Miguel el arcángel se encontraba en lo alto de un edificio. Observando.
Aquella misma mañana se había levantado de un humor de muerto. Sus guerreros sabían que nadie debía meterse con él mientras estuviese así.
Decidió alejarse de todo, buscar un poco de diversión. Y su diversión recae en la caza de demonios. Había sacado su legendaria espada y puesto su armadura de batalla. Sus alas siempre listas para volar se habían desplegado con un suspiro de placer.
Pero los demonios se esconden. Él tenía que darles crédito en eso. Los malditos eran buenas ratas de alcantarilla, escabulléndose de su mirada.
Pero está no.
No entendía que podría estar haciendo aquella demonio mostrándose a simple vista. Era estúpida seguramente. Su energía era como un farol para él y sus guerreros.
Jamas la había visto, pero los rumores corrían. Una criatura inigualable y fiera en batalla. Su nombre era Lilith. Y ahora lo entendía.
Apenas había salido de su niebla, Miguel estaba ahí, y cuando miro su rostro se quedo sin aliento. Tenía que admitir que aquella mujer era impresionante. Con sus curvas moldeadas en un traje de cuero, sus botas con tacón y su largo cabello castaño. Tenía un rostro angelical pero él sabía lo que esa fachada esconde.
Miguel la siguió. La mujer, Lilith, caminaba por el parque con una expresión embelesada. Y Miguel se dio cuenta, con disgusto, que se le hacía muy difícil quitarle la vista de encima.
Frunció el ceño y voló por la línea de árboles, oculto de los sentidos de la demonio.
Se posó en la copa de un árbol, a unos cuantos metros de ella, donde pudiera verla con claridad.
Por extraño que pareciera, sus instintos asesinos estaban calmados, lo cual lo molestó. Tendría que matarla, porque nadie escapa del ejecutor de demonios. Ningún demonio jamas se había salvado de su espada.
Pero seguía en esa copa, observando como la mujer se sentaba en una banda, admirando la puesta del sol. Miguel contempló como sus rasgos eran iluminados por la luz y toda ella brillaba con pura dicha. Tuvo que tragar saliva cuando vio como cerraba los ojos, disfrutando la calidez de los últimos rayos del sol. El corazón le latió con más fuerza en su pecho.
Apretó los dientes. "Termina con esto" se dijo. Su cuerpo reaccionó al pedido.
Cayó sobre el suelo con un suave y silencioso aterrizaje. Las sombras lo cubrían mientras hacía su camino al demonio. Las personas se habían dispersados y Miguel no podía sentir a ningún humano a su alrededor, como si hubiesen sabido el peligro que corrían o lo que estaba a punto de ocurrir.
Pero no podía arriesgarse. Su trabajo era protegerlos y no podía destruir a un demonio si tenía que salvar a varios humanos. No sabía de lo que era capaz la demonio ni lo que haría. Miguel sabia que tenia que llevarla lejos. Hacer que se moviera, por eso mando una ráfaga de su poder contra ella y vio como se ponía tensa.
Sonrió para sus adentros cuando vio sus colmillos. Era una criatura del infierno, él nunca debería olvidar eso. No importa su apariencia. Todos ellos merecen ser exterminados por elegir la oscuridad, por darle la espalda a su padre.
Lilith se puso de pie, y pudo vislumbrar el acero del cuchillo. Levanto una ceja, esperando mucho más. Y por un momento se preguntó si realmente aquella demonio pensaba que no la iba a encontrar.
La vio mientras su ceño se fruncía. Claramente la había tomado por sorpresa, pero su expresión lejos de ser aterrada era más bien calculadora. Midiéndolo, sus ventajas y debilidades. Esto lo dejo un poco perplejo. Tal vez no sabía quién era él.
Esto, lejos de ponerlo furioso, simplemente lo intrigó más.
"Solo mátala de una vez" Y aunque esos eran sus pensamientos, urgentes y despiadados, su cuerpo continuaba dormido, como si se rehusara a cometer algún daño contra esta criatura. Y se preguntó si la demonio tendría algún poder de control que desconociera. Seguramente así era. Aunque la idea le sonara ridícula, incluso a él.
Sin perder tiempo, la mujer se lanzó a correr en la dirección contraria. Justo como él quería. "Buena chica"
Convocó a sus alas y la siguió con un poderoso despegue del suelo. Maldición. Corría rápido. Y él estuvo a punto de perderla varias veces. Pero sus siglos de entrenamiento y su orgullo no lo permitirían. La siguió hasta un callejón cuadrado. Probablemente el mejor lugar para su muerte.
Solo para prolongar su juego le hizo una pregunta y vio la mentira en sus respuesta, la pudo saborear. Interesante. Esta hembra aumentaba su curiosidad a cada segundo. Si no habría venido a la tierra a matar ¿ Que, exactamente, estaba haciendo?
Pero ella no estaba dispuesta a colaborar. Una pena. Podría haber disfrutado de su corto tiempo de viva un poco más.
Miguel atacó, sus movimientos calculados eran lentos y ella aprovecho la oportunidad que él le dio a voluntad para mandarlo contra la pared.
El arcangel solo media su golpe, su intensidad en batalla, era un tipo masoquista de demostrar el potencial enemigo. Y es que él disfrutaba observando como el rostro de sus contrincantes se contorsionaba en una pura confusión al verlo reír.