Entre a la mansión del brazo de Ethan, estar de regreso me hacía mucho bien.
—¿Te acompaño hasta tu habitación?—se ofreció él.
—Sí, por favor.
Al llegar me senté sobre la cama, estaba agotada física y mentalmente.
—Te voy a preparar un baño para que te relajes y puedas descansar mejor.
—Buena idea, también quiero quitarme el olor a hospital.
Lo observé hasta que lo perdí de vista en el interior del cuarto de baño.
Tomé mi teléfono y tecleé un número y a continuación pulsé en llamar, al segundo tono de espera atendieron.
—Buenos días, habla la secretaria ejecutiva del vicepresidente Marcus...—corté. Tecleé otro número y llamé. Enseguida atendieron.
—Buenos días, es la mansión Miller...
Corté de inmediato, era suficiente información.
Marqué con dedos temblorosos un número de celular. El tono de espera sonó repetidamente, cuando iba a colgar escuché una fría voz autoritaria que me hizo estremecer de temor.
—¡Dígame!
Colgué de prisa, el teléfono se me resbaló de la mano sin querer y cayó al piso. Recordaba hasta los números de teléfono, mi memoria estaba intacta.
—¿Qué sucede, Nayely? ¡Estás muy pálida!—la preocupación era más que evidente en el rostro de Ethan. Su voz preocupada y cálida surtió efecto como un sedante.
—No pasa nada, solo es cansancio, después de un relajante baño estaré como nueva— aseguré.
—Voy a llamar a la enfermera, no quiero que estés sola, puedes resbalar y caer y eso es peligroso en tu condición.
Era tan atento como siempre. En otra ocasión le hubiera pedido que me ayudara él en persona, pero era mejor guardar distancia.
—Está bien—acepté.
Poco después entró la mujer, lo que indicaba que la había llamado con antelación. Ethan era el tipo de persona que le gustaba tener todo bajo estricto control.
***
Estaba descansando sobre mi cama cuando llamaron a la puerta.
—Señorita, el almuerzo está listo, el señor la está esperando abajo.
—Un momento, dile que bajo enseguida.
No escuché ninguna respuesta, me levanté, me arreglé un poco frente al espejo del tocador y luego salí caminando despacio. A un lado de la puerta estaba la chica parada como estatua, me asusté al verla.
—¿Qué haces aquí?
—La esperaba.
La miré extrañada.
—Son órdenes del señor, debo ayudarla a bajar.
Ethan exageraba en su cuidado.
Extendió su mano doblada y me apoyé en ella. Avancé bajo la supervisión cuidadosa de la mujer. Cuando entré al inmenso comedor me quedé asombrada, todo estaba dispuesto como si fuera un día festivo, uno muy especial. Una orquesta comenzó a tocar una canción hermosa de bienvenida, me fijé en Ethan que estaba a un lado (pero en el otro extremo de dónde estaba), parado con un enorme ramo, creí que era de flores, sin embargo cuando llegó a mi lado y me lo dio, descubrí que era un maravilloso arreglo frutal.
Lo agradecía, esa costumbre de regalar flores muertas es desagradable para mi gusto, las flores son verdaderamente hermosas cuando están en su entorno natural y no cuando son cortadas de su tallo. Yo me sentía como una flor cortada cuando estaba con Marcus, me había marchitado hasta deshojarme; pero Ethan me había plantado con cuidado y paciencia y había echado raíces nuevamente. Ya no estaba muerta por dentro, este hombre maravilloso que tenía a mi lado, me había devuelto las ganas de vivir.
Tomé el ramo con lágrimas de emoción en los ojos.
—Bienvenida, preciosa.
Me tomó de la mano firme, pero suave a la vez y me guió hasta mi puesto.
—¿Quieres seguir escuchando música o prefieres que nos dejen solos?—preguntó cuando se detuvo la pieza musical.
—Prefiero estar a solas contigo.
—Pueden retirarse. Acompáñalos hasta la salida, Lourdes—ordenó.
—Si señor.
Todos los músicos se retiraron, uno detrás del otro en fila, cargando sus propios istrumentos. Una vez solos, Ethan y yo, le agradecí por la bonita sorpresa.
***
Era por la tarde, salí de la habitación porque estaba aburrida, toqué con timidez la puerta del dormitorio de Ethan y nadie respondió. Caminé despacio apoyándome en las paredes. Tomé el ascensor, siempre estaba listo para mi uso exclusivo, nadie excepto yo lo usaba. Contemplé mi imagen en el gran espejo de pared, estaba demasiado delgada y demacrada, daba lástima; quizás lo que Ethan sentía por mí era eso, mi belleza juvenil y lozana se había esfumado. Me sentí triste y deprimida.
No sabía cuál era la habitación de mi hermana, me parecía extraño no haberla visto en el hospital o aquí en la mansión. Caminaba por un pasillos cuando me encontré con una de las empleadas de servicio.
—Hola, ¿me podrías decir si has visto a mi hermana?
—No señorita.
—¿Y a Ethan?
—El señor salió.
Me sentí decepcionada, pero enseguida me repuse, Ethan era un hombre de negocios, no podía estar todo el tiempo girando a mi alrededor. Me daba cuenta de que había sido muy egoísta y posesiva. Debía cambiar ese aspecto negativo.
—Está bien, gracias.
Continué mi camino hasta llegar a la biblioteca. Este era un lugar que me agradaba mucho, cuando quería aislarme y olvidar mis problemas venía aquí. Era muy amplia y tenía infinidades de estantes y muy altos, me dirigí al área de aventuras y tomé un libro al azar, me senté en un cómodo sillón y comencé mi lectura.
—Al fin te encuentro Nayely, te he buscado por toda la casa.
Me sacó de mi concentración. Alcé la mirada y la posé sobre él.
—¿Para qué me buscabas?
—Es la hora de la cena.
Me sorprendí. ¿Tan tarde era?
—Lo siento, estaba leyendo y me olvidé del tiempo.
—Luego me lo prestas para leerlo, debe estar muy bueno para que te olvides del mundo.
Sí lo estaba. Asentí.
—Vamos o se enfriará la cena.
Entramos al comedor y todo se veía fenomenal, pero mi hermana no estaba. Ocupé mi puesto pensativa.
#20509 en Novela romántica
#3892 en Joven Adulto
romance y dama, mentiras y maltrato, secretos deseos y amores complicados
Editado: 11.05.2022