Ya había pasado una semana desde esa misión en la mansión.
Lilith se encontraba en el infierno, preparándose para el siguiente encuentro.
Ella no sabía como había logrado atrasar sus objetivos tanto tiempo. A veces, con Miguel, salían a buscar pistas por horas y se pasaban el día planeando. Y otros simplemente cazaban juntos. Él jamás había puesto en peligro una misión, e incluso aportaba ideas a las estrategias que ella planeaba, y tenía que admitir que le gustaba la forma de pensar del arcángel.
Porque ya no solo era el placer de estar en la tierra lo que la impulsaba a retrasar sus objetivos, sino sus estúpidas e irremediables ganas de verlo, de escucharlo, de estar con él.
En estos días, se dio cuenta, habían creado una especie de alianza amistosa. Donde ambos se protegían y escuchaban. Ella es feliz cuando está con él y eso es algo que la sorprendió y la dejo totalmente paralizada al comprenderlo. Porque era la verdad. No podía recordar la última vez que se había sentido así.
Pero todo tiene un final, y esta alianza estaba cerca de acabar. Una tristeza imparable la embargo al pensarlo y bufó irritada. "Ahí va otra vez ese sentimiento"
Cada vez se le hacía imposible ignorar el hecho de que, quizá, él realmente fuese su compañero. Y parecía que la cosa iba en los dos sentidos. Muchas veces sentía la mirada de Miguel sobre ella y cuando volvía a verlo la sorprendía su ceño fruncido, como si no supiera que estaba haciendo al contemplarla. Y ella a veces podía sentir la lucha que se generaba en su interior, sus emociones fuertes y poderosas se esparcían con una pequeña onda que la dejaba sin aliento, y le hacían saber que Miguel no tenía idea cómo controlarlas y algo le decía que era la primera vez que lo experimentaba.
Pero jamás se atrevió a tocarla, más allá de un roce o pequeños empujones juguetones de parte de ella. Y por alguna razón eso la irritaba, sabía que la encontraba atractiva y que sentía lo mismo que ella, con la misma intensidad. Pero también comprendía la posición en la que se encontraban y que él jamás la aceptaría como su compañera por el simple hecho de ser enemigos. Para ello había nacido. Para matar a los suyos sin compasión, sin piedad.
Y por mas que ella se lo recordara cada vez que lo veía, su estúpido y traicionero cuerpo parecía no captarlo.
Cuando lo veía acercarse, con aquel aire de poder, tan atractivo y desafiante . Depredador.
A ella se le secaba la boca y tenía que hacer un gran esfuerzo por no abanicarse la cara.
¿Y sus pensamientos?: "¿Como puede ser tan sexy?" "Lo que te haría angelito... "
Se sorprendía, incluso, a si misma. Ella era una princesa, una guerrera nacida para dirigir y ganar. Y todo aquello se iba a la mierda cuando estaba frente al arcangel. Su mente, sus palabras, incluso sus pensamientos, le pertenecían.
Y ahora le llegaba el turno a su corazón.
Lilith cerro los ojos. Porque el maldito lo estaba logrando.
¿Cómo sino podría explicar la manera en que sus latidos se descontrolaban? ¿Como entonces explicaba la manera en la que a veces solo podía pensar en apoyar la cabeza en su pecho, para sentir su propio corazón? ¿Como entonces explicaba el hecho de sentirse más ligera a su lado, siendo ella y no la mano derecha de Lucifer?
¿Como explicaba sus ganas de besarlo? Cada condenado segundo.
Por primera vez en su vida no sabia que hacer, qué paso dar. Pero estaba segura de una cosa.
Si el arcángel resultaba ser su compañero, él tendría que abrir sus alas y echarse a volar. Y rápido.
Porque ella no lo dejaría ir tan fácilmente.
Con un golpe al cerrar la puerta, caminó por los pasillos del infierno. Silencioso, con olor a azufre y muerte.
Los gritos retumbaban en las paredes y el olor a metal hacía que su nariz ardiera.
El olor a sangre.
Lucifer debía estar ocupado. Hizo una mueca cuando los gritos se elevaron, recordandole que ella podría ser la que estuviese gritando si alguna vez su señor se enteraba de lo que hacía. Sus pasos aumentaron el ritmo y pronto estuvo fuera de lo que alguna vez llamo hogar.
~°~
Cuando avistó a Miguel, sentado en un lugar apartado del parque en el que se conocieron, su corazón comenzó la carrera, como de costumbre, y su cuerpo se relajo al verlo. "¿Qué me estás haciendo?"
Sus manos temblaban ligeramente mientras hacía su perezosa caminata hacia donde él se encontraba, y recordando, para su vergüenza, cuando en un ataque de honestidad nacido desde lo más profundo de su alma, le había dicho la verdad.
Todo.
Su temor a quedar en la oscuridad eterna con Lucifer para siempre, su anhelo por la libertad que nunca tuvo, que era la verdadera razón por la cual aceptó estas estúpidas misiones.