Infiel por accidente

Capítulo#14 Confesión.

Estaba feliz e inquieto a la vez, miré a un lado y ella estaba allí, sentada en el asiento del copiloto. La tenía tan cerca, al alcance de mi mano pero la sentía tan lejana.

Su recuperación había sido excelente y en menos tiempo de lo esperado le habían dado de alta pero decidí dejarla internada tres meses para facilitar su rehabilitación. Hoy la llevaba de regreso a nuestra casa.

Nuestra...

Cuánto deseaba que en verdad fuera nuestra para siempre pero sabía que en cuanto confesara la verdad ya nada sería igual. Tendría suerte si luego de todo lo que la he engañado me siguiera dirigiendo la palabra.

¡Basta!

Grité en mi mente.

No quería seguir pensando en lo inevitable. Quería disfrutar este breve período de calma antes de la tormenta.

—Hermano.

Su dulce voz me sacó de mis pensamientos.

—Sí

—¿Porqué estás tan callado?

—¿Lo estoy?, lo siento, pensaba...

—¿En qué? ¿Pasa algo?

—No, no te preocupes hermosa, es que estoy tranquilo y feliz porque todo salió bien y vamos de regreso a nuestro hogar.

—Igual estoy feliz hermano, no imaginas cuánto.

La miré para descubrir que ella me estaba observando, sus ojos parecían un par de luceros relucientes. Su felicidad salía a través de ellos. Sonreí espontáneamente.

—Te vez tan adorable—expresé con ternura.

—Quiero llegar a la casa. Tanto tiempo en el hospital fue insoportable, extraño nuestra cama.

La alusión a nuestra cama hizo que un extraño escalofrío perturbara mi cuerpo.

Esa fue otra razón para dejarla en el hospital por tanto tiempo, no confiaba en mi autocontrol.

Llegamos al fin, el camino desde el hospital se me hizo largo, no me desvíe en ningún momento porque también quería llegar. Me bajé y fui directo a ella. La tomé en mis brazos con delicadeza y la llevé directo a su habitación, en la entrada de la puerta principal estaba la mucama que nos dio la bienvenida. La saludamos verbalmente sin detenerme mucho.

Abrí la puerta sin dificultad por la costumbre, empujé la puerta con la punta de mi pie derecho para abrirla completamente y entré sosteniendo su cuerpo cálido contra mi pecho. La deposité con cuidado sobre la cama. La verdad es que ella podía andar sola, no necesitaba más de mi y menos de su antigua silla de ruedas pero yo preferiría cargarla; además estaba cansada, temprano en la mañana había recibido su habitual rehabilitación.

—Voy a llamar a las enfermeras para que te bañen.

Dije y me dispuse a retirarme.

—No lo hagas, quiero que seas tú quien me bañe.

¡Qué!, Nayely quería volverme loco, soy un hombre, no soy de piedra. Quise gritarle.

—No es correcto...—dije en cambio con voz gutural. Sentía un nudo en la garganta.

—Porqué no, ya lo hemos hecho antes. Quiero pasar más tiempo contigo. No me digas que no.

La miré con deseo, no lo pude evitar. Por suerte ella no notó nada extraño. El que juega con fuego se quema, me gritaba la voz de la razón pero decidí ignorarla. Me quedaba poco tiempo para disfrutar de ese amor fraternal tan bonito que ella me estaba brindando, no lo iba a desperdiciar.

—Está bien caprichosa.

Ella sonrió feliz como una niña pequeña. Su cabello le estaba creciendo, ya cubría sus orejas. No era tan dorado y claro como antes pero seguía siendo claro. Se veía tan adorable.

Preparé el baño y luego fui a buscarla. Cuando llegué ella se había quitado la ropa y estaba en ropa interior, tragué en seco y me quedé inmóvil, contemplando en silencio su hermosa silueta.

—...Ethan, escuché mi nombre muy lejos al segundo llamando, o eso creo, reaccioné.

—Sí, oh, ya voy..., todo está listo. Tartamudeé aturdido aún.

Sentí su cristalina risa.

—¿Qué te pasa? Te quedaste en las nubes.

—Sí—confirmé, para qué negar lo evidente—estaba pensando en el trabajo... tengo cosas que hacer.

—Pero luego, él día de hoy es sólo mío.

¿Ella se creía mi hija?

—Eres muy posesiva, preciosa.

—Mmmmh, sip, lo admito. Tú eres mío hermanito, ¡sólo mío!

Ya quisiera yo, pensé.

Me dirigí a ella con pasos largos y la tomé en vilo. Caminé firme hasta la tina y la dejé sumergida hasta el cuello. Luego me quité la camisa bajo su atenta mirada y por último el pantalón. Nayely no apartó su mirada en ningún momento, incluso siguió mis movimientos hasta que me adentré en la tina. Quedamos frente a frente, mirándonos a los ojos. Para mi asombro ella, ayudándose de sus manos se fue acercando poco a poco hasta llegar a mi lado y me abrazó.

Perdí toda la razón. Tomé su mentón, le alcé el rostro y sin pensar estrellé mis labios con los suyos. Los chupé con deleite y luego empujé mi lengua dentro de su cavidad con urgencia. La deseaba maldita sea. La deseaba cómo un demente. No podía controlar mis impulsos, juro por lo más sagrado que no pude más.

Nayely se quedó muy quieta, me dejaba hacer pero ella no reaccionaba.  No me apartaba tampoco y si ella no lo hacía yo menos la iba a soltar. Ahora que por fin había logrado saborear su esencia no podía dejarla ir, no tenía voluntad para hacerlo. Todo lo contrario, quería saborearla de norte a sur y de este a oeste. Explorar su cuerpo como Cristóbal Colón cruzó el mar en busca de nuevas tierras, quería descubrir sus zonas erógenas y trazar el mapa de su cuerpo desnudo. Quería ser su dueño, poseerla y adorarla. Estaba loco por ella, enloquecido de amor.

Para mi placer ella enlazó sus brazos detrás de mi cuello y al final correspondió a mi demanda. Nos besamos sin reparos ni limitaciones hasta que un rayo de lucidez atravesó mi consciencia:

Ella está lesionada, es la esposa de mi hermano, en este momento me cree su hermano, las mentiras...

Y si sumado a todo eso, también agregaba sexo en mi engaño, jamás me perdonaría. Era hora de contarle la verdad y de traer a su hermana. Decidí y me aparté de su lado con firmeza.

—Esto está mal Nayely.

La miré con atención, ella estaba extasiada, con los ojos que parecían drogados y los labios hinchados.




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