Me quedé observando largamente la puerta por la que Ethan había salido y fue cuando se me hizo palpable la posibilidad de que él me dejara. El miedo se apoderó de mi ser y temblé como si tuviera frío, pero no era el caso. Mis palabras, alejándolo de mi lado y acercándolo a mi hermana, tomaron forma real en mi cabeza y una punzada insoportable traspasó mi cabeza como un relámpago. Me llevé ambas manos a la cabeza y la apreté con desesperación, el dolor punzante que me quedó después era insoportable, creía que una vena de mi cerebro estallaría en cualquier momento. Imaginar a Ethan con mi hermana fue extremadamente doloroso, pero las imágenes que llegaron después a mi cabeza no tenían comparación con nada.
Cómo si fuera una película recordé a Marcus: desde el mismo día en que nos conocimos hasta la noche oscura y aterradora en que abandoné la mansión... Romance, acción, suspenso, secuestro, horror, violencia y hasta un escape maestro hubo en el tiempo que viví con ese hombre terrible. Mi cabeza se rebobinaba de inicio a fin como una cinta vieja y se detuvo en un momento específico.
Luego de que Ethan se marchara aquel lejano día, fue que comenzó mi verdadero infierno. Si hasta ese momento creía que sufría, no tenía ni idea de hasta que punto podría calar un sufrimiento y vivir un calvario de torturas interminable. Esa misma noche llegó Marcus tarde, apestando a alcohol y a perfume barato. Me hice la dormida en cuanto sentí sus pasos pesados y torpes, gran error. Cuando abrí los ojos alterada por el silencio, nada normal después de su llegada, casi se me salen de sus órbitas al verlo revisando mi celular.
Me levanté volando e intenté quitárselo, pero no pude; aún en su estado de ebriedad era mucho más fuerte que yo.
—Así que guardaste el número de mi hermano —su voz era extrañamente gélida, tan fría y cortante que me provocó un estremecimiento a todo lo largo de mi columna vertebral.
—Sí lo hice, ¿qué tiene de malo?, es mi cuñado —me obligué a responder lo más calmada que pude, pero mi voz tembló.
—¡Así que qué tiene de malo?, ¡zorra!
Se giró hacia mí y estampó su puño cerrado en mi cara, un chorro de sangre brotó como abrir una llave de mi nariz. Tuve suerte de amortiguar mi caída contra la cama o de lo contrario podría ser peor el resultado.
Miré a Marcus horrorizada entre el velo que se formó ante mi visita, por culpa de una cascada de lágrimas que no podía parar.
—Crees que no sé lo que se traen ustedes dos, ¡me tomas por estupendo!, no vaz a venir a engañarme bajo mi propia nariz. ¡Aquí está la prueba! —bramó furibundo, señalando algo en mi teléfono.
Lo miré consternada. No entendía nada. No creía merecer ser tratada de ese modo tan violento. Recordé como los labios de Ethan y los míos se unieron sin querer..., temblé de terror al imaginar que Marcus lo supiera. Mi cuerpo parecía de gelatina, no podía dejar de temblar. Quería desaparecer, estar del otro lado del mundo como mínimo, esa bestia frentre a mis ojos me asustada hasta lo indecible. Mis labios comenzaban a sentirse pesados, a entumecerse como cuando te ponen anestesia.
—¿De qué hablas?—balbuceé alarmada y ni yo mima reconocí mi voz quebrada y la mala articulación de cada palabra. Era patética, un ser roto y sin voluntad.
—¡Callate!—gritó colérico y yo me paralicé en el acto—no sueñes conque seguirás en contacto con él, ¡eso jamás pasará!, a partir de hoy estás castigada hasta que se me olvide lo que hiciste.
¿Pero qué hice?, no entendía nada. ¡Y castigada!, eso era absurdo, no era una niña pequeña y menos su hija.
—Marcus por favor... —me llevé las manos a la boca cuando lo ví lanzar mi celular contra la pared con rabia. El ruido que hizo al estallar me sobresaltó y me hice un ovillo sobre la cama.
—No más comunicación con nadie, ¡entendido! Solo hablarás en mi presencia y con quién yo quiera —dictaminó hostil.
El llanto de mi bebé captó mi atención, tenía los senos duros y la blusa mojada alrededor de los pezones, me incorporé con valentía, con esa que solo puede lograr una madre.
—¡A dónde vas!, no he terminado —ni siquiera fue una pregunta, su voz molesta me caló hasta lo más profundo y me provocó terror. Me paralicé por un segundo pero la necesidad de atender a mi hijo fue superior.
—Frederick , necesita ser alimentado —mi voz salió apagada.
Marcus gruñó fuerte, pero no dijo más.
Caminé hasta la cuna temblorosa y por instinto me miré al espejo redondo que quedaba justo enfrente. Tenía los labios muy inflamados y la sangre de mi nariz no se había detenido, pero por suerte seguía recta y en su debido lugar. Mi bata de dormir estaba ensangrentada, reparé con tristeza, mi estado era deplorable. Tomé un paño húmedo y me limpié lo mejor que pude y luego me coloqué un trozo de algodón del lado que seguía sangrado, como tapón improvisado. Sabía que lo ideal era alzar la cabeza hacia atrás por un rato, no obstante mi hijo no podía esperar, su llanto demandante no se calmaría hasta saciar su hambre. Estaba más alterado que de costumbre, quizás era debido a todo el ruido que hizo su padre. Me puse un paño blanco sobre la bata que tapó la parte manchada de sangre y tomé a mi diminuto bebé de la cuna con mucho cuidado, algunas gotas de lágrimas cayeron sobre mi pequeño.
—Lo siento dulzura, ¿mamá te mojó un poco?, te limpiaré. Eso es mi vida, sin apuros, mamá no se irá a ninguna parte.
Murmuraba mientras lo veía succionar mi pezón con ansiedad. Aunque parezca imposible en ese momento era feliz, olvidé el dolor físico y mental, mientras lo lactaba.
A partir de ese día, Marcus comenzó a llegar tarde todos los días; aunque solo ebrio los fines de semana. Los días que estaba sobrio apenas me dirigía la palabra o simplemente no lo hacía; pero cuando llegaba ebrio me agredía y contaba con suerte si solo era verbalmente...
Una noche llegó muy tarde, en la madrugada, no sé que le sucedió ese día para estar tan molesto, solo recuerdo que me desperté por sus gritos demandantes. Aún así me quedé inmóvil fingiendo dormir profundamente, pero rezando en mi mente porque me ignorara, se acostara en su lado y se quedara dormido.
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Editado: 11.05.2022