Infiel por accidente

Capítulo#6 Escape maestro.

Dos años después:

Era de noche, estaba temblando y no era de frío, el paso que estaba a punto de dar era definitivo, marcaría en mi vida un antes y un después. Convivir con Marcus era peor que vivir con el enemigo, ese hombre parecía que me odiara. Su guerra conmigo no tenía tregua.

Mi hijo tenía un personal completo para su cuidado día y noche, recientemente lo inscribió en un colegio, el mejor como se vanagloriaba de decirlo. El niño aún era pequeño, ni estaba de acuerdo pero aquí era un cero a la izquierda,mi opinión ni le importaba a nadie. Hubiera preferido encargarme de su educación aquí en casa pero Marcus apenas me lo dejaba ver. Mi pequeño dormía en otra habitación al otro extremo de la casa, su cuarto era el sueño de cualquier niño, tenía todo lo que se puede imaginar y hasta lo que no, parecía un centro de diversión infantil y era enorme pero no tenía a su madre. Vivíamos bajo el mismo techo pero lo sentía como si estuviera en otro país. La línea que Marcus había marcado entre madre e hijo era infranqueable. Ese maldito hombre no me dejaba hacer mi rol de madre.

Entrada la tarde mis suegros salieron, los señores de la casa tenían una reunión importante y no regresarían hasta tarde. Mi esposo, como de costumbre, llegaría en la madrugada o simplemente no vendría. Admito que prefería cuando no lo hacía, estaba cansada de ser violada y maltratada por él.

Llevo mucho tiempo pleneando un escape maestro. Esta maldita mansión tiene más seguridad que una prisión de máxima seguridad. Los altos muros que la rodean tienen electricidad, tendría que tener un helicóptero para traspasarlos. La verdad es que sí había un helipuerto en la azotea pero esa zona era vedada para mí. Si supiera pilotear un helicóptero hace mucho tiempo que hubiera despegado para nunca más volver. El que pensé que iba a ser mi hogar el día que llegué, enamorada e ilusionada, se había convertido en mi cárcel. Que ingenua y estúpida era 3 años atrás. Solita me metí en la trampa, quedé atrapada como rata y sin posibilidad de escapar pero hoy tenía al fin la oportunidad. Dirán que soy una mala madre por escapar y dejar atrás a mi hijo pero si me voy con el niño Marcos me buscará y me encontrará así esté debajo de la tierra.

Mi hijo estará mejor aquí, yo no puedo ofrecerle nada. No tengo nada, soy un despojo de la vida, un ser desvalorado y sin voluntad. Carente de autoestima, insegura y reducida hasta la humillación. Aquí lo cuidan y lo tratan bien, los abuelos lo adoran y su padre, aunque estricto, es un buen padre, no sirve como marido pero al menos tiene esa cualidad, mi equivocación no fue total. Incluso alejó a mi pequeño de mi lado para poder maltratarme a su antojo porque frente al niño es otra persona, es el hombre del cual me enamoré o creí amar, creo que me ilusioné como una tonta creyendo en cuentos de hadas, príncipes azules y finales felices. Qué equivocada. En los cuentos el zapo se convierte en un príncipe encantador pero en la vida real es al revés.

Estoy vuelta un manojo de nervios, llevo tanto tiempo planificando mi huída y ahora que llegó el momento estoy paralizada, me he vuelto una total estúpida, quizás siempre lo fui. Estoy completamente vestida de negro, con un suéter ancho de gorro. Tomo el dinero que he estado reuniendo y guardando de a poco por tanto tiempo, sin levantar sospechas. Lo meto en mi michila negra y ligera. Reviso que esté listo todo lo que necesito, documentos y demás, no llevo mucho, tengo que estar ligera para lograr mi objetivo. Pienso con pesar en mi pasaporte, no lo puede conseguir en toda la casa. Creo que Marcus lo guarda en la caja fuerte de su oficina, sé que no podré obtenerlo, hace mucho que me di por vencida en ese aspecto.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras con cautela, me dirijo a la puerta tracera evitando las cámaras de seguridad. Las he analizado todas, se que en el cuarto de camaras, hay personal observando las 24 horas. Logro salir y me escondí dentro de unos arbustos, los hombres que patrullan no lograron verme. Siento el corazón martillado en mi pecho. La adrenalina fluye a mil por mis venas. Miro a mi alrededor, detectando todos los guardias , cada vez que me dan una oportunidad avanzó un poco más.

Llego a la parte delantera, me meto dentro de la fuente, me agacho rápido y quedo más abajo de la altura del muro que la rodea, me quedo privada por la finalidad del agua. Me parece que he corrido cientos de Kilómetros. Que desespero, que ansiedad, que miedo siento. Si me descubren todo se irá a la basura, jamás volveré a tener otra oportunidad. Si Marcos se entera de mi escapada doblará la seguridad. No me quedó más alternativa que meterme dentro de la fuente, no me daba chance de llegar hasta los arbustos más cercanos. Podía escuchar los pasos del hombre acercándose.

¿Me habrá pillado?

Estoy temblando, ya no sé si es de frío o de miedo. Rezo en mis adentros inconscientemente, pidiéndole a Dios que no me haya visto y que me permita escapar. Está demaciado cerca. Estoy perdida. Mis ojos se me nublan por las lágrimas. Me tapo la boca y la nariz con mis manos para evitar hacer ruido. Los pasos se detiene al igual que mi corazón por un segundo y luego salta acelerado en mi pecho, tan rápido y arritmico que duele. Vuelvo a sentir los pasos pero esta vez alejándose. Asomo mi cabeza con cautela por encima del muro para asegurarme. Ninguno de los hombres que puedo ver desde mi posición está mirando en mi dirección, aprovecho la oportunidad y salgo, me dirijo corriendo y a gachas hasta los arbustos.

Estoy en la recta final, solo me falta pasar la casilla, estoy muy cerca, puedo observar todos los movimientos del vigilante. No sé que tiempo llevo aquí, solo se que es bastante tiempo, me siento entumecida las piernas. El frío me taladra la piel. No sé cómo carajos saldré por esa puerta de metal sin que me vean.

El hombre habla por la radio, escucho la respuesta. Está solicitando que vengan a ocupar su lugar para ir al baño. Me estremesco. Si no dejan sola esa maldita puerta ni un segundo, ¿cómo demonios podré salir? Me desespero, me siento al borde de un colapso nervio. Para mi gran alivio el señor no espera al relevo y sale caminando hacia los baños del servicio.




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