El infierno se encontraba en un silencio sepulcral.
La sangre había corrido y los gritos habían cesado.
Las paredes reflejaban el fuego que iluminaba la sala, dandole un aspecto más oscuro y tenebroso. Los pequeños y grotescos demonios huían de su presencia, escabulléndose como ratas en las grietas del suelo. Las sombras se dibujaban a su alrededor, pareciendo vivas y peligrosas.
Lucifer se dirigió con pasos perezosos a su trono. Su sonrisa no contenía ni una pizca de gracia. Solo pura crueldad. Sus alas le daban un placentero tirón de dolor. Un peso por sus actos. Un peso por la venganza que buscaba.
Se sentó. Descanso su cuerpo en el respaldo del trono y apoyó el brazo a un costado de esté.
Ladeo la cabeza y entrecerró los ojos. Un segundo después, sus labios tiraron de una sonrisa y soltó una carcajada, carente de humor. Su pelo negro brillo por la luz del fuego cuando tiro la cabeza para atrás, sin dejar de reir. Los demonios se miraron entre sí. El rey del infierno había perdido la cabeza.
- No tienes que esconderte. - Lucifer se puso serio - Se que estas ahi...hermano.
Gabriel surgió de entre las sombras.
Lucifer levantó una ceja. Gabriel brillaba ligeramente y sus ropas blancas, cabello rubio y perfectos rasgos, hacen de este, la personificación del bien y la pureza. Pero su mirada no era angelical, en ella brillaba la oscuridad que Lucifer siempre vio en él.
- No somos hermanos, Lucifer. - dijo este, un poco ofendido. - Eres un caído, repudiado entre los nuestros. No eres nada de nosotros. - sus palabras pretendían causar dolor en el alma del demonio.
Pero lo que Gabriel no sabía era que Lucifer era el dolor en persona y que su alma estaba completamente rota.
Lucifer suspiro, aburrido y apoyó la mejilla en su puño. Gabriel apretó los dientes.
- Estas en mis dominios, Gabriel. - le sonrío - Me atrevo a decir que es algo verdaderamente importante lo que trajo hasta aquí. - sus ojos negros brillaron complacidos cuando el arcángel se tenso.
- Vengo a proponerte un trato. - Gabriel caminó hacia él, con paso lento y cuidadoso.
Eso llamó poderosamente la atención del rey del infierno, que se incorporo mirándolo fijamente.
- Habla.
Gabriel sonrió
- Dime un cosa ¿Sabes donde se encuentra tu querida Lilith?...