Mi hermano detuvo el auto frente a una inmensa propiedad. La vivienda que se se veía de trasfondo era inmensa y hermosa pero por alguna razón desconocida sentí una opresión en el pecho y unas inmensas ganas de salir corriendo.
—¿Qué sucede? ¿No te gustó algo?
Me examinó con el ceño fruncido.
—No— negué también con la cabeza. —no es eso, no sé qué me pasa... ¿alguna vez estuve encerrada en un lugar como este?
—¡Encerrada!, no no lo creo.
Él parecía contrariado y pensativo.
—Siento temor—confesé.
—Si lo deseas podemos vivir en mi departamento. Está más al centro de la ciudad.
—Si me trajiste aquí pues aquí viviremos, no me hagas caso, quizás mi reacción sea secuela de mi lesión en mi cabeza.
El pareció dudar por un momento. Abrió el portón con el control y condujo al interior.
—¿Es tu casa?
—Sí, hace un poco más de 2 años que la compré.
Ese detalle me resultó irrelevante, pregunté lo que sí me interesaba averiguar.
—¿Vives con alguien?
—Está sola por el momento, más tarde me encargaré de seleccionar el personal doméstico.
No me respondió lo que de verdad quería saber. O no entendió mi indirecta o se hizo el sueco.
—¿Tienes esposa?
Me animé a preguntar directamente.
Ethan sonrío al mismo tiempo que me miró con intensidad.
—No tengo esposa o novia, estoy soltero y sin compromiso. Nunca me he casado.
No debería sentir alivio al escuchar sus palabras pero sí sentía y mucho, es más, me alegré.
Bajó del auto, sacó la silla de ruedas del maletero y luego abrió la puerta de mi lado, me tomó en sus brazos y me depositó sobre la silla. Lo único que pude hacer para mí beneficio personal, fue quitarme el cinturón de seguridad.
¿Qué sería de mi vida? Tenía tantas limitaciones, estaba de vuelta a la vida y no podía vivirla sin alguien que se ocupara de mí.
La arquitectura era suntuosa y moderna, me llevó al interior del hogar, empujando suavemente la silla a mis espaldas. Los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas.
—Aunque la compré hace dos años aún no la he ocupado. Te prometo que pronto estará habitable.
Miré las escaleras, grandes y elegantes , que habían en frente, empezaban muy anchas y luego a la mitad se separaban en dos mitades. Cómo iría a la parte superior de la mansión, la única opción era que mi hermano me cargara.
—Las habitaciones principales están en la parte superior, pero si quieres te puedo preparar una de las áreas de acá abajo como dormitorio, así puedes andar más libre con tu silla. Pero eso lo haré después, mientas debes quedarte arriba.
—Por mi parte está bien dónde quiera que me ubiques, ya has hecho demasiado por mí.
—No hablas de ese modo, todo lo que hago por tí es porque me nace. Yo quiero cuidarte, no eres una carga para mí.
No fue mi intención lastimarlo, estaba pesimista y con la autoestima por los suelos.
—No fue mi intención hacerte sentir mal, lo siento.
—De acuerdo, olvidemos los malos entendidos. Dame unos segundos, necesito hablar por teléfono.—pidió, lo observé mientras marcaba un número y luego se llevó el teléfono al oído derecho.
—Anaya, necesito que hagas unas cuantas cosas por mí...
Mi hermano le daba instrucciones a una mujer, sobre las cosas que necesitaba con urgencia para la habitación de ambos, también le habló sobre prendas femeninas de mi talla: pillamas, ropa interior, etcétera y además le pidió que enviara una persona para la limpieza de los dormitorios. Trataba de no escuchar su conversación privada pero me era imposible, estaba muy cerca.
No me cabía en la cabeza que mi hermano fuera millonario, tenía la sensación de haber pasado mucho trabajo en mi vida y de haber pasado muchas necesidades. ¿Estaría metido en cosas malas?, quizás la mafia, drogas... Me asusté. Lo miré con intensidad, no tenía cara de hombres de ese tipo ni por asomo, pero no todos los que se dedican a ese tipo de cosas tenían cara de hombres malos, muchos vestían de traje y corbatas y parecían más santos que el mismísimo Papa.
Narra Ethan Miller:
Me tomó de sorpresa el alta de Nataly, no había preparando las condiciones para ese día, solo me había enfocado en el día a día a su lado y en manejar mi empresa a través de mi laptop y llamadas telefónicas.
¿Qué carajos estaba haciendo? Ni yo mismo lo sabía.
Oculté toda información hacerca de ella a pesar de que mi hermano me había llamado para preguntar si sabía algo sobre su esposa. Le dije que estaba fuera del país y me hice el desentendido, hasta fingí preocupación y le pedí que me informará en cuanto tuviera noticias sobre ella. Algo me decía que nos debía informarle de su paradero y no lo haría hasta que ella pudiera recordar su vida pasada. Poco tiempo después de eso me llamó para decirme que estaba en casa todo estaba bien. No sé cuál de los dos era más mentiroso, o él o yo. Pero de lo único que quedé convencido ese día fue de que mi hermano no era de fiar.
La actitud que tuvo hace un rato al ver la mansión, un poco parecida a la que ella vivía, me confirmó que debía esperar para saber el motivo por el cual huyó, creo que ese día escapó de mi hermano y tuvo el accidente. Las pertenencias que me entregaron de ella me indicaba que había escapado, no quería creer que era por causa de mi hermano o por los que vivían con ella pero después de que me preguntó que si había estado encerrada, se me clavo la duda en mi corazón y no dejaba de dar vuelta la idea en mi cabeza de que la tenían encerrada.
Si ellos se habían atrevido a mantener a Nayely encerrada en contra de su voluntad, los iba a demandar a todos, no les iba a dejar pasar algo así de grave solo porque eran familia o por miedo al escándalo. Estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias por ella, por su bien.
Colgué el celular, después de darle todas las intenciones necesarias a mi secretaria decidí llamar a un restaurant, era la hora del almuerzo y mi Nayely debía comer a su hora. La miré y me encontré con su verde mirada, sonreí como un tonto.
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Editado: 11.05.2022