Salí de la habitación con urgencia, un poco más y cometo una locura, no soportaba un segundo más la tentación. Si me hubiera pedido que le ponga el sostén, habría tomado sus pezones puntiagudos en mi boca. Bañarme con ella..., desnudarla... era demasiado para mí estabilidad mental. Me estrujé el rostro con impaciente, en mi mente solo tenía la perfecta imagen de su cuerpo desnudo, sus pechos redondos y turgentes, estaban como hecho a la medida para el tamaño de mis manos grandes, hasta el vello de su pubis me excitó, sentí deseos de acariciarlos con la punta de mí nariz. Ella era perfecta para mí y la deseaba con todo mi ser.
Maldición, estaba demasiado caliente, creo que tendría que darme una ducha fría y si no era suficiente con eso, como creía, entonces me tocaría satisfacerme personalmente con mi mano. No era algo que recordara haber hecho antes pero me dolían la bolas, no soy de piedra. Estaba como los perros callejeros que andan detrás de las perras en celo, ella me atraía de una forma anormal en mí, apenas me podía controlar.
Controlarte Ethan, ella es la mujer de tu hermano y para colmo piensa qué tú eres su hermano.
Pensar con lógica no me estaba ayudando para nada, mi miembro no entendía de razones.
No eres un animal joder, ¡controlarte!
Algo de razón me llegó porque recordé que su silla de ruedas había quedado olvidada en el piso inferior. Me despegué de la pared donde me había recostado y descendí.
Cuando entré a la habitación, ella estaba completamente vestida y acomodada en la inmensa cama. Se veía tan menudita, me preocupaba su delgadez enfermiza. Me prometí cuidarla y hacer que volviera a ser como era aquel día que la ví por primera vez, en su sencillo pero elegante vestido de novia. Juro por Dios que jamás me había parecido una mujer tan hermosa, me cautivó desde ese momento.
—Si me necesitas llámame, estoy en la habitación de enfrente.
Quería que supiera que podía requerir de mi persona en cualquier momento, que se sintiera cómoda y atendida pero siempre fui seco y frío, el hábito no se quita de la noche a la mañana. Quería expresarle tanto y al final no decía nada. Nunca expresé i demostré mis emociones o sentimientos y no sabía cómo hacerlo a estas alturas de la vida,32 años a algunos les parecerá muchos años y quizás pocos para otros.
—Duerme conmigo.
Nada me preparó para escuchar esas palabras. Esas dos simples palabras me desarmaron. Quedé aturdido. Me dejó sin palabras.
—La cama es grande, puedo dividirla con almohadas para no molestarte pero no quiero estar sola.
Aclaró.
Estar cerca de ella era lo que más deseaba pero tan cerca, durmiendo en la misma cama era demaciada tentasión. Desde cuándo el ratón es amigo del queso. Estaba debatiéndome en la duda.
A la mierda, que sea lo que Dios quiera pero me quedo a su lado.
—De acuerdo, dormiré en esta habitación.
Ella sonrió feliz.
Era una locura estar tan juntos y solos en una misma cama pero al final, era la más maravillosa de las locuras.
—Necesito ir a mi cuarto por algunas cosas—sentía una necesidad insoportable por ella, lo que en realidad necesitaba era calmarme.
Cuando entré a la habitación fui directo a mi guardarropa, tenía que quitarme esta ropa húmeda que me coloqué apresurado y sin secarme cuando salí de la tina. Casi cometo una locura en ese baño, pensar en ese momento me ponía duro; su olor, la suavidad de su piel, su sumisión combinada a su cercanía era adrenalina pura...
Decidí cambiar el rumbo de mis pensamientos.
Había pensado que una vez que le dieran el alta y estuviéramos aquí le contaría la verdad, pero no podía hacerlo. Sabía que si lo hacía ella perdería la confianza en mí y me alejaría, o en el peor de los casos, no querría vivir conmigo. Una vez que se pierde a confianza se marca una distancia dolorosa aún cuando estemos en una misma habitación. No podía contarle, aún necesitaba de mi cuidado, tenía una operación peligrosa y un largo camino que recorrer. Recordé que había arreglado una cita con el mejor doctor en cirugía de columna del país, nada podía salir mal, quería convencerme. En lo más profundo de mi ser tenía miedo pero tenía que tener mente positiva o me volvería loco.
Me prometí que cuando todo terminara y estuviera recuperada, le diría toda la verdad. Que ella decidiera lo que más le convenía, pero bajo ningún concepto la dejaría regresar con mi hermano, no hasta que ella recuperara por completo la memoria. Si después de eso Nayely quería volver con su familia, aunque me destrozara el corazón, la dejaría partir. Pero si quería quedarse a mi lado y aunque no quisiera: que era lo más probable por mi engaño, la ayudaría a recuperar a su hijo.
Me dolía que estuvieran separados madre e hijo, pero me consolaba que ella no lo recordara. En su actual condición no le haría ningún bien que supiera de la existencia de su pequeño, todo lo contrario y a mi sobrino tampoco le haría nada bien ver a su madre así. El pequeño Frederick tenía a su padre y aunque tuviera la seguridad de que maltrataron a Nayely sabía que al niño jamás lo lastimarian, por sus venas corría la misma sangre de ellos, era el pequeño heredero, seguramente el más consentido de la casa.
Cuando terminé de vestirme me peiné y sin perder más tiempo me encaminé hacia la habitación de Nayely pero de salida me encontré con Anastasia, me había olvidado por completo de esa mujer.
—Puedes irte, mañana ven a las 8:00am
—Pero no he terminado señor...
No la dejé seguir hablando.
—No importa, está bien así por hoy, mañana continúas.
Seque mi billetera y le di suficiente para que se fuera en un taxi y el equivalente a un día de trabajo.
Lo tomó con timidez.
—No es necesario tanto señor.
—Es para que tomes un taxi y el resto por tu trabajo de esta tarde, la habitación de mi hermana quedó exelente, manténla siempre de ese modo.Que las cosas siempre estén en orden y en el mismo lugar. Nada puede estar atravesado en su camino.
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Editado: 11.05.2022