Infernal (luz de medianoche 3

Prologo

Prologo

 

Su aliento contra mi cuello, como un gato olfateando su próxima comida. Se me hiela la sangre de solo pensarlo. Algo no está bien. Romina no está siendo ella misma.

—Sííí. —Su voz es seductora.

Leonardo se queda con el cubierto a medio camino de su boca. Lo que sea que esté viendo en mi novia lo está asustando.

—Romina —la voz de Nubia la hace tensarse. Sus manos aprietan un poco mis hombros, si ejerce un poco más de presión puede atravesar la piel con sus uñas. Sisea en mi oído. El sonido de un depredador reconociendo a su presa. Controlo mi respiración, pero mis latidos es otra cosa, el miedo llega sin avisar, como una soga en la garganta. Ella nunca ha perdido el control, nunca se ha mostrado sedienta y enloquecida. Es como la siento ahora.

No me había dado cuenta, cada vampiro en el comedor está preparado para atacarla si es necesario. Romina se convirtió en una amenaza.

—Romina —repite Nubia.

Leonardo baja con lentitud el cubierto y lo deja sobre la mesa. Sigo sus movimientos con la mirada y puedo estar seguro de que Romina hace lo mismo.

—Romina, cariño dime que estás ahí insiste Nubia. No hay respuesta por parte de mi novia. La soga invisible me corta la respiración. Ella no responde—. ¿Lo reconoces?

La siento asentir. Su agarre no se afloja. Cualquier movimiento que pueda hacer la hará reaccionar, y atacará. Tendré que defenderme. Vamos amor, tienes que dejarme ir.

—Bien. Sé que no quieres hacerle daño. Solo estás confundida.

Leonardo se levanta con mucho cuidado. Romina mueve su rostro de mi cuello y sisea amenazante. Él alza las manos y retrocede. Soy su único objetivo. Eso es bueno.

—Dime que tienes, Romi —digo en voz baja. Tan tranquilo como mi acelerado corazón me permite.

La escucho sollozar y luego sisear. Afloja su agarre.

—No lo puedo… controlar —es su voz. Ella no se ha ido del todo, sigue atrapada entre el depredador que ahora tiene el control.

—Lo vamos a solucionarlo.

—Hija. Déjalo ir. Te vamos a ayudar —dice de nuevo Nubia. Su voz delata su cercana posición.

Las manos de Romina se retiran de mi hombro, sigue estando detrás de mí, pero me permite liberad de movimiento. Ruedo la silla con sumo cuidado y me levanto. Ella se mueve conmigo, como sincronizados. Doy vuelta. Sigue siendo mi chica, el cabello corto de lado derecho casi roza su hombro y del otro lado ha crecido lo suficiente para casi cubrir su oreja. El problema es cuando encuentro su mirada. Sus ojos son dos gotas de sangre. La escucho rechinar los dientes, los colmillos presionan el labio inferior.

—Corre —se esfuerza por decir la palabra.

Lo hago.




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