Infectados

EPÍLOGO

Dos Siglos Después...

Poco a poco todo volvió a la normalidad, los Humanos, Saitzans y Niños malditos juraron lealtad para así en paz poder quedar.  Cada uno en grupos se separó, y en regiones estratégicas se resguardaron. Humanos con humanos, Bestias con bestias y Vampiros con Vampiros, así fue como quedaron, hasta que los Saitzans y los Vampiros se unieron y mezclaron razas. Pero a todo esto, nadie se esperaba que el peligro apenas comenzaba. Dos siglos y el líder Hades a cargo de las dos razas en paz todo mantenía, ninguno humano moría y los inmortales lejos se mantenían. Duro era su labor, sin embargo, cuando por la tarde todo terminaba y Hades el bosque atravesaba, llegaba a su cabaña y la felicidad lo asaltaba.

Su pequeña hija Leanne saltaba a sus brazos con alegría, pese a no tener ya doce años seguía siendo la misma cría. Después de la cena y una charla Hades bajaba a su sótano con la esperanza de que Ella despertara. Inmóvil e impotente yacía su amada en la cámara criogenizadora que la resguardaba. Con los párpados cerrados, el corazón sin vida, la piel tan blanca Ella dormía. Dos siglos habían pasado, casi una eternidad, sin embargo, ella se negaba a despertar. Con un suspiro cansado Hades se devolvió a su manada, no sin antes de despedirse de su amada. Leanne, la pequeña adulta vio cómo su pobre padre marchaba, con los hombros caídos y el alma desbaratada. Poco después la monotonía de su vida la hizo salir de la casa, sin prisas recorrió el bosque deleitándose con los ululeos de algún animal y el rugir de alguna bestia. Pero algo ahí estaba mal, y lo supo cuando el bosque en un silencio sepulcral quedó. Pasos se acercaban hacia su dirección.

— ¿De nuevo me he perdido?— escucho a lo lejos mientras curiosa se asomaba, de los arbustos un joven de no más 18 años se frustraba. Pateo una piedra con fuerza, mientras se lamentaba su mal sentido de la orientación. Volviendo a la piedra está voló y voló cortando el aire. Atravesando arbustos y animales hasta que de pronto, raudo y veloz la pequeña piedra impactó en la frente de la joven muchacha.

— ¡Auch!— un quejido que silencio al muchacho. — ¿Quien está ahí?— pregunto caminando en silencio hacia el lugar donde la joven se quejaba, un palo como arma utilizó el tembloroso chico mientras sus pálidas manos apartaban las hojas del árbol. Una joven preciosa fue lo que sus grises ojos vieron. ¿Quién era ella?, se preguntaba mientras que un plis plas la bella dama escapaba. 

    — ¡Espera por favor!— gritó el muchacho detrás de la joven.

    — ¡Aléjate de mi! —Respondió la dulce voz desapareciendo en la espesura del bosque. Abatido, el joven  siguió caminando sin rumbo alguno hasta que sin darse cuenta en una cabaña se encontraba. tocó una, dos y hasta tres veces, pero nadie contestaba. Dio la vuelta listo para irse, y cuando lo hizo la puerta crujió, Se había abierto. Entró asomando con temor su cabeza, pero al no ver a nadie prosiguió. Entró a la cabaña que inmediatamente lo recibió, con un movimiento de manos la fogata se encendió y pronto su cuerpo entró en calor. Justo cuando se ponía cómodo una silueta lo asustó, ¡Estoy en peligro!, pensó. Con valor que no tenia, persiguió a la sombra hasta que desapareció tras atravesar una puerta. Puede ser una trampa, pensó mientras bajaba las escaleras hacia una especie de sótano. 

Pero el joven nunca retrocedió. Una vez dejo de bajar se maravilló ante la tecnología que ahí abajo tenían. Pero lo que más llamo su atención y sedujo a su curiosidad fue el cuerpo inerte de una mujer. Embelesado sus pies se movieron acercándose paso a paso a aquel cuerpo. Una vez allí observó con tal claridad a la persona que ahí dormía. Rodeada de un cristal el cuerpo de una mítica mujer yacía durmiendo con tal paz que a el joven le indujo mucha curiosidad.  

Rompe el sello...

Rómpelo...

Rómpelo...

Ella tiene que despertar...

Voces se escucharon en la mente del joven, de su traje saco una pequeña bolsa con lo que parecía arena de un color celeste y sin pensárselo dos veces se la tiro así mismo rompiendo el hechizo en el que su mente se hallaba. Miro a la mujer con burla, mientras la observaba algo en él crecía. Sentía el impulso de liberarla, pero si lo hacía corría el riesgo de morir.

  ¿Y desde cuando a el le preocupaban esos mínimos detalles?

una pequeña carcajada brotó de su ser y tras una rápida mirada a la pálida mujer decidió. —Me causas mucha curiosidad pequeña Vampira, sin embargo a este mundo le hace falta la presencia de tu ser. Admito que me divertiré, pero antes...— de sus manos empezó a correr un humo gris que entró en la cúpula y luego se introdujo en el inmóvil cuerpo de la mujer. — Romperé el sello y tu cuerpo al fin será libre.

Una vez dicho eso, el joven abrió la cristalera y se sentó al lado de la pálida mujer. Acomodo sus blanquecinas hebras y entre sus manos colocó un frasco entre azul y morado.




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