Capítulo 3:
Amigos
La entrada principal al edificio fue clausurada un vez que quedamos atrapados en la ciudad, dejando como único acceso el estacionamiento. Más fácil de controlar. Los vampiros tienen suficientes camionetas para movilizarse, sin embargo, nadie ha ido tan lejos. La llegada de los infernales nos ser más precavidos, desconocemos de que son capaces y la idea era conocer un poco más al enemigo antes de hacer algún movimiento, pero ellos ya hicieron su primera jugada e igual nos tomaron desprevenidos.
Aunque no se ha alertado al resto de los vampiros, se puede sentir la tensión de al no saber que va a pasar con los dos únicos afectados por… no sabemos qué. Y la incertidumbre si alguno, del último equipo que salió regresará igual que Romina.
Mi preocupación sube a un nivel poco racional, me doy cuenta que ellos son muchos y nosotros, demasiado pocos para controlarlo. Espero que no lleguemos a ese punto, o no estoy seguro que podamos contener a todos los vampiros dentro de este edificio.
—¿Qué tanto espera Dimas para recibirnos? —es la regia voz de Anastasia. Espero que no esté exponiendo sus antiguos tatuajes que intimidan hasta el más fuerte. Ella es una criatura de temer, su sangre se remonta a los primeros seres humanos que recibieron los conocimientos celestiales, conocimientos prohibidos que fueron moldeados de una y mil maneras, la suya es muy particular, ella desintegra a sus enemigos. No es algo que haga muy a menudo, y si mal no recuerdo solo ha sucedido dos veces desde que la conozco, hacerlo la lleva al borde, se ciega por completo ante el desborde de su poder. Se vuelve incontrolable, razonar y auto controlarse no es algo que domine tan bien como cambia de forma. Por eso es tan peligrosa.
—Venía detrás. No debe demorar —responde alguien, supongo es el chico que nos fue a avisar.
—¿Y por qué no nos dejan pasar? —exige Anastasia.
—Eres una cambiante inestable y el demonio no es de fiar —responde otra persona.
Idiota, eso no fue lo más inteligente que se le pudo haber ocurrido.
—¿Inestable? ¿Yo? —Grita Anastasia, con un tono amenazante—. ¿Quieres que muestre lo inestable que puedo llegar a ser?
Rodeo la hilera de seis camionetas a prisa, antes de que la cambiante demuestre ser una inestable. Para encontrarla en toda su terrorífica gloria, no envidio la posición del vampiro que le hace frente. El hombre puede querer estar en cualquier otro lugar menos estar frente a ella. El otro vampiro, decidió que lo mejor era tomar distancia.
—No es necesario. Ya estoy aquí —anuncio. Aunque la muerte de Ronald no la desestabilizo de una forma peligrosa, sus emociones siguen estando alteradas.
Anastasia se da vuelta, su ropa está sucia como si la hubieran revolcado por el suelo y si mi vista no me falla tiene algunas manchas de sangre seca. De su hombro izquierdo cuelga un bolso.
—Este tonto no me quiere dejar pasar —señala al vampiro que dicho que ella era una inestable.
—Tenemos una situación complicada, —sí creo que esa es la palabra adecuada para la actual situación—, él solo cumple órdenes.
—Fue lo que le dije, pero la niña no escucha a nadie —se queja Gabriel.
Él y Daniel, comparten el mismo aspecto que tiene Anastasia. Tuvieron que haber tenido un enfrentamiento antes de llegar aquí. Ambos llevan un morral. Salieron preparados para permanecer un par de días fuera de la academia.
—Tu cállate que no me tienes muy contenta, además, dijo que no eras de confianza —replica Anastasia.
Gabriel se encoge de hombros.
—No es nuevo para mí.
—¡Oh, por dios! Como te has ablandado. —Anastasia vuelve su atención a mí—. Y tú, dime, dónde está esta Romina.
Ella escudriña el estacionamiento con la mirada en busca de su amiga.
Leonardo se tensa detrás de mí.
El estacionamiento no es el mejor lugar para soltar una bomba, puedo imaginar cómo va a reaccionar. Tengo tanto por confesar, y ella, bueno ella tiene la energía para iniciar una pelea.
—Subamos. Te explicamos arriba —interviene Leonardo.
Suelto el aire, ni me había percatado que lo estaba conteniendo. Dos horas para saber lo que paso y solo han pasado minutos, no creo poder soportar esta incertidumbre por más tiempo.
Anastasia suaviza su mirada y acorta la distancia. Agarra mi rostro entre sus manos. Se me queda mirando como si fuera un niño, y ella intentara entender lo que ocurre en mi mente.
—Te ves terrible —murmura.
—Es igual a como me siento —confieso.
—Bien, hablaremos arriba —retira sus manos—. ¿Por dónde?
Leonardo encabeza el recorrido hacia las escaleras. Decido ir de último y Daniel se mantiene a mi lado. No ha dicho ni una sola palabra. Es extraño que este aquí, seguro desobedeció las órdenes de Geraldine.
—Tengo curiosidad de saber por qué te les uniste —inquiero.
Daniel lleva las manos entre los bolsillos de su pantalón. Una espada ataviada en su espalda, con la empuñadura manchada de sangre y encima la mochila.
—Quiero saber dónde está mi hermana.
Hace meses, él no podía con la verdad de tener una hermana que regreso de la muerte. Una hermana que en la actualidad es menor que él, cuando en el pasado él solo era un niño cuando ella murió. Ahora parece muy preocupado de perder lo único que tiene en el mundo.
—¿Qué te hace pensar que no está aquí?
—Intuición, quizás —exhala. —Y sí le añadimos que tienes el semblante de haberte caído las siete plagas de Egipto, yo digo que mi intuición en certera. Dessire no está aquí, regreso a ese lugar, ¿cierto?
Es bueno leyendo a las personas, las siete plagas ahora parecen estar representadas por los siete infernales, y no me golpearon todas, pero si una buena parte de ellas.
Los otros van por delante, e igual pueden escuchar nuestra conversación. Anastasia está muy tranquila y es inquietante.
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Editado: 18.05.2022