fracciones de segundos la inmensa estructura, vi como las grisáceas nubes no tardaron en liberar su furia. Los rayos volvieron a atravesar el cielo resonando por todo el lugar y la lluvia…no tardo en llegar. Pequeñas gotas descendían con pereza impactando al suelo y dejando tras ellas una marca de que una vez ella estuvo ahí. Entonces lo volví a sentir, aquella necesidad que tanto me llamaba, aquella…atracción hacia aquel fenomeno. Sin pensarlo abandone el refugio y salí en busca de lo que tanto me atraía. Mis ojos no se despegaron del cielo y mis pies no pararon su rumbo, de pronto; otro rayo cayó. Atraída por aquel movimiento, aquella luz, estire mi mano y soñé con poder tenerlo entre ellas, tocar aquel ser de energía. El imponente rayo en pocos segundos obedeció mi orden, su rumbo mágicamente cambio y ahora aquella bola de energía venia hacia mí, no corrí, no grite, no tenía miedo. Solo me deje llevar por los impulsos. Y como si yo fuera un imán y el rayo un simple metal este impacto contra mi cuerpo. La luz no tardo en rodearme y yo solo me deje llevar con lo que aquel ser me decía. Aquel poder…después de tanto tiempo había sido encontrado y ahora el me elegía…

Cuídame…elegida

Fue un leve susurro a mi oído antes de que todo se desvaneciera. Volví a estar en mi sitio de antes, el tiempo había retrocedido y con él la tormenta. De mi mano salían pequeñas chiribitas eléctricas dispuestas a desintegrar todo lo que yo quisiera. No fue un sueño, no estoy loca. Pensé y tras una loca idea y una rápida mirada al cuerpo de Hades extendí mi mano hacia él y un pequeño rayo salió disparado de esta hacia el culo de Hades. Este dio un bote en su sitio mientras gruñía por el dolor, sus manos agarraban su retaguardia donde una pequeña mancha negra y quemada de tela se extendía. Sus ojos no tardaron en encontrar los míos justo cuando mi risa estallo.

— ¿Qué crees que haces? — rugió enfrentándome. Yo me mordí la lengua ante su cercanía, mi rostro no tardo en colorarse. Mire sobre la capa sus mieles ojos que brillaban con diversión y…peligro. — ¿Divirtiéndome? —  respondí antes de encogerme de hombros y darme la vuelta dispuesta a escapar antes de que todo explotara.

— ¿Quemar mi trasero te parece divertido? —acuso con cierto toque de sarcasmo. De reojo mire a Benjamín que nos ignoraba mientras se concentraba en hacer un campo de fuerza alrededor de la fogata. Volví a ver a Hades dedicándole una sonrisa traviesa y algo picara.

—Hacerte enojar me parece divertido— reí mientras su rostro permanecía impasible. —Y bien… ¿Lo he logrado? ¿El señor gruñón se ha enfadado? — me mofe dando vueltas a su alrededor. De espaldas a él logre ver como sus músculos se tensaban, me prepare para cualquier cosa. Pero no para lo que la mente de Hades maquinaba.

Al no recibir respuesta o gesto alguno me acerque preocupada. — ¿Hades? Oye…de verdad no quise…— pero las palabras murieron en mi boca tan rápido como el se volteó y me callo con sus labios. Mis ojos casi se salían de sus cuencas, ¡Hades me estaba besando!

Dejarme llevar era una opción tentadora de tomar, después de todo, nadie nos estaba viendo. Mis brazos no tardaron en enredarse en su cuello y mis labios corresponderle. Mis piernas se hicieron gelatina cuando su lengua acaricio dulcemente la mía, sus manos acariciaron mi cintura con delicadeza antes de enterrarlas con fuerza en mi carne. Sus labios se movían al compás de los míos inexpertos y tímidos, en un momento del beso sentí sus dientes morder con placer mi labio y yo enterar mis manos en su pelo. El aire no era necesario, después de todo…nosotros ya estábamos muertos. No sé en qué momento el beso había terminado cuando ya nuestras bocas de nuevo se unían hambrientas de sí.

Teníamos que parar esto ya.

Y por mucho que me degustara esa idea, así lo hice. Termine con el beso y tras una rápida mirada y una media sonrisa desaparecí de su vista de vuelta al refugio dejándolo completamente solo y en la oscuridad de la noche.




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