Marcus se levantó a la misma hora de siempre. Lo sentí pararse con cuidado , salió con pasos sigilosos para el baño, lo sentí hacer cada cosa de su rutina de la mañana antes de irse a trabajar. Al final se paró frente a la cuna.
—Campeón nos vamos más tarde, papá te ama.
Quién lo viera diría que es un padre amoroso y un esposo considerado.
Al final cerró la puerta con cuidado como si no quisiera despertarme, que ironía. La realidad era que desde que llegó en la madrugada no había podido pegar un ojo. Ese comportamiento me hacía pensar que un borracho recuerda todo lo que hace Sentí un inmenso alivio con su partida.
Volvía a temerle a ese hombre.
Me levanté adolorida y me fui al baño. Me miré al espejo por instinto y este me reveló una imagen marchita de mí. Las ojeras que tenía eran enormes. Sentí lastima por mi persona. Era una completa idiota, una muñeca sin voluntad propia en las manos de mi marido.
***
Llegué a la casa de mi padre, no pude contenerme, tenía que ver a Nayely. Esa mujer no se me quitaba de la cabeza, no se por qué razón. Quizás era porque me sentía muy identificado con su situación. Me dolía verla encerrada en esa jaula de oro. Su situación, inclusive, era peor que la mía, la pobre tenía que convivir en ese nido de serpientes. Me restregué la cara nervio.
—¡Que mierda hago aquí!—murmuré.
Me llené de determinación y caminé decidido a la cabina de entrada.
—Buenos días señor Miller.—me saludó el guardia.
Le devolví el saludo con un asentimiento.
—Abre el portón, vengo a ver a mis padres.—ordené. Tenía que comportarme igual que ellos para que me obedecieran.
—Lo siento señor, los señores salieron temprano.
Y ni aún así resultó.
—De todos modos voy a pasar, veré a mí sobrino.—expresé resuelto y demandante.
—Lo siento mucho pero no puedo dejarlo pasar, recibí la orden de no dejar entrar a nadie.
¿Pero qué carajos?
—Sabes quién soy, si no quieres perder tu trabajo abre esa maldita reja de una puta vez.—amenacé.
El hombre se quedó contrariado pero después de varios segundos de vacilación abrió.
Caminé de vuelta al auto que había dejado prendido, me subí presto y conduje al interior de la propiedad. Había personal de seguridad en todas partes, pude notar que incluso habían más camaras de seguridad.
¿Qué mierda pasa aquí? ¿Esto es una maleta prisión? En está familia se han vuelto locos o paranoicos. No podía entender el motivo para tanta seguridad.
Doblé en la rotonda al rededor de la fuente y dejé mi auto deportivo en posición de retirada, no estaría mucho tiempo aquí, tenía que tomar un vuelo pronto. Por ese motivo estaba aquí, antes de irme quería ver a mi sobrino y a su madre, era una necesidad. Esta vez estaría mucho tiempo fuera del país, no podía marcharme sin despedirme.
Frente a la puerta de entrada de la mansión estaban colocados, a ambos lados, dos hombres que parecían de las fuerzas especiales. Los miré con recelo. Toda esta situación extrema me estaba inquietando. Cuando me dispuse a ingresar me detuvieron colocndose enfrente.
¿Acaso estaba en la casa presidencial? ¿Qué tipo de locura era esta?
—No puede pasar señor.
¿Que no puedo? Esto tenía que ser una maldita broma.
A estos hombres nunca los había visto así que no me conocían, seguramente esa era la causa.
—Soy el hijo mayor del dueño—aclaré, saqué mi identificación de la billetera y se las mostré con suficiencia.
—Lo siento señor Miller pero igual no puede entrar.
—Tú y cuántos más me lo van a impedir?—me envalentoné molesto.—Llamaré a mi padre y a mí hermano para que los despidan de inmediato y por mi parte me aseguraré de que nadie los contrate nunca más.
Tomé el teléfono y marqué, no era el número de mi padre, tampoco el de mi hermano sino el de mi secretaria ejecutiva. Cuando contestó hablé:
—Hola Marcus, soy tu hermano menor...sí se que lo sabes....Mi voz es inconfundible...
Sonreí arrogante, hice galas de la mejor pose de exitoso presidente empresarial. Tenía que arreglármelas de cualquier forma para impresionar y apabullar a estos tipos frente a mí.
Para entonces los fortachones tenían la frente perlada de ligero sudor y me hacían señales para indicarme que podía pasar. Tuve suerte de que ellos se creyeran mi atención. En realidad mi hermano no me dejaría entrar a ver a su hijo sin estar presente, creo que Marcus intuía que su mujer me importaba...
—No, no pasa nada. Solo quería recordarte que hoy salgo de viaje por negocios...Un abrazo hermano.
Mi secretaria estaba desconcertada. Colgué y guardé mi móvil con arrogancia. Entré con pasos firmes y seguros. Subí las escaleras directo a la habitación de mi hermano. Al llegar frente a ella toda mi seguridad se fue por el caño. Dudé en llamar, al final me decidí por tocar suave la madera de roble pulida con mis nudillos.
—Un momento.
Su dulce voz tocó fibras muy sensibles dentro de mí. Cuando la puerta se abrió y me reveló a la mujer tras ella me quedé impactado. Estaba delgada y ojerosa. Se veía muy enfermiza.
—¿Qué haces aquí?—me preguntó con una mezcla de confusión, asombro y timidez.
—Vine a ver a mi sobrino—aclaré—¿puedo pasar?
—Sí, adelante, está en la cuna.
Se apartó para que yo pudiera ingresar.
Llegué a la cuna y me quedé observado a esa criatura tan diminuta. Agitaba en el aire sus extremidades superiores e inferiores, su carita se retorcía como si quisiera llorar.
—¿Que tiene?—Pregunté alarmado.
—No es nada—contestó con una dulce sonrisa—necesito cambiarlo.
La miré mientras lo hacía. Sus manos parecían ágiles y expertas, para cuando terminó el bebé estaba tranquilo y relajado.
—Ustedes las madres tienen un toque especial, parece magia lo que acabas de hacer.
Expresé con administración.
—Es instinto maternal, las madres sabemos lo que necesita nuestro bebé solo con verlo o escucharlo.
#20509 en Novela romántica
#3892 en Joven Adulto
romance y dama, mentiras y maltrato, secretos deseos y amores complicados
Editado: 11.05.2022