Viajaron en avión, por primera vez se montó en ese aparato volador que le dio pánico al despegar. Apretó la mano de su esposo con fuerza y Marcus rió a carcajadas por su miedo. Nayeli sintió un nudo en el estomago que no se le quitó hasta que el avión aterrizó en el aeropuerto y quedó rodando como un carro por la pista de aterrizaje. Aplaudió con entusiasmo y pensó «uffff de nuevo en tierra firme».
Al llegar a la mansión familiar se quedó impactada, parecia un sueño. A medida que se adentraba al lugar más maravillada estaba pero todo cambió al ser presentada por Marcus a sus suegros, enseguida se dio cuenta de que no les cayó para nada bien, en particular a su suegra. La rígida señora la hizo dormir en una habitación individual. Así sería hasta que no se casara por la iglesia consu hijo, le advirtió.Más que como nuera la trataba como sirvienta.No porque fuera la Cenicienta, sino porque le hablaba como tal.
Su esposo estuvo de acuerdo con su madre en todo, él se iba temprano y regresaba tan tarde que apenas lo veía. No tenía la oportunidad de conversar con él a solas y contarle lo mal que se sentía, para colmo se estaba sintiendo mal, se mareaba a cada rato y todo lo que comía lo devolvía. La mayoría de las cosas le daban asco y cuando su suegra se dio cuenta de sus síntomas fue cuando decidió apresurar la boda, que era más que evidente que no quería realizar aún cuando ya era la esposa legal de su hijo.
Se organizó un ceremonia sencilla con pocos invitados, algo formal y obligatorio por su evidente embarazo. Solamente asistieron sus suegros, tíos y primos de su marido y por último un medio hermano, que aparentemente su padre tuvo fuera de matrimonio pero estando casado. Algo así había escuchado sin querer cuándo llegó frente a la recámara de su suegra, iba a preguntar por unos detalles que faltaban para completar el menú de la ceremonia pero prefirió retirarse y esperar a que esta bajara. Sin conocerlo se sintió conectada con él, ambos no eran bienvenidos en esa poderosa familia.
Al parecer el joven no era muy querido por su suegra y podía entender la razón, por lo que observó era contemporáneo con su esposo, quizás un año mayor o menor. El medio hermano llegó a última hora porque estaba de viaje y obvio, Nayely no lo conocía.
Hizo entrada en la iglesia y su presencia no pasó desapercibida para nadie, su familia lo observó con enojo y la novia con sorpresa aunque nadie dijo nada, quizas por respeto a la santa iglesia y al cura.
Nayely no pudo evitar mirarlo con admiración, hasta ese entonces creía que no había hombre más apuesto que su esposo pero su medio hermano no tenía igual: alto como de 1.85 más o menos, fuerte, de músculos bien definidos(aún se podían apreciar bajo su ropa elegante y formal) Parecía fisicoculturista o al menor le gustaba ejercitar sus músculos en un gimnasio. Su pelo negro azabache, sus ojos igual de negros, los más profundos y misteriosos que hubiera visto nunca... Se sintió muy mal por admirar a su cuñado así cuando se lo acababan de presentar. Estando embarazada y ya estaba lista para casarse por la iglesia con su marido y tenía al padre de pie en frente al altar para colmo.
¡Arrepiéntete pecadora!
Bajó la mirada avergonzada, sus mejillas estaban más rojas que un tomate maduro.
Una lágrima de tristeza rodó por su mejilla, este debía ser el día más feliz de su vida y se sentía más triste y sola que nunca, ni siquiera tenía al lado a su adorada hermana que era lo único que le quedaba en este mundo.
Bajó su mano derecha a su vientre y lo acarició: No estaba sola, pensó con optimismo y dicha de saber que llevaba una vida formándose dentro de ella.
«Por ti enfrentaré todo lo que venga sea bueno o malo como hizo mi madre»
Fue su voz interior hablando con su criatura.
Se casó con Marcus ignorando su subconsciente: que le pedía a gritos que huyera. Ignoró también unos ojos negros que no querían apartar su mirada de ella y que le causaban un estremecimiento intenso. Provocaba que toda su piel se erizara. Eso que le originaba (aquel desconocido para ella pero tan familiar para su esposo), la incomodaba y avergonzaba, haciéndola sentirse indigna porque ella tenía que contener sus ganas de corresponder a su insistente mirada.
Después de la boda le dieron la intimidad, que ya no deseaba, con su esposo ante la ley del hombre y lo ojos de Dios. Marcos había cambiado tanto, en nada se parecía este hombre fío, distante y desatento al totalmente opuesto que ella conoció. Se preguntaba en donde quedó aquel hombre cálido, conciderado y atento de quién ella se enamoró y decidió entregarle su vida. Cuando al fin tenía la oportunidad de hablar con él con privacidad, de contarle sus problemas y expresarle su deseo de trabajar, decirle que ya habían pasado casi dos meses y no había podido mandarle a su hermana la ayuda económica que le prometió, se encontró con un temprano de hielo pero aún así decidió abordarlo.
-Cariño, necesito trabajar...
Él la cortó de inmediato.
-¡Trabajar!, ¿pero tú eres estúpida?- vociferó molesto.
Ella se tensó.
-No me hables así-reprochó indignada pero con voz moderada. No quería que alguien por accidente los escuchara discutir, al menos no a ella.
-¡Y cómo quieres que te hablé si me sales con esas sandeces!
-Yo necesito trabajar, mi hermana necesita dinero para pagar el alquiler y estudiar.
-Tu hermana ya está bastante grandecita y además ella fue la que quiso quedarse por allá.-le hizo saber en tono molesto y autoritario.
-Ya veo que tuvo razón-mazculló.
-¡¿Que dijiste?!
-Nada..., que yo prometí ayudarla.
-¡Estás embarazada joder! y tienes que cuidarte... ¿Vas a obedecerme o no?-vociferó furioso y le pegó una cachetada.
Nayely retrocedió dos pasos por el impacto, sus hermanos ojos abnegados en lágrimas de repente. Le dolió aún más su corazón roto en mil pesos, lo poco que quedaba por ese hombre se desvaneció y el lugar vacío se llenó de miedo absoluto.
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Editado: 11.05.2022