Inferno

2 - La Agonía de los vivos

Lo más difícil para ella había sido despertar.

Y lo más fácil había sido sentir las heridas del fuego su la piel.

Un grito de espantoso fué el que salió de su boca cuando sintió aquel dolor apoderandose de todo su cuerpo, quería ver todo y escucharlo de igual menera pero lo único que veía era un techo blanco y luces en el,—moviéndose a velocidad.

Y lo único que escuchaba era como llamaban a su nombre.

—Larissa, Larissa.

—¿Mamá?—preguntó para confirmar un poco adormilada o más bien inconciente.

—Si cariño, es mamá.

Eso la hizo soltar una pequeña sonrisa, una sonrisa que duró unos segundos al mover la cabeza mientras aguantaba el dolor y las ganas de gritar, entonces vió más camillas, diversas y distinguió las batas blancas comprando que estaban en el hospital,—sobre una camilla.

—¿Mamá Wes?, Wes.

Habló con voz débil pero de manera constante reconociendo a la persona que llevaban en la camilla junto a ella, o más bien reconociendo su sudadera, una quemada y más negra de lo común.

—Wes está bien cariño y tú también lo estarás—le dijo y ella trató de asentir.

Entonces recordó. —Cassandra...—Dijo. Aunque su nombre solo había salido de forma en susurro, tenía sueño lo sabía pero tampoco se quería dormir,—el ruido del hospital, el llanto de las personas le decía que no debía y el humo que aún estaba en todo su sistema se lo recordaba a cada instante.

—Heridas de quemaduras segundo grado—Escuchó a su lado y reconoció la voz de inmediato, quería hablar aunque no podía.

—¡Doctor Fyre tenemos heridas de tercer muy graves!— escuchó a lo lejos y se retorció como ella sola, estaba sintiendo que alguien atravesaba su carne.

—Ya sabes que hacer, me encargaré de esto he iré enseguida—le contestó su padre a aquel enfermera que parecía que la menopausia la iba a matar en cualquier momento.

Sintió como su camilla seguía avanzando  hasta que se perdió en una de las habitaciones, sentía que su pierna ardía y que su cuerpo se moría.

—Cristofer— había escuchado decir a su madre en un hilo de voz, aunque eso era lo que menos le importaba estaba agonizando del dolor y más allá.

Cristofer miró a su esposa con un tanto de pesar por un momento y prosiguió a decirle:

—Larissa, estira la pierna—le pidió y esa voz la sentía lejana y un poco ajena,—quiso hacelo pero no pudo, lo intento de nuevo sintiéndose impotente mientras gritaba como si la estuvieran matando o algo que se le pareciera.

Dando un último intento sintió como su dedo pulgar se movía y se sintió aliviada, y no solo ella todos se sintieron aliviados. Cuando sintió que levantaban sus cuerpo sabía que seguía así que se apoyó a el arrededor del cuello de su madre con sus manos, se dirigieron  a la ducha del cuarto para abrir la llave y meter su cuerpo debajo de ella.

Cuando el agua fría hizo contacto con la pierna y con las demás quemaduras de su cuerpo no pudo contener el grito ni lo que le seguía de el.—el dolor era tan insoportable que ahora empezaba a entender que las personas irritantes no se comparaban con ello.

—¡ME DUELE!, ¡ME DUELE!, ¡ME DUELE MUCHO!—no lo pudo soportar tras ese grito, había enterrado también las uñas en lo primero que habían podido alcanzar. La piel de su madre.

Después de eso, la sacaron de prisa de la ducha para volverla a recostar sobre la camilla y tratar la gran quemadura en la pierna.

—Te daré unos analgésicos para el dolor—le dijo su padre rebuscando en el estante de medicinas mientras también tomaba un paño húmedo y una crema antibacteriana para prevenir alguna infección, e otras para el dolor y la inflamación de la zona.

Haciendo todo aquel proceso suspiró profundamente al ver que la herida estaba en su punto más grave desde los dedos a más arriba del tobillo, porque la parte más arriba estaba a casi ser primer grado, —terminando de aplicar todo sobre la pierna se detuvo en la parte trasera de la rodilla por el muslo interior al ver lo que había en el.

—Verónica ve esto—Le dijo levantando un poco la pierna para que viera esa marca ahí.

Una marca que no dudo en sorprenderla, se llevó la mano a la boca con asombro,ese símbolo porsupuesto que lo reconocía, y estaban pegado a la piel como si hubiera sido con hierro caliente.

—Maldición—maldijo la señora y Larissa no sabía que estaba pasando, su conciente estaba entre dormido y medio despierto, pero le sorprendió oir a su madre maldecir y colocarse histérica a el instante.

—Te lo dije—solo escuchó aquello de su padre mientras sentía como empezaba a envolver su pierna con una venda blanca—Se quedará dormida un rato más, encárgate de colocarle algo de ropa que tengo más pacientes por atender. Tú ya sabes que hacer.

—¿Papá que pasó?.

Le preguntó sin entender nada, ni como se había causado el incendio, ni cómo había sobreviviendo y mucho menos como había llegado a el hospital.

—Descansa, lo sabrás cuando despiertes—le contestó con una sonrisa y ella asintió mientras empezaba a sentir sus ojos pesados, su pierna izquierda casi no la sentía pero le confortaba que si sintiera sus dedos y su cuerpo se estaba empezando a adormecer.

—Ayuda a Cass y a Wes.

Y diciendo esas últimas palabras sus ojos se cerraron y solo vió oscuridad.

...

—Larissa cariño, ¿qué estás dibujando?—le preguntó su madre a la pequeña con un tanto de curiosidad y con una sonrisa en la boca acercándose a ella.

—No puedes ver, no hasta que termine—le contestó la niña de cinco años ocultando la hoja, el papel, la regla y los colores.

—Vale, vale yo espero.

—Será extraordinario, mami—le dijo con un tanto de emoción mientras movía sus pequeñas manitos como si fuera aquellas personas dedicadas con reglas, colores y lápices perfectos.

—Claro que sí.

Le contestó la señora.

Entonces la niña sonrió y suspiró dando por terminado el trabajo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.