Capítulo 24 Presentación.
Abrí los ojos confundida, pero alegre sin saber cuál era exactamente el motivo de tanta alegría. Sonreí al ver a Ethan a mi lado, feliz y entonces recordé todo lo que había sucedido entre nosotros... Sentí mis mejillas arder como si se estuvieran quemando. Había hecho el amor con mi cuñado, no me arrepentía; sin embargo eso no significaba que era correcto.
—Hola, preciosa, es la hora de la cena, ¿me acompañas?
Su estómago delató lo urgente que lo necesitaba. Me reí del sonido que hicieron sus tripas.
—Podías haber ido solo si estabas despierto —comenté.
—Es verdad, sin embargo no quería hacerlo sin ti —respondió.
—Voy a mi habitación un momento y luego vamos, ¿me esperas?, no demoraré —prometí.
Me ayudó a levantarme y me alcanzó el bastón.
—Te acompaño —se ofreció.
—No es necesario.
Debía ir a mi habitación a arreglar mi cabello y a orinar en primer lugar, no aguantaba y no quería hacerlo en su dormitorio. Después de haberme entregado a él, paradójicamente a lo esperado, me sentía más cohibida que nunca. Estaba tan avergonzada que no había podido sostener siquiera su penetrante mirada. Me fui hasta mi habitación e hice lo que tenía que hacer lo más rápido posible dada mi discapacidad motora, apenas terminé fui a su encuentro y lo llamé parada frente a su puerta.
Salió rápido y sonrió emocionado al verme.
—¿Cómo puedes volverte más atractiva a cada momento? Eres la mujer más hermosa del mundo.
—Mentiroso —no podía creerle del todo, tenía problemas de autoestima.
—Sabes que no miento, princesita.
—No soy tu hermana pequeña —protesté.
—Obvio, eres mí mujer —afirmó vehemente.
Sentí mariposas en el estómago, Ethan era perfecto, considerado y adulador, no podía creer que en verdad no existiera una mujer más hermosa que yo y en mis condiciones actuales estaba muy lejos de parecerlo, aunque me había recuperado bastante y todo gracias a él, aún así creo que apenas alcanzaba el nivel promedio.
—No sean indiscreto, el personal de servicio no sabe nada —le advertí. Para ellos seguía siendo su hermana.
—No me importa, si quieres les digo la verdad en este momento.
—¡Todavía no!, me da vergüenza —me opuse con rapidez.
—Tarde o temprano lo sabrán, no puedo seguir ocultando lo que siento —me observaba con tanta pasión que me hizo dudar por un instante.
—Dame un poco más de tiempo, sigo siendo tu cuñada... —le recordé regresando a la realidad.
—Pronto solucionaré ese problema...
Aunque me había hablado de ello antes, no podía creer que resultaría hasta no verlo con mis propios ojos. Marcus era muy poderoso y no iba a ceder tan fácil sin dar pelea. Hasta temía que viniera a buscarme hasta aquí, ahora que sabía dónde estaba y con quién.
—¡Qué te sucede, Nayely?
—Nada, ¿por qué preguntas?
—¡Estás temblando!
—Tengo frío —mentí. No quería preocuparlo debido a mis temores, que quizás eran infundados.
—Espera un momento.
Se marchó y regresó en poco tiempo con un abrigo. Me lo puso sin preguntar. A veces creía que me veía como su hija, era como un padre protector.
—¿Te sientes mejor? —preguntó mirándome a la cara con atención.
Asentí con la cabeza, sin palabras.
—Muy bien, preciosa; entonces podemos vajar.
Me sostuvo por el brazo y caminamos juntos por el pasillo.
Tarde en la noche.
Había llegado la hora de dormir, el horario en que normalmente lo hacía, sin embargo no sabía que hacer, ¿dormiría con él? No era correcto, mi conciencia estaba en desacuerdo y me impedía ser su mujer. Quería apagarla y vivir el presente a plenitud, sin embargo no podía.
—Es tarde, preciosa. Debes descansar.
—¿Dormirás conmigo? —la pregunta me salió espontáneamente. Sentí mis orejas muy calientes después.
—No creo que sea correcto —respondió, me sentí desepcionada, ¿me estaba rechazado?, ¿se arrepentía? Los ojos me ardion y se me hizo un nudo en la garganta, pero no lloré.
—Tienes razón —expresé seca.
—Te acompaño a tu dormitorio —se incorporó del asiento, dispuesto a hacer lo que dijo.
—No es necesario, puedo sola, buenas noches —me negué con frialdad.
—¿Estás bien? —me miró con extrañesa.
—Perfectamente —aseguré y la di la espalda. Caminé hasta el ascensor lo más firme y segura que pude.
—Descansa bien, preciosa.
Escuché su voz a mi espalda cuando entraba al ascensor. Al vontearme para apretar el botón de subir, no pude evitar mirar en su dirección, estaba pensativo y cabizbajo, parecía preocupado por algo. Tenía que cambiar esa manía que tenía de juzgar por las apariencias, nada es lo que parece. Ethan tenía muchas preocupaciones y lo único que hacía era incrementarlas. No podía seguir comportandome como una niña malcriada, que hace berrinches por cualquier cosa.
—Dulces sueños, amor —le deseé poco antes de que se cerraran las puertas del ascensor por completo, su rostro se iluminó y alcancé a ver el esbozo de una tierna sonrisa.
Al día siguiente.
Estábamos en el comedor, desayunando, cuando propuso algo que no esperaba.
—Quiero que conozcas a mi madre.
—¿A tu mamá? —pregunté sorprendida.
—Sí, ella será tu suegra muy pronto, si todo sale como espero —aseguró con tanta naturalidad.
—¡Mi suegra?
Me quedé en trance.
—Claro, si tú me aceptas como novio.
—¿Novio? —. Era demasiada información para mí maltratado cerebro.
—Lo siento, creo que me he apresurado, no te ves bien, vamos paso a paso, no tienes que darme una respuesta en este momento, puedes tomarte todo el tiempo que necesites.
Me pareció que estaba nervioso.
—Parece que has olvidado que estoy casada con tu hermano.
Por fin pude decir algo coherente.
—No por mucho tiempo —aseguró Ethan. Se veía sospechosamente feliz y optimista.
—¿Cuando iremos? —me refería a conocer a su madre. Hasta yo me sorprendí con mi repentina pregunta, con ella acababa de aceptar conocer a su progenitora.
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Editado: 11.05.2022