Regresé y la tomé entre mis brazos, era tan liviana que me asustaba, su cuerpo era tan ligero que lo podía comparar con el peso de una pluma. Ella sonrió feliz, a veces parecía una niña, mimada y caprichosa, pero a mí me encantaba tal y cual era. Parecía increíble que aún en su condición de salud delicada, ella era más feliz que cuando estaba con mi hermano; aunque no interactúe mucho con ella en ese tiempo, nunca la vi reír con alegría.
Bajé las escaleras con precaución y fui directo a la cocina y la deposité sobre el mesón.
—Quédate quieta y no te pongas a inventar que te puedes caer, sujetarse bien —le advertí—. Voy a subir a buscar tu silla.
—No es necesario, aquí estoy bien —protestó.
La miré indeciso, después de que casi se lastima al caerse de la meseta del baño quedé traumatizado.
—De acuerdo, pero quédate tranquila como una niña buena.
—No seas pesado, no soy una niña.
—¡Ah no!, ¿ Segura que no lo eres?
Comenté en broma.
Negó con la cabeza.
Tomé unos huevos de la nevera, también saqué Jamón, queso entre otras cosas y me puse a preparar algo rápido. Busqué un paquete de pan en la despensa y lo puse a tostar. Lo que hacía tenía cara de desayuno pero era lo más rápido y sencillo que podía hacer. Agradecí a Anaya por acordarse de traer todas estas cosas, era muy eficiente en todo tenía que reconocer, por su cualificación había sido contratada y por su impecable desempeño continuaba en su puesto. También calenté en el microondas lo que quedó intacto del almuerzo, que había guardado en la nevera.
Todo lo hacía sin perder de vista mucho tiempo a Nayely. Ella me miraba absorta como si la fascinara verme cocinar. Me gustaba, y mucho, que estuviera pendiente de mí, se sentía como si fuéramos buena pareja de recién casados.
—Listo, voy a llevarte para el comedor.
Sentí que los bancos altos de la cocina eran muy incómodos para ella. Mejor llevarla a la comodidad del comedor. La tomé en mis brazos y la llevé, aparté una silla con un pies y la senté.
—Voy a buscar las cosas en la cocina.
Me tomó un par de idas y vueltas a pesar de utilizar una bandeja grande para depositar los platillos.
—Terminó tu Chef y camarero, ahora soy tu anfitrión señorita hermosa.
Me había propuesto firmemente, alimentarla bien, cuidarla y hacerla feliz.
—Entonces vamos a comer, porque mis tripitas están en guerra.
Me alegraba que tuviera mucho apetito, en el hospital no comía mucho. Comimos entre bromas y risas, luego fuimos para el cuarto y prendí la TV para esperar a que nos hiciera digestión la comida antes de volver a dormir. Nayely estuvo todo el tiempo recostada a mí y de vez en cuando alzaba la mirada para preguntar o comentar algo sobre la película que estábamos viendo. Era una película que la habían pasado muchas veces por la televisión, apenas la primera parte de Crepúsculo pero para ella todo era nuevo. La miraba con cierta lástima sin poder evitarlo, debe ser frustrante no tener ninguna memoria de tu vida.
***
Me despertó el sonido de la alarma de mi celular, lo tomé rápido para quitarla, aunque lo puse en tono bajo era molesto el ruido y no quería que Nayely se despertara tan temprano. La miré enseguida para comprobar si la había despertado, se removió un poco haciendo gestos faciales graciosos pero enseguida se quedó tranquila. Con mucho cuidado tomé su cabeza y la quité de mi pecho, la deposité sobre su almohada acomodándola bien. Me quedé observándola algunos segundos, la paz de su rostro le trasmitió tranquilidad a mi alma, deseaba poder tenerla para siempre a mi lado. Mi vista descendió a sus labios, reyenos y sensuales, aproveché su sueño para besarla.
Fue un beso casto y fugas pero bastó para dejarme afectado, estaba enamorado de ella, admití por primera vez. No me había atrevido a ponermle nombre a este sentimiento, tan profundo y único que sentía por ella, porque era una forma de mantener la distancia por todos los obstáculos infranqueables que habían entre nosotros, pero a quién quiero mentirle, puedo engañar a los demás pero no a mí mismo.
Acaricié su pelo con delicadeza con las puntas de mis dedos y por último besé su frente con afecto. Me levanté con cuidado, tenía muchas cosas que hacer hoy y sentía que el día era corto para tanto. Salí del cuarto con el celular en la mano. Llamé primero a Anaya y le orienté todo lo que necesitaba para el día de hoy y me puse al día con los asuntos de la empresa. Luego llamé a las sucursales a las cuales era apropiado hacerlo por la diferencia de horario, les di instrucciones a cada director y me puse al corriente del funcionamiento. También les orienté que me mandaran el estado financiero mi correo electrónico. Dejé para después las demás. Cuando terminé con los asuntos de trabajo colgué y me puse en contacto con un buen amigo mío. El siempre tuvo el hábito de levantarse temprano, contaba con eso. Contestó enseguida.
—¡Brother!, ¡qué sorpresa!, hace tiempo que no te comunicas, me tenías olvidado.
Tenía razón en sus palabras, recordé los tiempos en que éramos inseparables, juntos nos graduamos de bachiller y fuimos compañeros de cuarto en la universidad. Brayan estudió Ingeniería, recuerdo que ambos habíamos decidido estudiar la misma carrera pero mi padre quiso que yo estudiara Administración(Bachelor of Business Administration Marketing), fue lo última cosa que hice para complacerlo. Me di cuenta que mi padre nunca estaría satisfecho con nada de lo que hiciera, para él su hijo perfecto era Marcus. En la actualidad nada de eso me afectaba, tenía mi propia vida.
—Sabes que eres mi hermano, cuando me pierda localizarme tú.—le dije.
—El trabajo nos ha distanciado sin darnos cuenta, no dejemos que nos vuelva a pasar, siempre estuvimos juntos en las buenas y en las malas.
—No me he casado contigo.
Escuché su carcajada estridente del otro lado de la línea.
—¿Qué necesitas?
Preguntó cuando se calmó.
#20509 en Novela romántica
#3892 en Joven Adulto
romance y dama, mentiras y maltrato, secretos deseos y amores complicados
Editado: 11.05.2022